Cuando se habla de grupos que han cambiado la historia del rock contemporáneo, a menudo se citan nombres norteamericanos o británicos. Pero a mediados de los años noventa, desde la ciudad sueca de Umeå, un cuarteto llamado Refused redefinió el significado de la agresión musical, de la conciencia política y de la forma misma del punk. Su legado, más que un éxito comercial, es un punto de inflexión estético e ideológico que aún resuena en infinidad de bandas posteriores.
La forma del punk que tenía que venir
Refused comenzaron como una banda de hardcore punk militante, heredera de la tradición straight edge y de la cultura DIY, pero con una ambición que iba más allá de las convenciones del género. Con Songs to Fan the Flames of Discontent (1996) ya apuntaban a un sonido más denso y conceptual, pero sería con The Shape of Punk to Come (1998) que alcanzarían la categoría de mito. El título, una declaración programática, no era ninguna exageración: aquel disco combinaba hardcore, free jazz, música electrónica y samples con una coherencia radical, adelantándose una década a la fusión que después dominarían grupos como At the Drive-In, The Dillinger Escape Plan o Rage Against the Machine.

El álbum fue, paradójicamente, un fracaso comercial en el momento de su salida. El grupo se disolvió poco después, agotado por las tensiones internas y por la frustración de un público que no entendía su mensaje. Pero el tiempo les dio la razón. Cuando el punk de los 2000 se institucionalizó y el post-hardcore empezó a mirar atrás, The Shape of Punk to Come se convirtió en una biblia para toda una nueva generación de músicos que buscaban llevar la energía del punk a terrenos más experimentales y conceptuales.
Con The Shape of Punk to Come (1998) alcanzarían la categoría de mito. El título, una declaración programática, no era ninguna exageración: aquel disco combinaba hardcore, free jazz, música electrónica y samples con una coherencia radical
Su radicalidad ideológica también dejó huella. Las letras de Dennis Lyxzén, impregnadas de marxismo, anarquismo y crítica cultural, ofrecieron una alternativa intelectual dentro de un género a menudo reducido a la rabia adolescente. Refused demostraron que la agitación política podía ir de la mano con la vanguardia sonora, y que el compromiso podía ser tan estético como ideológico.
Cuando la banda se reunió en 2012 para una gira mundial, muchos esperaban nostalgia; lo que encontraron fue una reivindicación del presente. Su regreso, y discos como Freedom (2015) o War Music (2019), demostraron que su propuesta seguía viva: combativa, articulada y feroz, en un momento en que la rebelión parecía domesticada por el mercado.
Refused demostraron que la agitación política podía ir de la mano con la vanguardia sonora, y que el compromiso podía ser tanto estético como ideológico
Hoy, Refused son un puente entre épocas: anticiparon la experimentación del rock del siglo XXI, influyeron en escenas tan diversas como el metalcore, el post-punk o la electrónica industrial, y recordaron que el punk, antes que un sonido, es una actitud ante el mundo. Su importancia no radica solo en haber predicho “la forma del punk que tenía que venir”, sino en haber inspirado a toda una generación a imaginar que el cambio —musical y político— era posible. Una revolución, sin embargo, que ahora toca a su fin con una gira de despedida que hoy recala en la sala Razzmatazz de Barcelona.