El TNC ofrece, dentro de su programación familiar, una obra muy sorprendente: una ópera interpretada por autómatas y realizada gracias a la aplicación de las nuevas tecnologías: El somni de Gulliver, de Roland Olbeter. Una historia ya clásica, el viaje sin rumbo de Gulliver, se convierte en una ópera en que todo está mecanizado: los instrumentos, las luces, los personajes... Sólo la voz de los cantantes es humana, pero está grabada: antes de la obra se grabó la interpretación de la música, por parte de 10 cantantes y 10 instrumentos musicales automáticos. Según Roland Olbeter, artífice de todo el montaje, a partir del momento en que alguien pulsa el botón de marcha, todo el mecanismo funciona solo hasta el final del espectáculo: se ha sincronizado a numerosos títeres mecanizados, proyecciones sobre pantallas, canciones, proyecciones sobre títeres... Un espectáculo para todos los públicos que se presentará en la Sala Tallers, a partir de mañana, en funciones de fin de semana y en funciones escolares.

La fascinación por el autómata

Roland Olbeter es uno de los colaboradores habituales de La Fura dels Baus y de Marcel·lí Antúnez en sus espectáculos con autómatas. En la actualidad es uno de los grandes creadores de teatro con objetos, y El sueño de Gulliver es su obra más acabada, una ampliación del espectáculo de mismo título que se presentó el año pasado en el Grec. El creador ha pasado siete años en acabar de perfilar este espectáculo. Olbeter se confiesa enamorado de los autómatas clásicos. Y en este caso, quiere demostrar que los pistones y las correas no sólo pueden transmitir movimientos, sino también expresar sentimientos. Para realizar esta obra se han usado 60 motores sincronizados. Y el espectáculo está pensado para que se pueda llevar de gira: toda la caja escénica se puede colocar en un remolque que puede transportar un turismo.

Un proyecto muy complejo

Esta ópera se ha hecho realidad gracias a que una empresa especializada en la automatización de fábricas, FESTO, decidió patrocinar el proyecto de Olbeter. Este socio tecnológico ha sido esencial para llevar adelante un proyecto que involucra a muchos actores diferentes. En primer lugar hacía falta un trabajo de ingeniería para ajustar los movimientos de los títeres, y al mismo tiempo un trabajo informático de programación para coordinar todo el proceso: movimientos, música, luces... Los instrumentos musicales usados son una especie de "violines" electrónicos, que funcionan de forma absolutamente automatizada y la partitura, de la uzbeko-astraliana Elena Kats-Chernin, ha sido realizada especialmente para ser interpretada con diez de estos instrumentos, que tienen unas posibilidades mucho más limitadas que los violines clásicos.

Gulliver muy adaptado

Roland Olbeter ha reconocido que está fascinado por la figura de Gulliver, un personaje que se inventó hace tres siglos pero que según él sigue teniendo plena vigencia y que entronca completamente con el surrealismo. Para Olbeter, lo más fascinante del personaje de Jonathan Swift es que se marcha sin un objetivo claro, para conocer mundo. En la ópera de Olbeter, Gulliver es un científico que se ha pasado la vida explorando los misterios del universo para encontrar el origen del Big Bang; viejo y desengañado decide ir a dar vueltas por el espacio en busca de la verdad. Lo hará en una nave espacial monoplaza, que no es sino una réplica del kayak que tiene Olbeter desde su adolescencia. En este viaje Gulliver se encontrará con situaciones y personajes muy diferentes, que le harán enfrentarse con sus convicciones. Cada etapa del viaje se corresponde con uno de los actos de la ópera. El primer episodio se inspira directamente en Los viajes de Gulliver; el científico visita el país de los diminutos liliputienses, donde tendrá que enfrentarse al absurdo del autoritarismo y la violencia. En la segunda etapa del viaje, Gulliver llega al planeta de los sentidos, Glumdalkiltch, que tiene forma de una mujer bella y gigantesca (una de las piezas más espectaculares de la ópera, constituida por una figura articulada sobre la que se proyectan imágenes). Allí aprenderá mucho sobre el placer y la sensualidad. En el tercer acto, Gulliver se encontrará con los inmortales, que le hacen cuestionarse todos sus principios al afirmarle que desean la muerte. En la última etapa el viajero llegará a un planeta poblado por cuervos, que el introducirán a los conocimientos sobre la vida y la muerte. Es a través de este viaje, que Gulliver se da cuenta de que sus preguntas iniciales no tienen sentido para orientar su vida y decide continuar su viaje vagando por el espacio. Un poco como el Gulliver de Swift, que vuelve tan desengañado de su viaje que acaba apartándose de los humanos y viviendo sólo con su caballo.

Sin duda, diferente

El somni de Gulliver tiene, sin duda, una gran fuerza visual. Usa algunos recursos de gran impacto escénico: desde el ejército de liliputienses (que no para de desfilar), hasta el impresionante inicio, con el kayak lanzándose a su viaje estelar, o también las conseguidas imágenes coloreadas del placer de Glumdalkiltch. El TNC presenta esta obra como una ópera para gente de 10 a 101 años, negándose, muy correctamente, a calificarla como una obra infantil. Y, a pesar de todo, es una obra programada en horario familiar, aunque en realidad en algunos aspectos podría ser una obra apta para un público adulto. Sin duda, son muchos los mayores que pueden quedarse fascinado por la fuerza emocional de los aparatos mecánicos de Olbeter (aunque difícilmente se podría valorar este espectáculo como una ópera). En realidad, Olbeter ha anunciado que el espectáculo se presentará próximamente en Munich, en el Festival de Ópera, y se está planteando la posibilidad de que haga una gira por Asia. Y a pesar de sus evidentes virtudes, El somni de Gulliver no deja de ser inquietante. Hasta ahora el poder del teatro y de la ópera venía, básicamente, de la fuerza de la presencia humana sobre el escenario. Olbeter nos presenta un espectáculo en qué la ha presencia humana ha quedado reducida al montaje de piezas, a la elaboración del software, a la escritura del libreto y al diseño de títeres. A buen seguro no será la última obra automatizada que se representará; quizás dentro de unos años será normal ir a ver un escenario de teatro sin actores. Pero en el fondo, para muchos, la gran fuerza del teatro es haber sido uno de los últimos reductos de la humanidad en el planeta.