Suerte tuve de compartir muchas comidas y largas sobremesas con Enric Bañeres en las que pude decirle lo bueno y lo malo que tenía. No me gusta nada hablar de un fallecido porque, de verdad, que creo que no tiene sentido hacer comentarios sobre alguien que no te oye. Soy más partidario que todo, lo bueno y lo malo, se tiene que decir en vida. No vale hablar de alguien que se ha ido. Probablemente servirá de consuelo a sus familiares directos, pero prefiero lo otro.

Sin embargo, hoy no escapo a la tentación de escribir sobre Enric Bañeres, que fue un compañero de profesión, mi jefe en la sección de Deportes de La Vanguardia, mi amigo y el adorado tío y padrino de mi esposa.

Bañeres fue un periodista íntegro que dignificó la profesión. “Uno de los primeros periodistas que elevó el nivel del periodismo deportivo”, dice Juanjo Caballero que coincidió con él en el Tele/eXpress, y posteriormente en La Vanguardia.

“Supongo que tú pierdes un compañero y un amigo, pero el barcelonismo pierde un referente” me escribe Santi Sanz, un lector amigo del Laietà.

Bañeres fue eso, un excelso referente del barcelonismo. Un tertuliano de primera categoría que mantuvo grandes y acalorados debates con Ramon Besa en Radio Barcelona, cuando las tertulias eran escasas y eran invitados auténticos polemistas, periodistas que creaban opinión.

Bañeres consiguió que lo leyera mucha gente porque estaban a favor de lo que escribía y decía, pero también labró opositores porque no comulgaban con su opinión. La pluma de Bañeres era irónica, pero fina y elegante, sarcástica, con humor propio para revistas como la extinta Barrabás, como había que ser siendo amigo de Ivá y Óscar.

Sus escritos eran sentidos, tanto para sentirse identificado con él, como para despotricar de forma ruin como hicieron muchos. La pluma de Bañeres llevaba veneno cuando tenía que llevarlo, pero también era balsámica cuando lo requería.

Fue ariñista, antinuñista, y recuerdo la foto en la que, con otro grupo de periodistas cantó el Cara al sol, como protesta ante el elegido presidente en aquellos años. Tardó muchos años en reconocer el buen trabajo de Núñez al frente del Barça, y entonces fue un firme defensor de él. Defendió a Robson y a Van Gaal como entrenadores, se convirtió en un anti Laporta cuando el Elefant Blau, y fue un anti del Guardiola jugador por defender a ultranza a Xavi Hernández, como antes había hecho con De la Peña.

Recuerdo que escribió un artículo titulado “¿Quién le negaría una asistencia a Michael Jordan?” que indignó de mala forma a todo el guardiolismo, que desde entonces le puso la cruz. Lo escribió porque analizó varios partidos y llegó a la conclusión que Pep no asistía a Ronaldo más veces de las que tenía que hacerlo.

Tras jubilarse en La Vanguardia tomó la decisión de escribir contados artículos hasta que un día se hartó y dijo basta. “No puede ser que me encuentre a minundis en algunas tertulias intentando sentar cátedra”, me dijo.

Soberbio en muchas ocasiones, Bañeres dejó de escribir y de polemizar en un detalle que lo honra a él y a una profesión en la que cada vez cuesta más encontrar alguien que no escriba con rencor o influenciado por algún interés. No quiso ni escribir un obituario que José Antich, director de ElNacional.cat, me encargó que le pidiera sobre Miguel Ángel Bastenier, fallecido el pasado abril. Ni tampoco quiso participar en las jornadas que organizó el Barça para celebrar los 25 años del título de su primera Copa de Europa cuando tenía más derecho que otros invitados. Llegó a arrepentirse de haber perdido el tiempo y amargarse unas horas acudiendo a tertulias que no conducían a nada, y con tertulianos sin su nivel.

Parecía frío en el trato, pero estaba lleno de sentimientos, especialmente hacia Irene, su bella hija.

Excelente groumet y amante de los buenos vinos, Bañeres merecía en vida un mejor trato como periodista por parte de esos jurados de los premios Vázquez Montalbán o Quim Regàs, ávidos en concederlos sólo a los que siguen el pensamiento único o a personajes que no pintan nada en la historia del Barça. Seguro que ahora no faltará quien proponga que le den uno in memorian. Ya para qué. Bañeres se fue hace más de un año del periodismo para desgracia de la profesión. Hoy se ha ido de esta vida con la satisfacción de haberla degustado en los últimos años como sólo él deseaba y quería.