Muret (condado independiente de Tolosa), 12 de septiembre de 1213. Hace 809 años. El ejército de la alianza catalano-occitana (casales de Barcelona, de Tolosa, de Comenge y de Foix) era derrotado por un combinado formado por tropas de la monarquía francesa y mercenarios de varios orígenes, que habían acudido al campo de batalla en busca de gloria y botín. La batalla de Muret (Murèth, en occitano) significó el fin de un viejo proyecto catalán que se remontaba a la época de los primeros condes independientes (siglo XI): reunificar la vieja marca de Gotia carolingia, que abarcaba el arco mediterráneo entre la Camarga y el Penedès, y proyectarla hacia el podio de las potencias europeas de la época. Y abrió la salida al Mediterráneo de una Francia aislada que, con la crisis feudal del año 1000, había quedado replegada sobre su propia matriz.

Mapa de la Marca carolingia de Gòtia en el siglo IX. Fuente Universidad de Barcelona
Mapa de la marca carolingia de Gotia en el siglo IX / Fuente: Universitat de Barcelona

¿Cuál era el mapa de Francia antes de la batalla de Muret?

El mapa de Francia la víspera de Muret venía de una formidable crisis, mal llamada revolución feudal, que lo había convertido en un rompecabezas de dominios semiindependientes y que lo había reducido, territorialmente, por la independencia de los más activos y de los más periféricos. Estas dinámicas centrípetas explicarían la independencia de los condados de la mitad sur de la marca de Gotia, pilotada por Barcelona (985-987), o la del ducado de Aquitania, que negoció la boda de su duquesa Leonor con el rey Enrique II de Inglaterra (1152) sin pedir ni siquiera la opinión al rey Luis VII de Francia. No obstante, a inicios del siglo XIII, la tormenta feudal del año 1000 ya empezaba a amainar y los poderes centrales (los estamentos reales) que habían sobrevivido a la crisis se preparaban para recuperar terreno.

¿Cuál era el mapa de Occitania antes de la batalla de Muret?

La ventolera feudal del cambio de milenio (siglos X y XI) había convertido Occitania en un avispero. Los casales condales de Tolosa y de Barcelona (desvinculados del poder central francés) rivalizaban por extender su influencia sobre el resto de dominios occitanos. Tolosa había puesto un pie en la península Ibérica y controlaba los condados del Pallars y de la Ribagorça. Y Barcelona se había proyectado hacia la antigua Septimania y los condados ultrapirenaicos de Carcasona, Besiers, Rasés, Comenge y Foix se habían convertido en vasallos del casal barcelonés. Durante dos siglos largos (finales del IX a principios del XII), Barcelona y Tolosa tuvieron una relación tensa, que vivió su momento culminante el año 1052, cuando Ramón Berenguer I de Barcelona —que estaba de visita oficial a Tolosa— huyó con Almodís de la Marca, la esposa de su anfitrión Ponce II.

Mapa del rompecabezas francés en el año 1000. Fuente Atlas de histoire de France
Mapa del rompecabezas francés el año 1000 / Fuente: Atlas de l'Histoire de France

¿Cómo se gesta la crisis de Muret?

Al principio de la centuria de 1200, la monarquía francesa había puesto orden en su interior y se disponía a recuperar el papel de superpotencia continental que había jugado durante la larga etapa carolingia (747-987). El rey Felipe Augusto observaba con inquietud los progresos catalanes en la fachada mediterránea: Ramón Berenguer III se había casado con Dulce, condesa independiente de Provenza, y el trono de Aix había pasado a ser patrimonio de una rama menor de los Bellónidas. Y observaba con preocupación el cortejo entre los tolosanos y la casa real inglesa de los Plantagenet, que, desde la época de Leonor y Enrique (mediados del siglo XII), ostentaban el dominio de casi toda la fachada atlántica que había sido del reino francés en la época carolingia. Francia quería restaurar los dominios hasta la costa; y catalanes, tolosanos, ingleses y aquitanos eran los enemigos a batir.

Tensión hasta a última hora

La víspera de Muret, la tensión entre Barcelona y Tolosa no había disminuido. Todo lo contrario, las alteraciones de pesos eran frecuentes. Los mapas nos muestran que el vizcondado de Narbona (con sus poderosísimos arzobispos que habían dominado el panorama eclesiástico catalán) gravitaba de la órbita de Barcelona a la de Tolosa, cosa que se explicaría por la restauración de la sede archidiocesana de Tarragona (1114). O que el condado del Pallars, tradicional plataforma tolosana sobre la península Ibérica, había pasado a vasallaje de Barcelona. Sin embargo, en el cómputo global, Barcelona había creado cierta distancia: los condes barceloneses habían sumado Provenza (1112) y Aragón (1137) por la vía de matrimonios muy provechosos; dos grandes dominios territoriales que truncaban la ambición expansiva tolosana hacia el sur y hacia el este.

Mapa de la proyección catalana en Occitania durante los siglos X y XI. Font Enciclopedia
Mapa de la proyección catalana en Occitania durante los siglos X y XI / Fuente: Enciclopèdia

La sombra del catarismo

Coincidiendo con esta etapa expansiva catalana, aparecieron las primeras comunidades cátaras. Cuando menos, en 1167 (casi medio siglo antes de Muret) celebraron un concilio en Sant Felix de Lauragués (a medio camino de Tolosa y de Carcasona) que fue perfectamente documentado y que se considera el pistoletazo de salida del catarismo catalanooccitano. A diferencia de lo que pasó con otras comunidades cátaras situadas en otros lugares de Europa (Renania, Flandes, Borgoña), los cátaros occitanos no fueron perseguidos por los poderes locales. Y eso se explicaría por la composición de aquellas comunidades, formadas, en parte, por ricos mercaderes muy bien relacionados con el poder. Por este motivo, Occitania se convirtió en refugio y oasis del catarismo.

El catarismo, sólo un pretexto

La monarquía francesa vio en la permisiva existencia del catarismo (que en otros lugares era perseguido como una amenazadora herejía), el pretexto perfecto para intervenir militarmente en Occitania. Felipe Augusto era consciente de que la suma de catalanes y occitanos representaba una fuerza suficiente como para desbaratar sus planes. Y para asegurar la empresa, utilizó el fenómeno cátaro para conseguir el apoyo del Pontificado. Inocencio III proclamó la cruzada contra la herejía albigense (contra el catarismo) y las tropas de Felipe Augusto de Francia, con el concurso inestimable de una multitud de señores de la guerra y de sus huestes, se lanzaron sobre Occitania y convirtieron el territorio en una bola de fuego. Uno de estos mercenarios era el inglés Simón de Montfort, que se ganaría el triste honor de ser el gran carnicero de aquel conflicto.

Mapa de la distribución de dominios en Occitania a principios del siglo XIII. Font Encilopèdia
Mapa de la distribución de dominios en Occitania a principios del siglo XIII / Fuente: Enciclopèdia

¿Qué se perdió en Muret?

En aquel escenario de amenaza extrema es cuando, por primera vez, Tolosa y Barcelona se posicionan en el mismo bando. Que la cruzada que proclamaba la persecución del catarismo sólo era un pretexto lo demuestra el hecho de que Pedro I de Barcelona y II de Aragón —llamado, reveladoramente, "el Católico"— se posicionó a favor de sus vasallos occitanos. Aquellos vasallos que, según la tesis francesa, toleraban o practicaban la herejía del catarismo. Inocencio III traicionó a su aliado catalán porque el francés le presentó mejores garantías para parar a los emperadores del Sacro Imperio; rivales y enemigos seculares del Pontificado. Y Pedro malgastó todas sus opciones en una batalla mal planteada y mal combatida, donde se perdió lo mejor del ejército catalano-occitano. Muret fue una auténtica derrota.

Justicia poética

Pedro de Barcelona y Aragón murió en Muret. Y Ramón VI de Tolosa se vio obligado a "expiar" públicamente sus pecados: fue flagelado en las escaleras de la basílica de Saint-Denis de París. El hijo y heredero del difunto Pedro, el pequeño Jaime (más adelante Jaime I), fue salvado, protegido y ocultado por los caballeros templarios, que temían que los supervivientes de aquella masacre, enfrentados en una guerra civil, lo asesinaran. Los casales de Barcelona y de Tolosa y sus antiguos vasallos tardaron años en recuperar la normalidad. Pero Simón de Montfort, que había causado miles de muertes civiles y que había amasado un impresionante botín procedente del saqueo de sus víctimas, poco después encontró una grotesca muerte en Tolosa: un grupo de mujeres que defendían la muralla le lanzaron una piedra de grandes dimensiones que le reventó la cabeza (1218). Justicia poética.