Cuando Jessica Pressler escribió un reportaje en la revista New York sobre la estafa que llevó a cabo la supuesta heredera alemana Anna Delvey para hacerse un lugar en la alta sociedad de Nueva York y llevarse parte de su dinero, Netflix fue rápida al comprar los derechos. Y con una experta en el mundo del chisme en su equipo como Shonda Rhimes, creadora de Anatomía de Grey y productora de la serie en lengua inglesa más vista de la plataforma, Los Bridgerton, la fórmula del éxito estaba servida. Pero en esta fórmula perfecta, ¿Quién es Anna? comete un error que lo hará tambalear todo: la excesiva suma de minutos de metraje.

Quién se esconde detrás de la fachada

De entrada, es importante ser conscientes que aquí no encontraréis el típico culebron de Shonda Rhimes. A pesar de que su debilidad por estos temas se hace notar, ¿Quién es Anna? se acerca más a una de sus últimas creaciones, Scandal, por poner más interés en la investigación y el misterio que en los personajes.

 

En este caso, el misterio es descubrir quién se esconde detrás la fachada de Anna Delvey, un curioso personaje casi imposible de descifrar que Julia Garner (Ozark) interpreta de forma magnífica. Pero no os dejáis engañar por el título, la verdadera protagonista no es ella, sino quién la investiga, Vivian, una periodista instintiva y tozuda que, a pesar de la acertada interpretación de Anna Chlumsky (Veep), no deja de ser un personaje que ya hemos visto muchas veces.

 

La lucha con el editor intransigente para que le deje escribir el reportaje o los problemas matrimoniales por estar demasiado inmersa en el trabajo son conflictos muy trillados que alejan la serie de aquello realmente interesante, la historia de la estafadora. Y es que hay demasiados personajes secundarios y subtramas distrayendo de la línea argumental principal, origen, o consecuencia, del principal problema de la serie, el de su duración.

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¿Quién es Anna?, la nueva serie de Netflix de la que hablará todo el mundo

Estirar la historia de forma innecesaria

El ritmo que propone la serie es bastante trepidante, los giros de guion son efectivos y las diferentes líneas temporales ayudan a aportar dinamismo, pero nada de esto evita que la ficción se acabe volviendo pesada cuando tienes nueve capítulos que casi siempre superan la hora de duración. Era necesario hacerla tan larga?

 

La respuesta evidente es que no, porque con capítulos de 40 minutos, allá donde Shonda Rhimes siempre se había lucido en las series de network, todas estas virtudes rítmicas quedarían resaltadas en vez de diluidas. Y sorprende esta forma de estirar la historia de forma innecesaria por parte de Netflix, una plataforma siempre interesada en que sus contenidos se devoren rápidamente. Quizás se ha confiado demasiado en el criterio de la autora.

 

Y quizás ella también confía demasiado en ella misma, porque intentar equiparar la voluntad de recuperar la reputación periodística de Vivian con la situación desde la prisión de Anna Delvey es un doble tirabuzón narrativo que no termina de funcionar nunca. En este sentido, el mensaje de poner en valor la profesión del periodismo queda muy claro, el de la moralidad respecto a las manipulaciones de Anna entre las altas esferas quizás no tanto, y el porqué de haber alargado tanto la serie continuará siendo un misterio irresoluble.