Edicions de 1984 acaba de publicar Pregunta-ho a la pols (Pregúntale al polvo, en castellano, en Anagrama), una novela del norteamericano John Fante (Denver, Colorado, 1909 - Woodland Hills, California, 1983). Se trata de un libro de 1939, de fuerte contenido autobiográfico, que narra la vida de Fante en California cuando empezaba a dedicarse a la escritura. Esta novela inspiró la película de Robert Towne Ask the Dust (2006); pero el guion del filme no tenía la dureza del texto original.

De la nada a la fama

Fante es un escritor maldito. Su especialidad es escribir historias de perdedores: pobres, adictos, solitarios, violentos, desequilibrados... Con el agravante que son plenos de referencias autobiográficas. De esta forma la obra de Fante puede presentar situaciones terriblemente desagradables sobre la sociedad donde vive, lo que resulta muy violento. Por eso, quizás, Fante durants muchos años fue rechazado como novelista y se ganó la vida haciendo de guionista de cine (aunque nunca dejó de escribir). Hizo falta que otro autor maldito, Charles Bukowski, reivindicara su figura en los años setenta para que fuera reeditado y ganara una cierta fama.

Fante, a la sombra de Bandini

Fante empezó a escribir cuentos, tal como relata en Pregúntale al polvo. Los primeros libros que publicó fueron Wait until the Spring, Bandini y Ask the Dust (Pregúntale al polvo), dos obras de la tetralogía dedicada a Bandini (las otras dos no se publicarían hasta los años ochenta, una de ellas después de su muerte). Pero como no conseguía vivir de su obra literaria, se dedicó a hacer guiones para Hollywood. Su vida estuvo muy marcada por la bohemia y por el consumo de alcohol, pero tuvo que dejar estos hábitos cuando fue diagnosticado de diabetes. En los años setenta le amputaron la pierna y perdió la vista: su última obra tuvo que dictarla a su esposa. En realidad, la obra de Fante tuvo resonancia, sobre todo, a partir de su muerte. Su vida fue retratada en el documental John Fante: A Sad Flower in the Sand (2001).

La dignificación de la alcantarilla|cloaca

Todo el mundo en algún momento u otro ha tenido sentimientos bajos. El álter ego de Fante en Pregúntale al polvo, Arturo Bandini, tiene muchos. Pero no todo el mundo es capaz de convertir sentimientos innobles en alta literatura. Fante sí. La envidia, la codicia, la calumnia, el miedo, la obsesión y la mezquindad se convierten en una joya literaria cuando pasan por el filtro de la pluma de Fante (un autor en eso comparable a Edward Limònov o al mismo Bukowski, su discípulo).

Una trama mínima

Fante construye una trama excelente con cuatro elementos muy simples. Un escritor de 20 años italo-americano, Arturo Bandini, que tiene una visión grandilocuente de sí mismo y que quiere triunfar literariamente, pero que está en una situación de absoluta miseria. Una camarera mexicana desquiciada que vuelve loco al protagonista, pero que no se lo toma muy seriamente. Un editor ausente, la gran esperanza de Bandini. Una mujer madura, triste consuelo del protagonista. Y un rival casi etéreo, pero presente cuando menos se lo espera. Al fin, el juego de la excentricidad al que el protagonista recurre como aspirante a artista acaba trágicamente.

Los peores escenarios

Toda la acción se desarrolla en California, donde Bandini (y Fante) van a buscar fama, amor, dinero y sexo. Pero lo que acaba encontrando no es la California del glamour, de las playas preciosas, de las actrices de cine, de los grandes coches... Es una California de pensiones miserables, de personajes fracasados, de jubilados, de muertos de hambre, de desequilibrados... Un mundo de miseria absoluta, donde la miseria física (con el hambre como amenaza permanente) tiene su justo paralelismo en la miseria moral de muchos de los personajes. La fealdad es omnipresente. Sin duda Bandini, el álter ego de Fante, era un paranoico. Pero la paranoia se desarrolla en las situaciones hostiles, como las que retrata la novela.

Bandini: la egolatría

De hecho, todos los personajes están al servicio de Bandini, porque este personaje es la personificación de la egolatría. Pero es justamente la falta de pudor de Fante aquello que hace que este libro sea extraordinario. Una obra que, con ochenta años, no ha perdido ni pizca de su fuerza. Todo una lección de literatura.