¿Qué es, un padre, si no una figura de autoridad? Como tantas otras definiciones, ésta lleva ya tiempo en duda o en transformación, pero la idea arcaica del padre es la de una figura más o menos benévola de autoridad. No está claro si Franz Kafka quería enviar en serio la carta que escribió a su padre. Creo que no. De hecho, Franz Kafka es conocido justamente porque encomendó a su amigo Max Brod que quemara todo lo que había escrito –Brod no lo hizo, y en este caso la traición al amigo difunto valió la pena; a veces, no siempre, la literatura está por encima de las relaciones personales y los egoísmos y vanidades, porque estas mezquindades mueren con las personas, y, en cambio, los libros se reeditan y sobreviven las traiciones. Diría que la única condición que permite saltarte la amistad es ser amigo de Franz Kafka –la genialidad excusa muchas cosas. Kafka murió de tuberculosis con 41 años, antes de que muriera el progenitor—a la Carta parece que ya lo intuya, con la insistencia de que él es débil por contraste con su padre, tendero autoritario. En cambio, la novela El jardinero y la muerte de Gueorgui Gospodínov es una historia de acompañamiento al final de la vida del padre, un fenómeno más “natural” que la muerte de un hijo.

Kafka y Gospodínov: dos hijos, dos padres

Escribir es pensar, y escribir sobre el miedo al padre es un ejercicio introspectivo acerca del esqueleto que sostiene la vida: la infancia 

El padre de Gospodínov es la segunda vez que muere de cáncer. La primera fue una falsa alarma, pero la segunda va en serio. El jardinero y la muerte, al igual que la Carta al padre de Franz Kafka, es una ventana a la relación entre un hijo y el progenitor. El padre del búlgaro –es una autoficción, que significa que no hay ninguna diferencia explícita entre el narrador y el autor: es el escritor Gospodínov que nos habla de la muerte de su progenitor real – se muere, y su hijo le acompaña. El protagonista siente la culpa ligada a las decisiones que debes tomar al final de la vida de alguien que ya casi no puede valerse. Como los partos, la muerte es también un proceso. Papá muere o papá ha muerto, hay un abismo entre una frase y la otra (eso no lo digo yo, sale a la novela). El narrador novelista se encuentra que debe poner pañales al hombre que le cuidó cuando llevaba cincuenta años sin verle el cuerpo desnudo. Esta es la antítesis de la Carta al padre de Kafka, también autobiográfica, por cierto, en la que el escritor checo recuerda lo orgulloso y temeroso que se sentía, de niño, de la figura del padre: alto, grande y fuerte –lo contrario que él, un niño que era poca cosa y que aún se empequeñeció más a raíz de la influencia castradora del padre, que "quería lo mejor para él" y logró lo contrario, todos conocemos esa historia.

En la Carta al padre leemos otro Kafka, uno lucidísimo y que no se esconde

Sorprende la profundidad psicológica con la que Kafka es capaz de diseccionar el carácter del padre –nos describe los tics y los gestos crueles y es como si lo viéramos– y la relación entre ambos. Escribir es pensar, y escribir sobre el miedo al padre es un ejercicio introspectivo sobre el esqueleto que sustenta una vida: la infancia. Aún sorprende más la claridad y la ausencia de simbolismos de la carta. Es un rasgo diferencial respecto al resto de la obra de Kafka, que nunca es tan literal, sino que funciona siempre en el ámbito de la parábola, el símbolo seco, la ausencia de nombres propios. Los personajes de las novelas de Kafka como El Proceso o El Castillo no tienen ni un nombre claro ni una historia concreta, y además todo son laberintos alegóricos o metáforas, como la conocidísima metáfora de La Metamorfosis y el hombre que un buen día se levanta convertido en escarabajo. La Carta al padre no tiene nada de eso, sino que sencillamente es un texto que corresponde al título. En la Carta al padre leemos otro Kafka, uno lucidísimo y que no se esconde.

El padre búlgaro no da miedo, nunca lo cohibió. De hecho, su lema es justamente éste, y lo repite hasta el final de la vida: 'Sin miedo'

Como el título de la novela indica, el padre de Gospodínov es un jardinero, y tiene cualidades que podemos asociar al oficio y que le alejan del padre tendero de Kafka: es un hombre sensible y empático. Entendedme, sin empatía no hay manera de preocuparse por las flores y los membrillos y los pimientos que esta temporada han salido más grandes que nunca. El padre del autor y narrador búlgaro es un personaje amable, por más que también haya sido un hombre irritable y orgulloso, aunque sus manos sean (o fueran) firmes y aunque cuando era joven nunca hubiera explicitado mucho sus sentimientos, como correspondía a los hombres en general ya los padres en particular. El padre búlgaro no da miedo, nunca lo cohibió. De hecho, su lema es justamente éste, y lo repite hasta el final de la vida: "Sin miedo". Al contrario de lo que le ocurrió a Kafka, el escritor búlgaro recibía la aprobación entusiasta paterna por cada hito literario que alcanzaba.

El padre de Gospodínov le dejó ser el que el escritor estaba destinado a ser, en lugar de insistirle para que se convirtiera en soldado, o en tendero. Y así Gospodínov puede convertirse en un hombre que a su vez cuida a su padre cuando éste ya vuelve a la condición primigenia y cíclica de criatura indefensa –como las cosechas y los jardines, que mueren y renacen en cada temporada. Gospodínov tuvo suerte, porque su padre le hizo un hueco y se pudo convertir en un hombre. Kafka no tuvo tanta.