"Soy un cabronazo duro de pelar", afirma Michael J. Fox (Edmonton, Canadá, 1961) en un momento del documental que AppleTV+ ha estrenado hace unos días sobre su figura. El legendario sentido del humor del actor sobrevuela en cada una de las escenas de La vida de Michael J. Fox, un retrato respetuoso, honesto, emocionante y, a ratos, muy divertido sobre el que fue una de las mayores estrellas del cine y la televisión estadounidenses de los años 80 y 90. “La gente se asusta con mis andares, pero no me afecta si les doy pena. No soy patético, solamente tengo mis movidas. Soy un cabronazo duro de pelar, una cucaracha que ha sufrido todo tipo de cosas, imposible de matar”, explica Fox a cámara mientras se intercalan imágenes del actor saliendo a la calle con su fisioterapeuta personal, cruzándose con una fan que lo reconoce y le saluda, cayendo al suelo, levantándose a toda velocidad y diciéndole a la mujer: “¡Estoy bien! ¡Es que me has obnubilado!”

La vida de Michael J. Fox es un retrato respetuoso, honesto, emocionante y, a ratos, muy divertido sobre el que fue una de las mayores estrellas del cine y la televisión estadounidenses de los años 80 y 90

Es enorme la relevancia de ese momento, en el que se mezclan humanidad, lucha, reivindicación y simpatía, para entender el tono optimista de la película, un canto a la vida que no esconde el sufrimiento, pero que nunca quiere convertir en mártir al protagonista. Caer y volver a levantarse forma parte de su día a día desde que el Parkinson que le diagnosticaron, con 29 años, endureció sus síntomas. A veces todo queda en un susto, pero en otras, como él mismo se encarga de contar, una mala caída puede fracturarle un brazo o partirle, literalmente, la cara.

Fox en la piel de Fox

Dirigida por el prestigioso documentalista Davis Guggenheim (ganador del Oscar por aquella Una verdad incómoda que seguía la campaña del exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore para concienciar al mundo sobre el calentamiento global y el cambio climático), la película que nos ocupa propone un juego muy atractivo: sin abandonar las formas clásicas del documental, con el protagonista sentado frente a la cámara dispuesto a abrirse en canal, la crónica se plantea casi como una ficción en la que Michael J. Fox interpreta a Michael J. Fox.

Sin abandonar las formas clásicas del documental, con el protagonista sentado frente a la cámara dispuesto a abrirse en canal, la crónica se plantea casi como una ficción en la que Michael J. Fox interpreta a Michael J. Fox

El cineasta realiza un trabajo narrativo tremendamente efectivo, descontextualizando un puñado de escenas interpretadas por el actor en series como Leo and Me (1978), Trapper John M.D. (1981) o Palmerstown U.S.A. (1981), para ilustrar los inicios profesionales que él mismo explica. La juguetona propuesta multiplica su fortuna cuando, avanzada la película, utiliza varios momentos de making of de Enredos de familia, todo un fenómeno de audiencia en la época, para mostrar cómo conquistó a los responsables de la serie con su insólita visión cómica, y cómo dio el salto a la primera división audiovisual. O cuando, en un maravilloso montaje paralelo con escenas, de nuevo, de Enredos de familia y de Regreso al futuro, cuenta esos esquizofrénicos meses en los que combinaba ambos rodajes y dormía un par de horas diarias. O cuando usa la ansiedad de la ficción de su personaje en El secreto de mi éxito (1987) para ejemplificar la que él mismo sufría más allá de los platós.

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La vida de Michael J. Fox, repasa la vida y trayectoria de uno de los actores estrella de los años 80 y 90

El inteligentísimo uso del material de archivo que hace Davis Guggenheim, condimentado con algunas dramatizaciones muy logradas, nos reserva otra sorpresa más adelante: desde nuestra mirada de hoy, y en una relectura provocada por otro montaje de imágenes brillantemente rematadas con risas enlatadas que nos retuercen el gesto. Nos daremos cuenta de muchos de esos momentos en series y películas (en Spin City, en Doc Hollywood, en Conserje a su medida) en las que los síntomas de la enfermedad eran evidentes a pesar de que nadie conocía la situación del actor, que se empeñaba en mantenerla en secreto. Fox, que no hizo público su estado de salud hasta que habían pasado siete años del diagnóstico, recuerda los trucos que utilizaba (agarrarse la mano izquierda, tenerla siempre ocupada de algún modo) para que los temblores no dispararan las alarmas. Al mismo tiempo, relata cómo se convirtió en un experto en el control de los efectos de la medicación. Y confiesa sin tapujos cómo cayó en el alcoholismo.

Love Story

El documental pone el foco también en la historia de amor entre el intérprete y la también actriz Tracy Pollan, su esposa y compañera de vida desde que cruzaron sus caminos rodando Enredos de familia. Ella, madre de sus cuatro hijos, le bajó los humos que le hacían ser, como él mismo reconoce, un cretino mimado en aquellos tiempos de estrellato. Fox hace autocrítica de esos instantes en los que encadenaba rodajes y ausencias mientras ella cuidaba a su primer hijo. Luces y sombras. Ella, de igual modo, ha sido un pilar fundamental en la lucha del actor para mantener la máxima calidad de vida posible, en la batalla por no caer en un pozo. También en el cambio de mentalidad de Michael J. Fox. En su decisión de explicar al mundo su realidad y de utilizar el poder de la celebridad para convertirse en activista de una cruzada personal, para presentarse ante el Congreso junto a Muhammad Ali y reclamar fondos para la investigación de tratamientos médicos. O para crear la Fox Foundation for Parkinson's Research con la que ha logrado recaudar cientos de millones de dólares.

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Michael J. Fox con su mujer y principal apoyo, Tracy Pollan

Otro de los momentos más impactantes del documental llega cuando Davis Guggenheim le pregunta por el dolor. “Llevamos horas hablando y en ningún momento me has dicho que sufres dolor”, le espeta el cineasta. “No ha surgido el tema, no querrás que lo saque yo...”, responde el actor, que nunca esconde sus vulnerabilidades pero que en todo momento se rebela contra las limitaciones que impone la enfermedad, dejando clarísimo que la discapacidad no ha afectado a su finísimo sentido del humor. Una poderosa arma de defensa que Fox ha utilizado desde que hizo pública la enfermedad: por ejemplo, participando en late shows, con su aparición en Curb Your Enthusiasm o con su fabuloso y divertidísimo (y autoparódico) personaje en The Good Wife.

La vida de Michael J. Fox remata su narración encadenando un paseo familiar por la playa con un primer plano del actor frente a la cámara, en silencio, pasando la pelota a un espectador que se habrá sentido conmocionado por lo que ha visto

“Siempre me ha gustado moverme. Quizás porque era bajito”, afirma en los últimos minutos del documental, reflexionando sobre una vida a toda velocidad marcada ahora por movimientos descontrolados, dando paso a un nuevo montaje de imágenes donde, por un lado, lo vemos corriendo a toda velocidad en diferentes películas, y por otro, y de forma paralela, nos muestra sus espasmos y temblores de hoy. La vida de Michael J. Fox remata su narración encadenando un paseo familiar por la playa con un primer plano del actor frente a la cámara, en silencio, pasando la pelota a un espectador que se habrá sentido conmocionado por lo que ha visto. Pero también completamente rendido ante la actitud vital de un hombre que no esconde sus defectos en la autocompasión. Probablemente, uno de los secretos de su éxito.