Edicions de 1984 presenta La mecànica de l'aigua, una novela de la argentina Silvana Vogt en que relata una historia paralela a la suya: la de Vera, una chica que huye de Argentina huyendo del corralito y que acaba instalándose en Catalunya con la intención de dedicarse a la literatura. Lo más sorprendente es que Silvina Vogt usa el catalán para redactar su historia: la de la marcha, pero también la de la llegada.

El derrumbe

El libro se inicia en el momento más álgido de la crisis argentina, cuando la vida de muchos de sus habitantes se hunde. Millones de argentinos se quedan sin sus ahorros y ven cómo sus vidas pierden la estabilidad que habían buscado. La calle se llena de millones de personas que protestan, la policía los reprime, los gobiernos se suceden... Un momento idóneo para un giro narrativo, como el que sucede a la vida de Vera.

Construirse una vida

La protagonista del relato se marcha de Argentina cuando todo en el país se va al garete. Pero, además, Vera aprovecha la ocasión para huir de un problema sentimental. La crisis del país coincide con la crisis personal. La catástrofe es absoluta. Desde el inicio, Vera tiene la idea de no volver y quema los puentes que la unían a su país. Está decidida a contruirse una nueva identidad y es esta la gran ventaja que le permite la migración: es una ocasión única de reinventarse. Catalunya es para Vera una oportunidad: puede crear un nuevo inicio para su vida. Y en este sentido, el cambio lingüístico es absolutamente significativo. Vera (y con ella Silvana Vogt) no renuncia sólo en su país, sino también en su lengua: escribir en catalán es una forma de enterrar todo su pasado.

¿País integrador?

A los catalanes les gusta imaginarse su país como una amable tierra de acogida. Silvina Vogt desarticula este mito, y lo desarticula en catalán. La parte central del relato se centra en las dificultades que tiene la protagonista en integrarse en Catalunya. Sufre graves problemas laborales, no le resulta fácil relacionarse con la gente: le cuesta encontrar su lugar, pese a su firme voluntad de afirmarse en esta tierra. Pero lo más grave para la protagonista es la epopeya que le supone superar los trámites administrativos. Un largo periplo de una oficina a otra, que genera una fuerte angustia a la inmigrante por conseguir los papeles. En tiempo de grandes migraciones, en un sentido y en otro, es bueno recordar cuál es la vida real de los que llegan a nuestra casa.

Exceso de autosatisfacción

La protagonista denota claras dificultades para establecer relaciones sociales. No lo tiene fácil para tener pareja, ni en Argentina, ni en Catalunya, pero tampoco el contacto con otras personas le resulta siempre satisfactorio. De aquí que se refugia, sobre todo, en la relación con su perro, Kantiano. La otra ancla que une a Vera al mundo es la cultura y, especialmente, los libros. Y uno de los toques más irritantes del libro es justamente la petulancia de la protagonista, su arrogancia continua en una continua exhibición de la agudeza de sus conocimientos literarios y cinematográficos.

Como un cuento

El sinfín de dificultades económicas, sentimentales y burocráticas que atraviesa Vera no son excepcionales. La autora tampoco pretende recrearse excesivamente en su victimización. En cambio, su recuperación, en la parte final del libro, sí que es exagerada y parece inverosímil. Vera, que no está perdida en el bosque, sino en los múltiples meandros de su vida, encuentra a un auténtico príncipe azul. El hombre que justamente necesita la protagonista, que sintoniza perfectamente con sus inquietudes, y que, además, está dispuesto a dar un nuevo inicio a su vida, casi tan aislada y desdichada como la de Vera, a pesar de sus éxitos profesionales. Y, casualmente, este príncipe, sabio y generoso, no vive en un castillo, pero vive en lo que más se parece a un castillo en Barcelona. Un episodio digno de cuento infantil que diluye la dureza del resto de la historia.

Impecable mecánica literaria

Con La mecànica de l'aigua, Silvana Vogt se suma al cada vez más importante número de escritores procedentes del extranjero que han decidido dedicarse a la literatura en lengua catalana, como Najat El Hachmi, Patrícia Gabancho, Agnès Agboton, Matthew Tree, Monika Zgustova... Un fenómeno que sorprende por su novedad, pero que lleva la literatura catalana hacia las vías de la normalidad. Y le da un potencial inmenso. El catalán se convierte en una herramienta, no sólo para describir la realidad de Catalunya y de su gente, sino también para novelar el corralito, las disputas intelectuales latinoamericanas, la afición al cine de los argentinos... La literatura catalana, con estos autores, se abre todavía más al mundo. Silvana Vogt, que se estrena con este libro en lengua catalana, es una autora sugerente que habrá que seguir de cerca.