Dear Mike White,
He sabido que la tercera temporada de The White Lotus transcurrirá en Tailandia y he pensado que sería buena idea escribirte esta carta para explicarte una idea: que de cara al futuro de la saga, inesperadamente, des un golpe de timón y apuestes por el Ripollès, una localización poco lujosa y conocida, de acuerdo, pero muy auténtica y telúrica. Ya sé que eres el creador y director de una de las mejores series de los últimos años, por lo tanto debes tener mucho trabajo, pero déjame hacerte cinco céntimos de mi propuesta. Excepto playa, el Ripollès lo tiene todo: un par o tres de hoteles lujosos donde vivir desvagado, restaurantes interesantísimos, un montón de iglesias que te dejan con la boca abierta, un santuario al cual no se puede llegar en coche y, sobre todo, carreteras, caminos y senderos muy tortuosos en los cuales perderse. O en los cuales encontrar el cuerpo muerto de un crimen como los que utilizas de McGuffin para construir cada temporada, aunque, en este sentido, tienes que saber que en Catalunya la ciudad oficialmente killer es Olot, que se encuentra en la comarca de al lado. Siempre tienes la opción de hacer que el asesinato se cometa en un bosque cerca de Sant Pau de Segúries, eso sí, allí donde La Garrotxa hace frontera con el Ripollès.
Honolulu, Taormina, Phuket... ¿Ribes de Freser?
La gracia de The White Lotus no es solo con que todo gire alrededor de ricos teniendo problemas de rico, sino que estos problemas de rico siempre hablan directa o indirectamente de los problemas, quebraderos de cabeza o inquietudes que también tenemos los pobres. En la primera temporada, en Hawaiï, el tema de la serie fue la lucha de clases y el conflicto entre explotadores y explotados. En la segunda, en Sicilia, el concepto central de todo era la política del sexo y las múltiples tensiones que generan las relaciones de amor. En la tercera, según has dicho estos últimos días, plantarás a una tropa de guiris con el bolsillo lleno de pasta en un hotel del sureste asiático para explorar la muerte en la religión oriental y la espiritualidad. Bien, Mike, bien. Como no tengo ninguna duda que volverás a bordarlo y que volverás a ser capaz de atar paisaje con conflicto, te ahorro el trabajo de localización y te explico por qué Ripoll y sus alrededores son el complemento circunstancial de lugar idóneo para tus ideas en un futuro no demasiado lejano. Los whitelotusistas catalanes, que somos legión, nos morimos por una cuarta temporada con la careta inicial llena de ilustraciones de estilo románico y la melodía de apertura interpretada por una cobla sardanista.
No te rías, no. No digo ninguna tontería. Si tu serie sigue apostando por la observación satírica y antropológica de la sociedad contemporánea, creo que en el futuro de la saga, tarde o temprano, tendrás que tratar un tema primordial que ya fue una obsesión de los románticos del siglo XIX: el de los orígenes y la identidad colectiva de los seres humanos. En eso el Ripollès no tiene rival, ni que sea como telón de fondo en el cual una serie de personajes se pregunten quiénes son, de donde vienen, por qué hablan como hablan, por qué aman lo que aman o por qué viven con los valores que practican. Gente reflexionando sobre la herencia cultural que han recibido sin ser conscientes de recibirla, vaya. No hagas cara de sorprendido, tranquilo, Mike. Tú no lo sabes, todavía, pero el arte románico del siglo XI puede ser tan cinematográfico como la monumentalidad del barroco siciliano, los paisajes boscosos del valle de Ribes pueden ser tan inefables como las playas paradisiacas de Honolulu y, sobre todo, el hotel Angelats, en el municipio de Campelles, puede ser igual de idílico como el mejor de los resorts de la isla tailandesa de Phuket.
Si buscas un paraje en el cual aglutinar gente que duerma en habitaciones de ensueño, que desayune en un comedor victoriano con vistas a la montaña, que descanse en una piscina que parece precipitarse bosque abajo o que cene en un restaurante construido dentro de una iglesia neorománica dedicada a Santa Isabel de Hungría, sin duda el Angelats, junto a la carretera entre Campdevànol y Ribes de Freser, es el lugar que necesitas. Es verdad que en la comarca hay otros grandes hoteles como El Resguard del vent o Les Planes del Grau, sí, pero el Angelats tiene alguna cosa mágica que estos otros dos no tienen, y no solo porque dentro de los límites de la misma finca haya el monumental roble de Engelats, tan viejo como las miserias humanas. El edificio del Angelats Hotel, además, resulta que es la casa que una familia de industriales catalanes construyó allí a principios del siglo XX con la voluntad de hacer su residencia de verano. Se llamaban Batlló y eran propietarios de la famosa fábrica textil Can Batlló de Barcelona, una de aquellas fábricas que sirvió para transformar la historia económica y social de mi país. Origen, herencia, identidad. Todo liga, si te fijas.
Del Cançoneret de Ripoll a la serie del Ripollès
Dicen que la gente de mi país, tanto los que se llaman Batlló como el resto de pringados que no nos lo llamamos, somos un pueblo con tendencia a hacer negocios porque los antepasados de nuestros antepasados eran fenicios. El problema es que a veces, este deseo humano inalcanzable de ganar dinero nos lleva a renunciar de forma explícita a nuestra identidad, que en el caso de los catalanes se sustenta en un elemento sagrado para nosotros: la lengua. No sufras, no te estoy pidiendo que ruedes la serie en catalán, no estoy tan loco, pero podrías hacer aparecer algunos personajes que fueran el estereotipo de aquello que quieres explicar y hablaran mi lengua. O la dejaran de hablar con el fin de hacerse más ricos, claro está, que es aquello que hacen los catalanes que creen que en catalán no se puede hacer nada en el mundo. Mira, si en Hawaiï hiciste aparecer trabajadores indígenas explotados para denunciar los privilegios de los ricos por encima de los nativos de la zona y en Sicilia dos prostitutas locales representaban la mercantilización del deseo y del amor, en The White Lotus season 4 - Ripollès edition sería lógico que salieran un botiguer que ve cómo el hereu no quiere seguir el negocio de la charcutería donde vende longanizas carísimas a los turistas y una heredera terrateniente que se vende las tierras, con el ganado incluido, a fin de que hagan allí una estación de esquí.
Los personajes principales harían la suya, sin embargo. Podrías hacer que pasearan por Beget mientras un padre le explica con orgullo a su hija que ser judíos americanos con apellido húngaro es una señal de identidad tan grande como una marca de nacimiento, yo que sé. O que un matrimonio mayor que ha perdido la pasión comiera en el Pont 9 de Camprodon, por ejemplo, un restaurante ideal para cenar teniendo una conversación de aquellas que marca el porvenir de un futuro gracias a rememorar el pasado. En este caso, el origen eléctrico y loco de una relación surgida en el Woodstock del 69'. ¿Lo ves? Pues súmale que por la ventana se vea un puente medieval de estilo gótico sobre el río Ter. Sí, Mike, todos tenemos un pasado que nos marca. Lo más gracioso del hecho de que los catalanes seamos unos esclavos de los números y de la pela es la pela, precisamente, es que la numeración arábiga tal como la conocemos hoy se introdujo en Europa desde Ripoll, donde el papa occitano Silvestre II, mucho antes de ser Papa, entró en contacto con la ciencia árabe y las matemáticas desde el scriptorium de Santa Maria de Ripoll hasta transmitir el sistema decimal en el resto del continente.
Piensa, el monasterio es uno de los grandes stendhalazos que pueden vivirse en el país. Podrías gravar unas escenas acojonantes en el claustro, con una pareja que está a punto de casarse discutiendo porque ella, que es de origen peruano, quiere subir al altar vestida con el outfit tradicional inca. O quizás mejor construir la escena con canto gregoriano de fondo y delante del pórtico de la fachada, una puerta que es una especie de arco de triunfo romano y que se lee como un cómic o una auca, a medio camino entre las representaciones de la Columna Trajana y los cómics de Marvel, para entendernos, pero con motivos bíblicos. En el Ripollès no solo está el origen del sistema numeral actual en el mundo, además, sino que también está el origen de mi nación, y no hablo del hecho que el primer Estatuto de Autonomía de Catalunya se redactara en Núria o que el Cançoneret de Ripoll sea el manuscrito que marca la transición entre la época trovadoresca y la lírica catalana medieval. En Santa Maria de Ripoll mismo hay la tumba de Guifré el Pilós, el último conde de Barcelona nombrado por los francos y el primero en dar herencia a sus dominios territoriales, fundando así la dinastía nacional catalana. En su sepulcro dice que fue "reconstructor de la nación", pero otro Guifré, en este caso mi amigo Jofre Llombart -que te envía saludos y que también es fan de tu serie-, siempre dice que actualmente, en unos tiempos en que tenemos toda la memoria digital de nuestra vida en la nube, Ripoll sigue estando donde tenemos uno de los discos duros de la catalanidad.
En fin, Mike, espero haberte convencido. Si alguna vez quieres venir a hacer una visita para descubrir en profundidad el terreno, iremos a Sant Joan de les Abadesses para explicarte la leyenda del Conde Arnau, comeremos un codillo al horno para lamerse los dedos en Cal Ras de Campelles o subiremos hasta más arriba de Camprodon para que alucines cuando veas que un pueblo como Molló y su pueblo vecino Prats de Molló, separados por escasos kilómetros, son dos municipios de dos estados diferentes. Quizás así voces claro, definitivamente, que el mejor sitio para rodar un drama satírico sobre la identidad es aquí, ya que el Ripollès es para la mayoría un destino turístico más en el Google Maps, pero en realidad, para muchos, es el origen de todo.
Atentamente,
P.