Roma, colina Vaticana, Capilla Sixtina, 11 de agosto de 1492. Hace 533 años. El cónclave, reunido desde el día 6 de agosto anterior, elegía al cardenal Roderic de Borja como nueva jefe de la Iglesia. Roderic, nacido y criado a Xàtiva (1431-1437) y formado en València capital (1437-1452) y en Bolonia (1452-1456), sería el segundo y último —hasta la fecha— papa catalanohablante de la historia. Sobrino —por parte de padre— de Alfons de Borja —el papa Calixto III y primer pontífice catalanohablante de la historia (1455-1458)—, labraría su trayectoria en medio de un contexto general de grandes transformaciones políticas, sociales y económicas (final de la edad media e inicio de la era de las navegaciones). Y culminaría su propósito después de una larga y laboriosa carrera y de una disputadísima elección al sitial de San Pedro.
El cardenal Roderic de Borja, que reinaría como Alejandro VI, sería un pontífice polémico. Autoritario, maquiavélico y disoluto a partes iguales, como los grandes monarcas de su tiempo (Fernando II de Catalunya-Aragón, llamado "el Católico"; Luis XII de Francia, rebautizado como "padre del pueblo", o Enrique VIII de Inglaterra, creador de la Iglesia anglicana), que desafiaban el tradicional equilibrio de poderes de un régimen feudal que ya se caía a pedazos. Un papa que intervendría en los grandes asuntos políticos internacionales de su tiempo. Más aún de lo que habían hecho sus antecesores, y más aún en beneficio de sus aliados. Pero, ¿quiénes eran estos aliados de Alejandro VI? ¿Eran los que lo habían llevado hasta el sitial de San Pedro? Si era así, ¿quién estaba detrás de la elección de Alejandro VI? ¿Y cómo y por qué lo habían impulsado al pontificado?

Roderic de Borja, cardenal socarrat
La carrera de Roderic fue larga y laboriosa. Y si bien es cierto que el inicio de esta carrera se forjó a la sombra de su poderoso tío —el papa Calixto III—, también lo es que la desaparición de su protector (1458) lo colocaría en una situación muy complicada, que amenazaría, incluso, su propia vida. Poco antes de la muerte de Calixto III (1458), Roderic sería nombrado cardenal diácono de Santa Maria in Via Lata, un oportuno destino en Roma que le permitiría tener todos los cónclaves futuros cerca de casa. Pero la muerte de su tío reactivaría la secular guerra entre las familias patricias de Roma por el control del pontificado, y los Orsini (enemigos del eje político catalanoveneciano que había conducido a Calixto III al pontificado) promoverían una persecución salvaje contra los Borja, que culminaría con el incendio y la destrucción de su palacio romano.

El largo camino hacia el pontificado
Desde la muerte de su tío hasta que alcanzó su objetivo (1458-1492), se dedicó a reconstruir el poder que los Borja habían ostentado en Roma, siempre buscando el equilibrio entre los dos grandes partidos que decidían las elecciones pontificias. En 1463, durante el pontificado de Pío II (Eneas Piccolomini, promovido por el difunto Calixto III) era nombrado cardenal protodiácono (cardenal decano). Y en 1483, con Sixto IV (Francesco delle Rovere, impulsado por el eje político castellanogenovés), sería nombrado sorprendentemente decano del Colegio Cardenalicio (presidente de dicho organismo y firme candidato a ocupar el sitial de San Pedro). En medio, entre 1471 y 1492, su carrera dibujaría una paciente y laboriosa trayectoria, que se iniciaba con la mitra de Albano (una pequeña diócesis próxima a Roma) y que culminaría con la de València (una de las más ricas de Europa).

El momento de la verdad
El 9 de julio de 1492, Roderic de Borja era nombrado arzobispo de València. En aquel oportunísimo nombramiento tuvo un papel destacado el rey Fernando el Católico. Reveladoramente, dos semanas después (25 de julio), moría el papa Inocencio VIII (el genovés Giovanni Battista Cybo, sucesor y continuador de Sixto IV) y la oscilación del péndulo que, extrañamente, había permitido dos pontificados consecutivos para el eje Génova-Castilla-Inglaterra imponía un cambio de tornas. Roderic, que todavía no había acudido a València para recoger el báculo de su antecesor, permanecería en Roma valorando todas las opciones. ¿Apoyar al todopoderoso cardenal romano Giovanni Colonna? ¿Escoger entre los venecianos Michiel o Zeno? ¿O entre los toscanos Médici, Riario o Piccolomini? ¿O postularse, personalmente, para ocupar el sitial de San Pedro?

¿Quiénes eran los aliados de Roderic?
Los Borja, desde mucho antes del pontificado de Calixto III (1455-1458), eran parte de un corpus socioideológico surgido en el País Valencià después de la crisis de la peste negra (siglo XIV) y formado por el mestizaje de la pequeña nobleza rural y las clases mercantiles urbanas. Este corpus socioideológico habría sido una parte muy activa en el proceso de entronización de los Trastámara en Barcelona (1412). Roderic, que era resultado de esta tradición familiar y un estratega consumado, no dejaría ni un cabo por atar y, siendo decano del Colegio Cardenalicio, se implicaría decididamente a favor de la operación matrimonial de los futuros a Reyes Católicos (1478-1479), con todos los riesgos que ello implicaba, ya que dicha operación era un avispero de intereses políticos contrapuestos (las clases mercantiles catalanovalencianas, favorables, y cierta aristocracia castellanoleonesa, contraria).

La sombra alargada de Roderic en Catalunya y en el País Valencià
La sombra de Roderic, la que crecía a medida que acumulaba poder, se proyectaría, inevitablemente, hacia Catalunya y hacia el País Valencià. Su amistad con Fernando y su apuesta a favor de su proyecto político lo llevaría, también, a participar en la empresa colombina. Hay tres hitos que revelan el extraordinario grado de participación de Roderic en dicha empresa. La primera, el papel de Lluís de Santàngel —muy vinculado a los Borja— como financiero de la empresa (1486-1492). La segunda, la inexplicablemente larga estancia, durante el primer viaje, del grupo colombino en Canarias (1492). Colón no reanudaría la navegación hasta que se confirmaría que Roderic había sido nombrado pontífice. Y la tercera, el protagonismo de Ballestero y de Boil —muy próximos a los Borja— como primer alcalde y como primer obispo, respectivamente, en el Nuevo Mundo (1493).