La sansa es un instrumento musical africano poco conocido fuera del continente (aunque con la esclavitud se expandió por América). Básicamente porque es un instrumento poco usado en grupos de música; generalmente se utiliza en la intimidad, para relajarse o para inspirarse, todo y que en algunos países se utiliza en ciertas ceremonias y rituales. Hay quien lo denomina "piano de dedos", porque está constituida por una serie de láminas de metal instaladas sobre una caja de madera. Ahora el Museu de la Música de Barcelona ha organizado una pequeña exposición sobre este instrumento: Músicas en los dedos. Sansas africanas. Lo ha hecho con los fondos de la Fundación La Fontana, de Rupit, que preserva una impresionante colección de instrumentos musicales autóctonos "exóticos". La exposición, comisariada por Elena Martínez-Jacquet, se podrá ver hasta el 30 de agosto.
Sansas en el corazón de África
Las sansas están extendidas por buena parte del continente africano. Se elaboran de diferentes formas, con varios materiales, y reciben nombres muy diferentes: mbira, kalimba, sansa, ikiembe, marimba... Aunque muy a menudo las sansas llevan una calabaza como pieza de resonancia, en el Museu de la Música no hay ninguna que la lleve incorporada. Eso sí, la treintena de piezas exhibidas recoge una amplia diversidad de instrumentos de este tipo: hay las que incorporan diferentes tipos de sonajeros, algunas están decoradas con grabados y hay las que incorporan bellas esculturas en madera. Algunas de ellas es obvio que se han elaborado con materiales de reciclaje (una cosa muy común en este tipo de instrumentos, que podían usar incluso varillas de paraguas). Elena Martínez-Jacquet, comisaria de la exposición, afirma que esta exposición puede ser pequeña, pero no es poco ambiciosa con respecto a la calidad. Martínez-Jacquet recuerda la gran importancia de la sansa, un instrumento que tiene la ventaja de la versatilidad: es fácil de transportar, es muy adaptable a diferentes músicas y el mismo músico puede cambiar fácilmente la afinación.
Una gran fundación
La Fontana tiene una colección de 2.000 instrumentos "exóticos": asiáticos, africanos, americanos y oceánicos (además de una gran colección de 14.000 piezas de cerámica española). Fue iniciada por Helena Folch, hija de un gran coleccionista, con fondos procedentes de sus viajes por el mundo en los años 1970, pero más adelante fue ampliada con compras a anticuarios. Todos ellos son instrumentos de una cierta antigüedad (la mayoría de finales de siglo XIX y principios del siglo XX), escogidos a menudo por sus cualidades estéticas más que musicales. La impresionante colección de instrumentos musicales de la Fundación está depositada en Rupit, en un lugar no muy apto para recibir visitantes. Por lo tanto, está cerrada al público. Por eso sus responsables, que quieren difundir su patrimonio, intentan sumar fuerzas con otras instituciones dedicadas al mismo campo.
Colaboración permanente con el Museo de la Música
La exposición sobre las sansas es la primera actividad de una línea de colaboración que pretende ser estable y que consistirá en la cesión por parte del Museu de la Música de una vitrina donde cada temporada se pueda presentar una exposición de los instrumentos exóticos de La Fontana. Además, el Museu de la Música ha organizado varias actividades con motivo de esta exposición. El domingo 29, con motivo de la presentación de la exposición, habrá un concierto a cargo del Ensemble Xumo Nujo con el que los asistentes podrán tener una cata del sonido de este instrumento. El jueves 10 de octubre habrá una conferencia sobre las sansas, a las 18h, a cargo de la comisaria de la exposición y de Rémy Jadinon, del Museo Real de África Central de Terburen (en Bélgica), el principal centro sobre musicología africana. El museo barcelonés ofrece, también, diferentes tipos de visitas comentadas. Y el músico camerunés Xumo Nunjo, a partir de enero, dará un curso de introducción a la sansa.
Una cata
El grueso de la exposición es una gran colección de sansas antiguas, procedentes de diferentes puntos del continente (se complementan con 5 o 6 sansas del Museu de la Música nuevas, usadas recientemente en el continente africano), con unos paneles que explican su papel. La exposición se ilustra con algunas fotografías antiguas, así como con grabaciones de vídeo procedentes del Museo Real de la Centroáfrica de Terburen, lo que enriquece mucho la exposición al permitir la audición del sonido de la sansa. Además, se puede contemplar el procés de fabricación de una sansa y se muestra la vitalidad de este instrumento, que se ha podido incorporar a orquestas y bandas modernas gracias a las tecnologías de amplificación. Un dispositivo multimedia permite ubicar las sansas en un mapa del África y verlas desde diferentes perspectivas. Pero quizás lo más importante es que hay un par de sansas (de fabricación industrial y con tonos occidentales) para que los visitantes puedan probar por ellos mismos la sonoridad del instrumento. Una exposición modesta, pero original, que ayuda a enriquecer un museo con piezas espectaculares pero no siempre atractivo para el visitante.