Es difícil hablar de Pau Riba si te ponen como condición no recurrir al tópico ni al adjetivo, porque Pau Riba es tan poco músico y tan hecho a sí mismo que, en el fondo y en la forma, aunque solo sea Pau Riba, es indefinible lo que en realidad es y representa Pau Riba, si dejamos de decir que es Pau Riba... Desde 1975, cuando ya todo el mundo se lo toma en serio, Pau Riba se ha permitido el lujo de tomarse el mundo a broma y la licencia de aparentar que hace sin haber hecho nada. Bueno, sí, dos elepés que son insustituibles. El guionista Carlos Carrero da en el clavo cuando habla de Pau Riba, porque, sin decir nada, lo dice todo. No es extraño, pues, que Jaime Gonzalo, oráculo del periodismo musical en nuestro país, eligiera esta descripción tan poco descriptiva pero a la vez tan ilustrativa para encabezar el segundo capítulo de Psicòptic, el libro, publicado por Liburuak (cuya edición en castellano aparecerá el próximo mes septiembre) con el que quien fuera codirector de la revista Ruta 66 nos adentra en la creación de Dioptria, muy probablemente el mejor disco de la historia del rock hecho en Catalunya, trazando, paralelamente, un necesario homenaje a la poliédrica y compleja figura de su creador, Pau Riba. Reverso rebelde de la Nova Cançó, a quien hoy también se recordará en el festival Grec con el espectáculo Pau Riba: Dioptria, 55. Com un somni d’una nit d’estiu. “Pau Riba es una figura compleja en todos los niveles”, concede Gonzalo una mañana de julio desde la terraza del bar donde nos hemos citado. “Le he dado muchas vueltas, y una de las funciones con las que he escrito el libro ha sido decodificar el fenómeno Pau Riba y cómo era él. La misión no ha sido fácil”.

Cubierta de Psicòptic! de Jaime Gonzalo
Su personalidad es complejamente fascinante y su obra, casi inalcanzable.
Todo lo que publicó desde la aparición de Dioptria en 1969 hasta la publicación de Licors en 1977 son clásicos. Después vinieron álbumes como Amarga Crisi (1981) y Transnarcís, en los que el nivel baja. Él se defendía diciendo que eran discos que le habían robado los músicos.
¿Qué quería decir, cuando decía que se los habían robado los músicos?
Pau Riba era de una manera en la que no decía nada, pero te lo decía todo. Pero es que, incluso con una producción muy mejorable, esos dos discos son muy buenos. El talento de Pau Riba era inagotable. Los últimos discos que publicó me parecen muy interesantes. Nunca dejó de generar fascinación. En el otro extremo, sin embargo, fue una figura muy olvidada en España, a pesar de que en sus inicios se le elogiaba tanto o más que en Cataluña. Pero, insisto, todo lo que hizo Pau Riba desde Dioptria hasta Licors es absolutamente brillante.

1968, Pau Riba formando dúo con Jordi Pujol en Pau i Jordi / Foto: Ferran Freixa
¿Por qué has decidido centrar el libro exclusivamente en el período de creación de Dioptria y no trazar una biografía mucho más completa?
De hecho, el libro va desde sus inicios hasta la aparición, en 1971, del disco Jo, la donya i el gripau, que muy probablemente son los mejores momentos en la vida creativa de Pau Riba. Tenía mucho interés en explicar quién era él en aquel momento: un chico de 18 o 20 años que no supo conceptualizar quién era Pau Riba.
¿Recuerdas la primera vez que escuchaste Dioptria?
Totalmente. Tenía 13 años. Un vecino mayor estaba muy metido en toda la escena de entonces, la de grupos como Màquina! u Om. Fue él quien me lo puso. Me quedé alucinado, sin entender gran cosa, no tanto por la música como por lo que decía. Yo era muy joven, pero todo aquel concepto que exponía sobre la familia ya me hizo pensar. Con los años fui descifrando el disco en toda su dimensión. Aún más: cuanto mayor me hacía yo y más cosas iba descubriendo del disco, Dioptria iba creciendo.
Dioptria es un disco que no ha envejecido. Lo escuchas ahora y sigue sonando igual de extraordinario.
No ha envejecido en absoluto. Es un álbum que trasciende. ¿Qué otro disco de aquella época —no digamos de las posteriores— hecho en Cataluña ha tenido esta dimensión? Y no hablo de reconocimiento, hablo de entidad artística.

Dioptria es un álbum que trasciende. ¿Qué otro disco de aquella época —no digamos de las posteriores— hecho en Cataluña ha tenido esta dimensión? Y no hablo de reconocimiento, hablo de entidad artística
En un momento en el que la Nova Cançó buscaba referentes en la canción francesa, él miraba a Estados Unidos, a Bob Dylan y a la Costa Oeste.
Sí, pero por encima de todo estaba su mundo interior: Pau Riba siempre era Pau Riba. Aún me fascina que con solo 20 años tuviera esa visión de la vida, de las mujeres, de la familia...
De hecho, el primer volumen de Dioptria es un disco conceptual sobre la mujer.
A pesar de su poca experiencia vital, vio cosas que al resto nos costó muchos años entender.
Siempre he tenido la sensación, aún más después de leer el libro, de que Pau Riba era una figura que se autoboicoteaba constantemente.
Una sensación que comparto y que creo que viene marcada por el carácter que tenía. Pau Riba era una persona extremadamente tímida y lo ocultaba con la provocación, interpretando ese papel de enfant terrible. Un rol que, por otro lado, debía de ser muy divertido de hacer en aquella época. Pau Riba daba la lata a todo el mundo y a todas horas. Tratar con él podía ser insoportable.

Pau Riba era una persona extremadamente tímida y lo ocultaba con la provocación, interpretando ese papel de enfant terrible. Un rol que, por otro lado, debía de ser muy divertido de hacer en aquella época. Pau Riba daba la lata a todo el mundo y a todas horas.
Entrevistarlo podía ser genial o una de las peores experiencias que podías vivir como periodista cultural.
Pero eso formaba parte de su personalidad. Siempre he intentado separar a la persona del artista.
Un debate muy presente hoy día.
Pau podía ser muy caprichoso. Era una persona que estaba acostumbrada a ir por la vida como un niño consentido. No había malicia, pero si tenía que soltarte una bordería, te la soltaba. Y si le preguntabas algo que no le gustaba, te respondía lo que le daba la gana. Pero incluso en eso es interesante, porque podría haberse sumado a la Gauche Divine o a la carcunda cultural catalana de la época. Pero era impermeable.
¿Qué habría sido de Pau Riba si lo hubieran admitido en Els Setze Jutges?
Se abren infinitas posibilidades, pero la historia, sin ninguna duda, habría cambiado. Al ser rechazado, tuvo la posibilidad de potenciar esa faceta de enfant terrible. Pau me contaba que muchas veces la gente le preguntaba si se estaba burlando de ellos.
¿Y qué auto respuesta se daba?
Daba varias. Pensaba que había gente que se lo merecía (ríe). Un tipo que siempre iba a lo suyo, como era su caso, era imposible que no tuviera encontronazos con cualquiera. Porque ir a la tuya siempre es muy complicado.
Mucho de lo que somos no habría existido sin Pau Riba, ya no solo musicalmente, sino como el personaje que hizo carrera poniéndoselo todo en contra, siendo extraordinariamente creativo y, sobre todo, único
¿Qué pensaría Pau Riba del homenaje de esta noche?
Están sus hijos; supongo que habría participado. En lo estrictamente musical, me gustaría pensar que Pau Riba ha tenido una influencia importante en todos los artistas catalanes que han venido después. Pienso en una banda como La Banda Trapera del Río: en su primera maqueta tienen dos canciones en catalán que eran puro Pau Riba. Y en muchos de los grupos actuales es evidente. Con todo, creo que su huella debería ser mucho más presente y profunda. Y no ha sido así.
¿Por qué?
Cambios culturales. Todo esto de lo que hemos estado hablando es una antigualla. La música de Pau Riba siempre será vigente, pero la gente joven está en otras cosas. Este tipo de lenguaje musical está desfasado para las nuevas generaciones, y es normal. Y ya surgen bandas, como La Ludwig Band, pero no dejan de ser minoría. Mucho de lo que somos no habría existido sin Pau Riba, ya no solo musicalmente, sino como el personaje que hizo carrera poniéndoselo todo en contra, siendo extraordinariamente creativo y, sobre todo, único.