La temporada 2009/10 se quedó a las puertas de la leyenda. El Barça de Pep Guardiola, que venía de ganar un triplete que convirtió en sextete, se llevó de nuevo la Liga y estaba firmando una Champions League memorable, con un inolvidable 4-1 al Arsenal con un póker de goles de Leo Messi. En la fase de grupos, los blaugrana superaron al Inter de Milán de José Mourinho, que se clasificó para los octavos de milagro, en una última jornada de locos. El Barça, de hecho, podría haber eliminado de forma indirecta a los italianos, aunque ganó su partido y le dio el billete como segundo de grupo.
El destino quiso que ambos equipos se volvieran a ver las caras en las semifinales, con los blaugrana como favoritos. A todo ello se añadía que la final se celebraba en el Santiago Bernabéu, y con un Bayern de Múnich venido a menos y el Olympique de Lyon como posibles rivales, lo que auguraba una fiesta blaugrana en Madrid, en la Cibeles, ya que se preveía un desplazamiento masivo, con o sin entrada. Para ello había que eliminar al Inter de Milán, con la vuelta en el Camp Nou. Nadie en el Barça imaginaba el calvario que se venía, mil y un contratiempos que finiquitarían el sueño blaugrana.

Desplazamiento forzado en autocar y festival arbitral del amigo de Mourinho
El primer golpe se produjo de la forma más inesperada, la entrada en erupción de un volcán en Islandia, el Eyjafjallajökull, un nombre impronunciable que se repitió en los medios de comunicación una y otra vez. La inmensa nube de ceniza que expulsó el volcán fue traslada por el viento hacia la zona continental de Europa, imposibilitando el tráfico aéreo. La UEFA se negó a aplazar el partido, por lo que al Barça no le quedó más remedio que ir a Milán en autocar, prácticamente 1.000 quilómetros de carretera que no ayudaban a un estado físico de los jugadores en esos momentos ya frágil. Obviamente, lo mismo tuvieron que hacer los aficionados. La eliminatoria no empezaba bien.
Una vez empezó el partido, lo del Eyjafjallajökull quedaría en anécdota, y eso que el Barça se adelantó con un gol de Pedro. No hay que olvidar que entonces los goles fuera de casa valían doble. Fue entonces cuando entró en escena un nombre que nadie olvidaría, el de Olegario Benquerença, el árbitro del partido, portugués, que como trascendería después era amigo de José Mourinho. El colegiado obvió dos claros penaltis, sobre Dani Alves y Gerard Piqué, validó un gol en claro fuera de juego de Milito y terminó desesperando al Barça, que perdió 3-1. A todo ello se añadió Mourinho, que con la victoria bajo el brazo decidió provocar, iniciando su histórica rivalidad con Guardiola. "No han sabido perder", afirmó el entrenador.
Una remontada imposibilitada por otro error arbitral
En la vuelta, el Barça necesitaba ganar por 2-0 para remontar y la afición se conjuró para convertir en Camp Nou en un volcán. El ambiente fue impresionante, de los más caldeados que se recuerdan, aunque el Inter de Milán, con un muro construido por Mourinho, logró mantener el 0-0 hasta los últimos minutos. Fue entonces cuando marcó Piqué y, acto seguido, llegó el gol de la remontada, de Bojan. Era el Iniestazo 2.0.
El Camp Nou explotó, aunque después se produjo la desesperación, al ver como el gol era anulado por unas inexistentes manos previas de Toure Yaya. El Barça quedó eliminado de forma injusta y el Inter se llevó aquella Champions, al vencer sin problemas al Bayern de Van Gaal en el Bernabéu (2-0). Aquella dura derrota fue la semilla de lo que vendría después, la impresionante Champions de Wembley después de eliminar en las semis al Real Madrid de Mourinho. 15 años después, sin embargo, nadie se ha olvidado de aquellos 2 nombres, el de Olegario Benquerença y el del Eyjafjallajökull, que sigue tranquilo desde entonces.