El Barça ha derrotado el Dinamo de Kiev y lo hecho al más puro estilo culé: aburriendo, transmitiendo malas sensaciones y concediendo demasiadas ocasiones. Hasta que el equipo de Ronald Koeman no demuestre lo contrario, esta es la realidad de la marca Barça que los futbolistas heredarán del mandato de Josep Maria Bartomeu.

Es imposible hablar del partido de este miércoles sin hacer referencia a las 9 bajas por coronavirus del conjunto ucraniano. Sí, 9. Si alguien ha estado demasiado ocupado siguiendo las elecciones norteamericanas –ahora que parece que todo el mundo está capacitado para analizar la realidad de Dakota del Norte– tiene que saber que el Dinamo se ha presentado en el Camp Nou en cuadro, hecho que ha obligado a su técnico a completar el once con varios nombres de consonantes impronunciables con ficha del filial.

Dinamo Kiev gol Barca EFE

La banda de los niños / EFE

Y, aun así, el Barça ha decepcionado enormemente. Después de firmar el 1-0 antes del minuto 5, los de Ronald Koeman se han dedicado a verlas pasar, probablemente pensando que la retahíla de futbolistas sub-20 del Dinamo serían incapaces de trenzar más de dos pases en zona de tres cuartos.

Pero se han equivocado. Los de Mircea Lucescu, como el adolescente introvertido que percibe por primera vez el interés del género femenino, se han envalentonado progresivamente hasta el punto de declararse a su amor, papel que siguiendo esta metáfora luctuosa atribuiremos a Marc-André-Ter Stegen.

Los niños de Kiev han estado a punto de cantar victoria –y de hecho han mojado una vez–, pero entonces han chocado con la triste realidad, la certeza de que indica que las cosas, aunque tengas ganas de volcar toda tu estima en ellas, simplemente no salen como quieres. Han chocado, al fin y al cabo, con Ter Stegen, una figura que no regala ni un gramo de amor no correspondido, quien ha querido demostrar que si hay alguien más frío que un ucraniano, este es un alemán.

Por suerte, los niños del Dinamo son jóvenes, atléticos, ricos y –sólo en algunas ocasiones– guapos, de manera que esta metáfora, que nace porque el partido es el que es, ya me perdonarán, sólo los servirá si la leen en clave futbolística.