La filósofa Marina Garcés (Barcelona, 1973) ha publicado El tiempo de la promesa (Anagrama), un ensayo en el cual reflexiona sobre el poder de este concepto y su fragilidad actual a través de varias claves históricas, filosóficas y literarias. Garcés explica que la propuesta nace de una "preocupación general" por dar respuesta al futuro. Un concepto que está estrechamente relacionado con la promesa, ya que esta "introduce una relación con el tiempo" que hoy en día da "más miedo". También avisa de las "falsas promesas" de la política y reflexiona en torno al papel de la inteligencia artificial (IA), en la cual los humanos "proyectan" todas aquellas promesas que no son capaces de hacer. El nuevo libro de Garcés se remonta a un encargo que le hicieron para la Bienal de Pensamiento en el 2022. La filósofa tenía que hacer una inauguración para adolescentes y se enfocó a intentar pensar cómo se podía hacer presente el futuro. "Uno de los males de nuestros tiempos es ver el futuro como una amenaza o bien como un lugar donde todos los deseos que podríamos tener - como cambiar las cosas o hacer a una sociedad mejor - no están a nuestro alcance", señala.

Uno de los males de nuestros tiempos es ver el futuro como una amenaza o bien como un lugar donde todos los deseos que podríamos tener no están a nuestro alcance

Según la autora, una de las formas de hacer presente el futuro es precisamente a través de las promesas y, si bien estamos en una sociedad que hace más bien "pocas", a la vez la civilización se estructura en torno a este concepto. "Nos hacemos pocas promesas porque se establece un vínculo con alguien y esta acción genera un compromiso", explica, "sin embargo, al mismo tiempo, nos estamos relacionando con muchas cosas desde el deseo o la exigencia". Garcés recuerda que el consumo en el capitalismo se basa en "comprar" promesas en que nos harán más "felices, jóvenes, o bien nos garantizarán un futuro mejor". "Así que, por una parte, no nos hacemos promesas, pero por la otra la estructura de la promesa nos condiciona y determina constantemente".

Diferentes tipos de promesas

Partiendo de la premisa que hacer promesas como tal no es bueno ni malo, la autora sí que admite que hay promesas "peligrosas" que pueden encadenar unas expectativas de vida que "nos hacen más esclavos". Por eso, considera que hay promesas del pasado que se tienen que saber analizar y preguntarse cuáles vale la pena hacer, con quién, y bajo qué relación – de igualdad o no – nos sentimos capaces de comprometernos. "La promesa quiere asegurar una verdad, genera un vínculo y este genera una deuda, una acción pendiente," señala. También reconoce que aunque la voluntad es que se cumpla, a veces puede no pasar, pero no por eso "es menos cierta". "Incorpora la fragilidad de los asuntos humanos, en toda promesa está la posibilidad de que no se pueda cumplir", concluye.

Hoy en día funcionamos mucho con la banalización de la palabra y la credulidad blanda de mensajes que no exigen ninguna respuesta por nuestro parto

La filósofa también avisa de que no siempre hay esta misma voluntad detrás, y que lo que no hace cierta una promesa es "mentir". De hecho, Garcés piensa que la relación entre los medios y la política en la actualidad y la falsa promesa "no es un accidente" y que se tendría que analizar. "El público consume estas falsas promesas con la pedagogía de la banalidad, una retórica que nos enseña constantemente que la palabra es banal y que no genera ningún compromiso con la persona, pueblo, electorado o ciudadanía, a quien se dirige", lamenta. Todo genera una sensación de "decepción y frustración". "Hoy en día funcionamos mucho con la banalización de la palabra y la credulidad blanda de mensajes que no exigen ninguna respuesta por nuestro parto. Si no era suficiente verdad, es que era un poco más mentira, y como tampoco nos habíamos comprometido, no pasa nada", avisa.

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La filósofa Marina Garcés ha publicado el ensayo El tiempo de la promesa / Foto: Eli Don / ACN

La mirada puesta al futuro

Con respecto al futuro, otra de las inquietudes que Garcés quería explorar en el libro, admite que el hecho de que las promesas estén "poco presentes" en nuestra cotidianidad está directamente relacionado con esta "relación temporal" que introducen. "El futuro es una gestión del peligro y no una apuesta de deseo", recuerda, "¿qué promesas podemos hacernos si el futuro no está en nuestras manos?". En este sentido, sostiene que la sociedad vive actualmente en la inacción que proviene de la distancia entre "nosotros y aquello que podríamos desear en un futuro". Garcés defiende que, por eso, la promesa es "una acción muy interesante", porque se basa en "hacerse". "Tiene más consecuencias que muchas de las cosas que hacemos y rompe la inacción en la cual nos condenan estos futuros que no sabemos imaginar", asegura.

El futuro es una gestión del peligro y no una apuesta de deseo

Durante todo el libro, la filósofa también se refiere al aterrizaje de la IA, una nueva herramienta que "nos refleja y nos excita porque genera predicciones". "Se relaciona con el futuro a través de las predicciones y las predicciones buscan seguridad y que no haya error de cálculo", detalla, "la promesa, en cambio, busca verdad y, aunque puede contener error de cálculo, no la hace menos cierta". Sin embargo, y de forma paradójica, la autora explica que la sociedad ha convertido la IA "en una promesa" en sí misma. "Ella no hace ninguna promesa, porque no es nadie, pero los humanos proyectan todas aquellas promesas de salvación, seguridad y transformación", concluye.