El Barça también sabe rendir con parte del fondo de armario. Empate en la última jornada de la fase de grupos de la Champions League contra el Tottenham Hotspur y alegría compartida en el Camp Nou (1-1). Los aficionados culés han vibrado con la rebelión de Ousmane Dembélé y los aficionados ingleses con la clasificación de su equipo para los octavos con mucho sufrimiento.

Dembélé, un líder rebelde

Un rebelde sin causa ha aterrizado definitivamente en el Camp Nou. La indisciplina de Dembélé queda en un segundo término cuando es capaz de ser un líder sobre el campo y hacer aquello que todo el mundo le pide. Ya puede llegar tarde a los entrenamientos, salir de fiesta o jugar a videojuegos hasta altas horas de la madrugada, porque al final todo el mundo lo valorará por si marca o no las diferencias con su fútbol.

Joven, eléctrico, desenfadado, desmemoriado y canalla. Pero qué canalla. Dembélé es capaz de esconderse, de demostrar su cara más antiprofesional posible, pero al mismo tiempo aparece su personalidad antagonista sobre el césped.

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Algunos dirán que es un diamante en bruto sin pulir, otros un maleducado que no tiene futuro de blaugrana, pero nadie puede negar que es un futbolista que hace levantar a los culés de sus asientos. Y esto en el Camp Nou siempre ha costado mucho.

Sin Messi, sin Luis Suárez, sin Piqué, sin Ter Stegen, sin Busquets o sin Jordi Alba, Dembélé se ha convertido en el líder de un Barça muy joven, con la presencia de Aleñá o Miranda. Y a su lado estaba la estrella que todavía se tiene que reivindicar: Coutinho.

Pero Dembélé, el francés más desequilibrante de este Barça, ha tenido suficiente con una pelota y espacio para correr para hacer enloquecer a todo el mundo. En el minuto ocho ha demostrado sus habilidades: cambio de ritmo, velocidad, recorte y remate. Todo en una jugada para marcar el primer gol del partido, hacer estallar al Camp Nou, celebrarlo él con desinhibición total y ver posteriormente a Messi risueño desde el banquillo.

Messi coge las riendas

El Barça, al ritmo de Dembélé, se ha ido apagando a medida que pasaban los minutos. Ventaja en el marcador, pero ofensiva total del Tottenham. Los ingleses han generado peligro, sobre todo por la banda de un confiado Miranda, pero también por la de un Semedo extremadamente ofensivo. Suerte del muy buen nivel del dúo defensivo entre Lenglet y Vermaelen, y gracias a un salvador Cillessen.

En el medio del campo no se tenía control, y en ataque, un palo de Coutinho y poco más. A la media parte ha entrado Busquets por Rakitic, y después ha llegado el momento de Leo Messi. El líder natural del Barça, que ha sentado a Munir en el banquillo en el minuto 64, ha dado un vuelco al partido. El Barça ha pasado a recuperar posesión y también a recuperar las ocasiones.

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Con Messi, el Barça ha retornado a su ADN. Entonces se ha marchado el rebelde del partido y ha entrado Denis Suárez. El Barça, volviendo a su esencia, ha restaurado su seguridad a través de la pelota y Coutinho ha podido hacer su doblete particular de palos.

El Tottenham, obligado a marcar para optar a la clasificación después del empate entre el Inter y el PSV, ha conseguido su objetivo. Harry Kane, el referente inglés, ha podido empatar, pero ha sido el brasileño Lucas Moura quien ha dado el punto necesario a cinco minutos para el final y así confirmar la segunda posición del grupo. El Barça y el Tottenham se marchan del Camp Nou satisfechos y ya pensando en el sorteo de los octavos del próximo lunes.