No existe un mejor partido para reivindicar identidad, bandera y estilo que el clásico del fútbol español. Este Barça-Real Madrid obliga a la controversia y se abraza a las comparaciones. Son inevitables las estadísticas, como también el intentar analizar si Luis Enrique es mejor que Zinedine Zidane, y es imprescindible discernir sobre Messi y Cristiano.

Para el Barça, instalado desde hace muchos años en el éxito, se da la circunstancia que aparece en el clásico como un boxeador contra las cuerdas. Necesita un golpe. Está obligado a ganar. Como en los viejos tiempos, cuando ganar al Madrid salvaba la temporada porque no hay nada mejor y que cause más satisfacción al Camp Nou y a la mayoría de catalanes que doblegar al Madrid.

Por eso este Barça, que camina esta temporada con una bolsa de arena y otra de cal en sus espaldas, precisa esta vez de todo. Del alma del público y del corazón de los jugadores. De sentimientos, pero especialmente de juego, de recordar sus esencias y de conocer exactamente lo que significa este partido.

En el equipo quedan jugadores, e incluso el propio entrenador Luis Enrique, que son conscientes de que este partido es para algunos aficionados el más importante de la temporada. Por el gustazo que da y especialmente en este momento en que casi todo lo que representa Madrid causa tanto fastidio como irritación.

El partido de todos

En este partido no importa lo que hayas hecho antes. Los culés que asistan al Camp Nou no recordarán la infeliz actuación del pasado domingo en Anoeta. Irán con la idea de apoyar a su equipo hacia un nuevo triunfo sobre el rival más poderoso que tienen en el fútbol mundial. Este es el partido para reivindicar los valores del barcelonismo y al mismo tiempo satisfacer al catalanismo. Es el partido de Messi, pero también de Piqué y Sergi Roberto, y Busquets, y de Iniesta. Y de Neymar. Y de Luis Suárez y Mascherano. Y también de Rakitic. Y de un novato como Digne, que se estrenará en este tipo de encuentros. Y en el que Ter Stegen no debe dudar. Y del banquillo. Es el partido de la afición culé.

El clásico llega con el Madrid líder, con la posibilidad de aumentar su ventaja sobre el Barça a nueve puntos en el caso que gane. La pasada temporada, el Madrid era el que necesitaba de la victoria. El Barça caminaba hacia un nuevo título y parecía estar en su mejor momento. Pero el ejemplo de que estos partidos son distintos es que el Barça perdió los papeles y el Madrid lo aprovechó.

Sonrisa por "culo apretado"

El Madrid llega al Camp Nou con una sonrisa de oreja a oreja, la misma que muestra Zidane en casi todas las ruedas de prensa. Si Luis Enrique dice dormir a pierna suelta en la noche previa a este tipo de partidos, el francés parece que se vaya de juerga. A veces habla como Cruyff. Ha dicho que la temporada pasada vino con “el culo apretado”, pero en esta ocasión viene a disfrutar. “No hay nada mejor que ganar un clásico”, comenta sin rubor.

Luis Enrique quiere sonreír ante la prensa pero no lo hace. Él también es un ganador nato a su manera, quizás con el ceño fruncido, pero es optimista por naturaleza y sueña con brindar una alegría a la afición y a él mismo y al equipo.

Este Madrid, sin embargo, será duro de vencer. Zidane está aprovechando bien a todas las figuras que tiene y las ha convencido de las excelentes cualidades que tienen. Por rendir están rindiendo hasta los jóvenes, Morata, Lucas Vázquez. Y este equipo es mucho mejor que el Manchester City de Pep Guardiola hoy en día.

El Barça tiene que recordar que es el campeón y, sobre todo, tener en cuenta que ganarle al Madrid en este momento significa algo más que una victoria deportiva.