Uno de los problemas fundamentales del true crime, sea en la forma de documental o de ficción, es que insiste en sublimar el qué y el cómo, y sobre todo quién lo ejecuta, pero pocas veces presta la misma atención a las víctimas. Ya forma parte de los códigos del género mostrar el mal y sus derivadas, pero las víctimas de los casos parecen haber venido al mundo para ser solo eso, víctimas, personas de las que tenemos constancia solo por el hecho de haber encontrado a su verdugo. En una escena de El Quinto Mandamiento la sobrina de uno de los personajes dice que no quiere que la gente recuerde a su tía como aquella mujer que fue asesinada. De eso, y de muchas más cosas, va esta extraordinaria miniserie británica estrenada en Filmin.

Se reconstruye el caso real de Peter Farquhar y Ann Moore-Martin, los dos jubilados que fueron engañados (sentimentalmente), manipulados (económicamente) y finalmente asesinados por Ben Field, un estudiante con pinta de buen samaritano que en realidad actuó como un parásito para hacerse amo y señor de sus intimidades. Los creadores lo dejan claro de entrada: aquí hay crímenes y motivaciones muy perturbadoras, pero lo más importante es el punto de vista de estas dos personas que, entradas en la tercera edad, se encontraron con un individuo capaz de una crueldad inimaginable.

Foto El Quinto Mandamiento 2

El Quinto Mandamiento documenta como Field entra en las vidas de Peter Farquhar y Ann Moore-Martin de manera sutil y sibilina, haciéndose imprescindible emocionalmente y alejándolos de aquellas personas que podrían cuestionar sus acciones. Hay un muy buen retrato del asesino, en un gran trabajo de guion (su figura se explica más por determinados gestos cotidianos que por los grandes discursos) y también de interpretación del actor Éanna Hardwicke, pero los responsables de la miniserie evitan caer en la fascinación por el mal que acaba convirtiendo a buena parte de los true crime en una perversa caricatura. Field da miedo, y también asco, por su sola presencia, sin necesidad de escenas impactantes ni flashbacks de infancias traumáticas.

Explora, con un rigor muy loable, el contexto dramático que lleva a Peter Farquhar y Ann Moore-Martin a creer que el chico que tienen en frente es fiable e inofensivo

En cambio, El Quinto Mandamiento explora, con un rigor muy loable, el contexto dramático que lleva a Peter Farquhar y Ann Moore-Martin a creer que el chico que tienen en frente es fiable e inofensivo. La miniserie habla de vejez, de soledad, de desatención afectiva, de la tendencia a menospreciar a las personas mayores, de sexualidad en la tercera edad, del peso de la religión y de la vida en comunidad. Temas, todos ellos, que acostumbran a formar parte de cualquier true crime, pero que pocas veces vemos con esta frontalidad y atención al detalle. Sin explicar más de la cuenta, solo hay que ver cómo se ilustra visualmente el momento exacto en que Field escoge a su siguiente víctima: apelando a la inteligencia del espectador, los autores de la miniserie se abstienen de cualquier subrayado visual y con una sola mirada del personaje nos es suficiente para que lo entendamos. Es una demostración, sencilla pero muy elocuente, de la brillantez de cuatro episodios que se erigen en el perfecto manual de cómo hacer un buen true crime.