Barcelona, 10 de marzo de 988. Hace 1.037 años. Hacía nueve meses y pico que había muerto el rey Luis V, el último monarca de la estirpe carolingia (21 de mayo de 987). Y hacía siete y pico que había sido coronado Hugo Capeto, el primer rey de la nueva dinastía capeta. El conde Borrell de Barcelona no había ido a Aquisgrán (capital del Reino carolingio de Francia) a renovar el pacto de vasallaje (el reconocimiento de la autoridad) al nuevo rey. Y este hecho, que escenificaba la ruptura de la vinculación política entre aquel poder condal periférico y subordinado y el poder central representado por la monarquía, se considera el inicio del camino en solitario de los condados catalanes.

Mapa de Europa alrededor del año 1000. Fuente Universidad de Texas
Mapa de Europa alrededor del año 1000 / Fuente: Universidad de Texas

No obstante, aquel lejano 10 de marzo de 988, el conde Borrell aún firmaría un documento que iniciaba el redactado con la fórmula protocolaria Ego Borello, gratia Dei, hibereo duci atque marchiso” (Yo Borrell, por la gracia de Dios, duque y marqués de Iberia, o del país de los antiguos íberos, es decir, de la marca de Gotia). En un escenario, probablemente de tensión manifiesta y de respiración contenida, Borrell aún firmaba con los cargos carolingios (conde de Barcelona y marqués de Gotia). Y su cancillería aún redactaba en latín. ¿Pero era este latín administrativo la lengua vehicular de Borrell y de sus cancilleres? ¿Y era la lengua de aquella sociedad?

Mapa de la Marca de Gótia. Font Universitat de Barcelona
Mapa de la marca de Gotia / Fuente: Universitat de Barcelona

La primera mención de una lengua propia

En el año 812 (casi dos siglos antes), la cancillería del emperador Carlomagno había dictado la obligación de oficiar la liturgia cristiana en la lengua vernácula de cada territorio. En los territorios románicos, como el caso de la marca de Gotia, “In rusticam romanam lingüam” (en la lengua latina vulgar o popular). Aquel edicto no era una medida de protección a la diversidad lingüística del Imperio (a pesar de que Carlomagno se sentía especialmente orgulloso de ser el emperador de aquel rompecabezas), sino que se enmarcaba en la estrategia política de divulgación, de forma comprensible y a través de los templos parroquiales dispersos por todo el Imperio, del discurso que articulaba aquella ideología de poder.

¿Qué nos revela el edicto de Carlomagno?

El edicto de Carlomagno revela que, a principios del siglo IX, el Imperio carolingio, y más concretamente la parte de tradición cultural romana, era un rompecabezas de lenguas. El latín inicial, inoculado durante la larga etapa de dominación romana (siglos III a.C. a V d.C.), había evolucionado de forma singular en cada una de las antiguas provincias romanas. De tal forma que cuando Carlomagno firmó el edicto (812), el latín popular (o vulgar) de la antigua provincia romana Bélgica (Neustria carolingia) no era el mismo que el de las antiguas provincias romanas Narbonense y Tarraconense (Gotia carolingia) o el de la antigua provincia romana Nórica (Friul carolingio).

¿Cómo había evolucionado el latín vulgar de la marca de Gotia?

A la evolución singular y particular que, impuesta por el decurso del tiempo, conocería cada una de estas modalidades locales, se habían de sumar las circunstancias históricas propias de cada uno de estos territorios. La marca de Gotia era el resultado final de un proceso histórico iniciado con la invasión árabe de la península Ibérica y la desaparición del estado visigodo hispánico (711-723), seguido de un colosal exilio de las sociedades indígenas de la Tarraconense y de la Narbonense al Reino de los francos (723-754/801) y culminado con el retorno de esta masa de repatriados, al menos de sus descendientes, que llegaban mestizados con la cultura y la genética del país de acogida.

¿Con qué otros latines vulgares se aproximaba o se distanciaba?

De tal forma que el latín vulgar que se hablaría en la Gotia durante la etapa iniciática de recuperación del territorio (Nimes, 754 – Barcelona, 801) sería similar al de Provenza o al de Aquitania, pero, en cambio, sería sustancialmente diferente al latín vulgar de la marca de Friul o del sistema que se desarrollaría en el ducado de Normandía a partir del establecimiento de los hombres del vikingo Rollón y de su mestizaje con las mujeres autóctonas (siglos X y XI). Y no hace falta decir, las notables diferencias entre el latín vulgar de la marca Gotia y los latines vulgares mozárabes (minorías cristianas de Al-Ándalus) que sobrevivirían hasta el siglo XI (invasiones almorávide y almohade).  

¿Qué lengua hablaba Borrell?

Borrell hablaba una lengua que ya era un catalán primigenio, diferente al resto de sistemas lingüísticos territoriales del Reino de Francia (el Imperio carolingio había sido fragmentado en 843). Muy probablemente, Borrell podía entenderse con Guillermo III Tallaferro, conde de Tolosa, o con Guillermo IV Brazo de Hierro, duque de Aquitania, sin necesidad de recurrir al latín académico (la koiné de la época). Pero, en cambio, y también muy probablemente, ya no podía entenderse con Ricardo I Sin Miedo, duque de Normandía, o con el mismo rey, ya fuera Luis V o Hugo Capeto, sin recurrir al latín culto. Y menos aún podía entenderse con los mozárabes peninsulares que languidecían bajo dominación árabe.

Mapa del reino de Francia alrededor del año 1000. Fuente Atlas Histórico William Shepherd
Mapa del Reino de Francia alrededor del año 1000 / Fuente: Atlas Histórico William Shepherd