El martes 17 de junio, el Gremio de Libreros de Cataluña celebró el acto en la Sala 62 del Paral·lel, en Barcelona. Fue una entrega de premios a seis libros de distintas categorías, una gala que se celebra desde hace 26 años y que premia obras que no han recibido la atención que merecían. Este año, las novelas ganadoras son, en la categoría de literatura catalana, Només terra, només pluja, només fang (Edicions del Periscopi), de Montse Albets; y en la categoría extranjera, Edèn (Club Editor), de la islandesa Audur Ava Ólafsdóttir, y Llovían pájaros (editorial minúscula), de Jocelyne Saucier. También se premian obras infantiles nacionales y extranjeras, y el ensayo galardonado ha sido La insubmisa de Gaza (editorial Eter) de Asmaa Alghoul.
Pronto constato que todos son libreros o familiares de libreros, y que esta es una fiesta hecha por ellos y para ellos, un homenaje al oficio.
El librero de la Documenta, Eric del Arco, actual presidente del Gremio de Libreros, se pasea por la entrada y se hace fotos con todo el mundo, con una pajarita de colores y el estilo estrafalario que lo caracteriza: “Represento a todos los libreros de Cataluña, es un cargo del gremio que dura tres años. El objetivo es recuperar libros del 2024 que merecen volver a los escaparates y a las listas de recomendados. Premiar un libro que ya ha recibido reconocimiento no tiene sentido”. Además de los premios a las obras escritas, el gremio también concede galardones a un grupo de libreros veteranos, entre ellos Pep Bernardas, de la librería de viajes Altaïr, y Jordi Casellas, de la librería que lleva su apellido, en Lleida. Llevan casi cuarenta años dedicados al oficio. Bernardas abrió su librería en el Raval antes de cumplir los 30, y Casellas creció en un apartamento que daba al almacén de la librería familiar, fundada en 1914 por su abuelo. Ahora que se jubila, dice Casellas, por fin tendrá tiempo para leer; esta es una de las paradojas del mundo del libro: ni siquiera quienes se dedican a él tienen nunca tiempo suficiente para leer. Eric del Arco me dice: “Yo no llegaré nunca a los treinta y cinco años de oficio”. Se jubilará antes.
Traducción al castellano:
Només terra, només pluja, només fang es la primera novela de Montse Albets, aunque lleva toda la vida en el sector, entre bambalinas editoriales e informes de lectura. Fue librera durante 15 años. “Es una historia que ya hemos oído contar, la de alguien que vuelve a casa para buscar sus orígenes tras una gran pérdida. Hablo de maternidad. El entorno rural y la naturaleza tienen un papel muy importante, pero mientras escribía la novela todavía no había leído Solitud, de Víctor Català; de ella solo había leído relatos”. Cerca de la autora está su editor, Aniol Rafel, de Edicions del Periscopi, vestido con una americana negra. Es un hombre reservado, pero puede estar satisfecho: este es el octavo Premi Llibreter que recibe, y aún tenía otra novela entre los libros candidatos a ganar en la categoría extranjera, La colonia, de Audrey Magee. Periscopi cuenta con la confianza de los libreros, y los lectores lo han catapultado como el editor independiente en catalán de más éxito.
Las sillas tienen nombre y apellido, y los libreros están sentados en primera fila, junto con la consejera de Cultura, Sònia Hernández, y el concejal de Cultura de Barcelona, Xavier Marcé. No tengo ningún rincón donde sentarme; un hombre con barba blanca me dice “disculpa, esta silla ya está ocupada, ¿eres del Club Editor?”. Le respondo que no, y veo que incluso la planta de arriba está llena de público. Podría ser la Sala Apolo; todas estas salas son intercambiables. Me apoyo en la barra, aunque aún no sirven bebida. Me sorprende que haya tanta gente que no conozco, mucha más que los autores, editores y periodistas habituales. Pronto constato que todos son libreros o familiares de libreros, y que esta es una fiesta hecha por y para ellos. Un homenaje a lo que hacen. Me admira la cohesión y la fuerza del gremio, la influencia que me parece que tienen. Suena la música y Elisenda Roca sale al escenario. Empieza el evento.
El escritor Jordi Puntí abre con un delicioso pregón sobre la edición en la que los libreros lo premiaron por su novela Maletas perdidas, y explica cómo ese galardón hizo revivir la novela —se publica tanto que, tras dos meses, cualquier libro que no haya tenido mucho éxito puede quedar sepultado—, y de ahí que el trabajo de recomendar los mejores libros del año anterior, como hace el gremio, sea tan relevante para los autores. Puntí también apunta que, a principios de los 2000, el gremio premió como novelista extranjero a J.M. Coetzee, entonces desconocido en Cataluña; dos años después, el sudafricano ganó el Nobel. En definitiva, el premio es como un oráculo que no se cobra con dinero, sino con prestigio. Sube a la tarima Mohamad Bitari, de la editorial Eter: La insubmisa de Gaza, de Asmaa Alghoul, ha recibido el premio en la categoría de ensayo. Alghoul es una activista por los derechos humanos, y la mitad de su familia pertenece a Hamás: “Este libro ofende a todo el mundo porque critica la ocupación israelí sin pasar por alto la cuestión del integrismo”. Palestino establecido en Cataluña desde hace años, Mohamad Bitari también es traductor del catalán al árabe. Emocionado, excusa la ausencia de Asmaa Alghoul: no ha querido molestarla con vídeos de agradecimiento por el premio ahora que Gaza está a punto de desaparecer bajo los bombardeos.
Oriol Canosa y la ilustradora Cristina Bueno han escrito e ilustrado Els germans corb (Bidi Books), el libro ganador en la categoría de literatura infantil en catalán. La historia es una versión alterada del patito feo: un cerdo que nace en una familia de cuervos y que intenta aprender a volar “a su manera”. Canosa, que también ha trabajado como librero, me dice: “Los niños leen mucho más que los adultos. Solo uno de cada tres adultos lee, y ni siquiera llega a cinco libros al año. Eso los niños se lo funden”. La islandesa Audur Ava Ólafsdóttir aparece en pantalla. Parece un hada, por el tono de voz, su melena pelirroja. Nos dice en inglés que escribe en una lengua que casi nadie entiende; la solidaridad con el catalán es instantánea. Finalmente llega el turno de Montse Albets. Su intervención es sentida: “Gracias por recomendar mi libro, que no es fácil de recomendar. Por ir más allá de las ventas y las tendencias, y gracias por nominar a tres mujeres de generaciones distintas [Albets, Marina Guasch, Teresa Ibars]. Gracias por hacer que no perdamos el norte, que no perdamos la independencia y que, incluso, la consigamos algún día”. Hacía tiempo que no oía a nadie hablar de la independencia; me han venido recuerdos, mientras lo pensaba.
La demanda principal es que las bibliotecas públicas compren los libros que adquieren a través de las librerías privadas
Elisenda Roca bromea sobre el olor de los canapés que los trabajadores del cátering han repartido por la sala; los asistentes perdemos la concentración, nos ha entrado hambre. Pero antes de dejarnos comer y beber, el gremio aprovecha la presencia de la consejera de Cultura y del concejal para lanzar una reivindicación: insisten en la centralidad de su papel y exigen más apoyo por parte de las autoridades. La demanda principal es que las bibliotecas públicas compren los libros que adquieren a través de las librerías privadas, porque “el sector del libro no se sostiene solo [...] hoy celebramos el sector del libro, pero sobre todo la cadena humana que lo hace posible”. Aplausos en toda la sala, arriba y abajo.