Noemí López Trujillo (Bilbao, 1988) y Estefanía S. Vasconcellos (Salamanca, 1988) acaban de publicar Volveremos. Memoria oral de los que se fueron durante la crisis (Libros del K.O.). Ambas pasaron una temporada en Inglaterra y  esto les hizo reflexionar sobre el problema de la emigración. Volveremos es una obra que ambas plantean como un “intento de poner cara a las estadísticas” sobre la emigración. En este texto rehuyen el victimismo, y hablan tanto de los problemas y de las frustraciones como de las esperanzas y oportunidades. Las dos autoras han visitado Barcelona para presentar su libro. El Nacional las entrevista en la librería independiente La Caníbal, sede de interesantes iniciativas culturales. En la entrevista las autoras demuestran que este es, realmente, un libro a cuatro manos: sus intervenciones se alternan, se complementan, incluso se superponen.

Estefanía S. Vasconcellos, a la izquierda, y Noemí López Trujillo, a la derecha. Fotografía: Campos /Nadales.

¿Cuál es el origen de esta obra?
En realidad, la idea partió del editor, Emilio Sánchez, que había vivido en Bahrein y que consideró que en los relatos de la crisis había dos versiones muy contradictorias de qué eran los emigrantes: para unos eran aventureros y para otros eran exiliados. Decidió encargarnos la realización de esta obra a nosotras, que teníamos el perfil de muchos emigrantes: la crisis nos pilló saliendo de la carrera, y tuvimos que marchar a Inglaterra, en parte por la situación económica. Si hubiéramos tenido un buen trabajo probablemente no nos hubiéramos ido. Para nosotras la marcha fue toda una experiencia: queríamos volver, pero a la vez no nos desagradaba salir fuera.

Intentamos que no hubiera una sobrerrepresentación de la fuga de cerebros, que es lo habitual

¿Cómo se hizo la selección de los entrevistados?
Buscamos a gente que hubiera salido empujada por la crisis, no a la gente que salió para vivir experiencias. No es que se fueran obligados: muchos de ellos podrían haberse quedado, pero a costa de grandes sacrificios, pagando el precio de una gran precariedad laboral, salarios muy bajos, frustración profesional… Pero para ellos la crisis jugó un papel decisivo: sin ella no habrían emprendido la marcha. Hablamos con 25 o 30 personas: queríamos perfiles distintos, de orígenes diversos, de experiencias complementarias. Intentamos que no hubiera una sobrerrepresentación de la fuga de cerebros, que es lo habitual.

Este es un libro sobre la emigración pero en el que se afirma, pese a todo, que los medios suelen sobredimensionar este fenómeno.
Esto lo dice una socióloga del CSIC, Amparo González-Ferrer, y nosotras podemos compartir hasta cierto punto este discurso. Es cierto que mucha gente se ha ido: las cifras oficiales están aquí, y sabemos además que están subestimadas. Pero también hay mucha gente que está aquí y que lo está pasando muy mal, y que ni siquiera tiene la opción de irse.

Los más pobres no se van. Y esto es un patrón que se repite en todos los movimiento migratorios

¿Creéis entonces que los que emigran son unos privilegiados?
Los más privilegiados no se van. Pero también es cierto que hay algunas personas que ni siquiera pueden marcharse. Los más pobres no se van. Y esto es un patrón que se repite en todos los movimientos migratorios. Se necesita algo para emigrar: dinero para un billete y para buscar trabajo y alojamiento, un apoyo familiar, una red de seguridad. Los emigrantes no son los más desfavorecidos de esta sociedad, los que no tienen nada. Para estos marchar con frecuencia no está a su alcance.

¿Y los que marchan cómo se identifican? ¿Como emigrantes? ¿Como refugiados económicos?
Nosotras dedicamos el capítulo 4 del libro a una discusión sobre cómo se identifican, con qué términos: emigrantes, exiliados económicos, aventureros… Es muy curioso porque alternamos sus respuestas de tal forma que entre ellos dialogan, sin conocerse y viviendo a miles de kilómetros. Salen respuestas muy complementarias, pero por lo general, rechazan considerarse exiliados económicos y reconocen que su situación, al marchar, no era desesperada y que lo que buscaban era una mejora de su situación.

¿Cuál es el límite entre la aventura y el drama? ¿El tener familia?
El límite está principalmente en la edad. Para la gente que está cerca de los veinticinco, es más fácil despegar. Pero cuando tú ya te acercas a los cuarenta y debes sufrir una ruptura y empezar en otra parte, esto es más un drama y menos una aventura. Además, para muchos de los que son mayores, hay una preocupación por sus padres, piensan en volver para estar con ellos. Hay un miedo que les atenaza, especialmente a los que están más lejos: “Si les pasa algo no llego a tiempo”. Pero también hay una resistencia a formar una familia en el extranjero; a la mayoría les gustaría criar a sus hijos en España.

Todos suelen tener algún choque al cabo de algún tiempo, cuando se encuentran con problemas muy duros

¿Los que se van encuentran lo que esperaban encontrar?
Todos al principio se van con una idea muy positiva de lo que es la emigración. Creen que ya han tocado fondo de estado de ánimo, de perspectivas, y esperan que la cosa mejore en el extranjero: tienen un pensamiento positivo. Y todos suelen sufrir un fuerte choque al cabo de algún tiempo, cuando se encuentran con problemas muy duros. Pero con los años la situación se estabiliza. Muchos van adquiriendo calificación. Y lo que es más importante, van teniendo una progresión profesional; y la mayoría creen que en España esto no pasaría.

La gente que habéis encontrado, ¿estaba satisfecha de haber marchado?
La mayoría se sienten orgullosos de su experiencia de migración. Porque de forma individual han conseguido superar dificultades, han tenido posibilidades de crecer sin demasiado apoyo de los suyos. Ninguno se arrepiente de haberse ido, aunque quieran volver.

Es una responsabilidad volver y poner en riesgo la vida de los que tienes detrás

¿Están los que quieren volver y no pueden?
Hay gente que salió antes de la crisis y que pensaba que podría volver sin problemas y no fue así. Determinada gente no calibró bien las circunstancias de la marcha. Tienen un buen trabajo en un país en que quizá no se sienten cómodos. No pueden rechazar esto, a pesar de que quieren volver. Porque la gente intenta buscar una cierta estabilidad, y no pueden renunciar a ella, especialmente cuando tienen familia. Es una responsabilidad retornar y poner en riesgo la vida de los que tienes detrás.

El título de su libro es “Volveremos”. ¿Realmente volverán? Algunos economistas auguran que jamás podrán volver…
El “Volveremos”, en el último capítulo del libro, está entre signos de interrogación. Muchos desean volver. Pero nosotras creemos que no les será a todos tan fácil. Quizá volverá un 50 % de los que hemos entrevistado. Hay gente que quieren volver, pero ya han encontrado la estabilidad en otro lugar y no están dispuestos a sacrificarlo todo, porque aquí lo que les espera es muy duro.