"Porque las cosas están cambiando. Pero todavía no han cambiado". Los créditos finales de Te estoy amando locamente hacen un aviso muy relevante en los tiempos que corren, y recuerdan los vínculos directos de la historia de ficción que acabamos de ver con las primeras marchas por la libertad sexual en la España de la Transición. Cada día leemos noticias sobre agresiones homófobas, tránsfobas y, en general, contra todo el colectivo LGTBIQ+. Así que la trama de esta luminosa película, nominada a los Premios Goya 2024, sirve para hacer memoria pero también para denunciar la realidad que nos rodea, y para no menospreciar las consecuencias de la ola reaccionaria que vivimos, y de unos envalentonados partidos de ultraderecha dispuestos a derogar derechos conquistados con la lucha de mucha gente.

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A ellos, ellas y elles está dedicado este filme que, situado en la Sevilla del año 1978, pone el foco en Miguel, un adolescente que vive en secreto su homosexualidad, perseguida por la repugnante Ley de Peligrosidad Social franquista y amenazada por las terapias de conversión a base de electroshocks. Obsesionado con la idea de participar en Gente Joven (para los lectores más jóvenes, nombre de un programa de TVE que se emitió durante 12 años y que promocionaba a aspirantes a ganarse la vida en el mundo de la música), y presionado por su madre para sacarse la Selectividad y estudiar Derecho, el protagonista vive también bajo la sombra de la muerte del padre, pronto sabremos que por cuestiones vinculadas con las luchas obreras en plena dictadura.

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La peripecia de Miguel lo llevará, entonces, a relacionarse con un grupo de jóvenes que desean vivir su sexualidad y su identidad en libertad, formando el Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria (paradójicamente, con la complicidad de la rama más zurda del la Iglesia). Con ellos, se atreverá a cantar encima de un escenario y aprenderá que la unión y el activismo son el único camino para conseguir derechos que no tendrían que estar nunca en duda. De esta manera, los personajes de esta historia se asimilan con los que protagonizaron la primera manifestación del Orgullo LGTBIQ+ en Andalucía, un año después de la marcha pionera celebrada en Barcelona.

Producción ESCAC

Hay un punto de vista amable y luminoso en Te estoy amando locamente, fruto de una firme decisión del cineasta Alejandro Marín. Malagueño formado en el ESCAC (que produce la película y aporta decenas de profesionales), formó parte del grupo de directores de La hija de alguien (2019) y firmó también los episodios de la estupenda serie Maricón perdido, sobre la vida de Bob Pop. Marín quería ofrecer una mirada universal y transversal, y, por eso, acertadamente, pone el foco en la relación entre madre e hijo, convirtiendo el amor en el motor más potente para romper las posturas intransigentes, intolerantes y cortas de miras, y para provocar un reencuentro desde el respeto y la aceptación. Y se pone en manos de la pareja formado por Ana Wagener (actriz veterana, vista en filmes como Contratiempo o El reino) y un fantástico Omar Banana, que encuentra su primer rol principal en cine después de brillar en series como Veneno o La reina del pueblo.

Te estoy amando locamente huye de toda tentación panfletaria y casi se convierte en nuestro Pride 

El peso del humor, la música —no solo la que cantan los personajes a la oscuridad clandestina de un bar, o el peso del tema de Las Grecas que da título al filme; también la de Rigoberta Bandini, compositora de himnos, que escribió y canta Yo solo quiero amor expresamente para la banda sonora— y la camaradería entre los personajes no significa que en el filme se blanqueen los sufrimientos y las barbaridades que tuvieron que soportar las personas que formaban parte del colectivo en aquellos tiempos de (relativa) apertura, con retratos de Franco en las comisarías a pesar de la llegada de la democracia e idéntico trato hacia cualquier sospechoso de escapar de la sacrosanta tradición católica, apostólica y romana.

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En todo caso, Te estoy amando locamente huye de toda tentación panfletaria, y lo hace con eficacia. El carácter buenrollero le pega, y casi la convierte en nuestro Pride (aquella deliciosa película sobre la extraña unión entre los mineros en huelga y los grupos de homosexuales y lesbianas en la Inglaterra de los 80, gobernada con mano de hierro por Margaret Thatcher), por el tono que la emparienta a cierto tipo de cine social británico (Billy Elliot sería otro buen ejemplo) y que lo acerca a todo tipo de público; también por poner el foco en la absoluta necesidad de unir fuerzas entre todas aquellas minorías trituradas por los poderosos, ya fuera desde la lucha obrera, los incipientes movimientos feministas o los grupos LGTBIQ+, incluso ciertos sectores de la Iglesia, como la Juventud Obrera Cristiana. Unión y resistencia, un mensaje que no debería caducar, viendo lo que nos rodea.

Otro de los elementos que Te estoy amando locamente utiliza con sabiduría, y con compromiso, es la presencia de jóvenes intérpretes queer, muchos de ellos noveles. Una apuesta que quería eliminar cualquier actuación estereotipada y que añade representatividad, frescura, y responsabilidad hacia lo que explica el largometraje. Aparte de Omar Banana, el reparto destina roles importantes a Alex de la Croix (La que se avecina), Lola Buzón o la artista y cantante La Dani. Todes elles, con la más mediática Alba Flores (La Casa de Papel) al frente, eran los encargados, hace unos días, de hacer el pregón de la fiesta del Orgullo en Madrid: "El movimiento LGTBIQ+ es un movimiento antifascista, y contra el fascismo de entonces y contra el de hoy, nos sublevamos. No hay ninguna cuneta donde nos puedan meter en todos juntos", afirmaba la nieta de Lola Flores, en un emocionado  reflejo de la ficción de Te estoy amando locamente con nuestra preocupante realidad.