Madrid, 10 de mayo de 1713. Fase final de la Guerra de Sucesión hispánica (1701-1714/15). Solo Catalunya y las Mallorques quedaban libres de la ocupación borbónica. Y Felipe V, el primer Borbón hispánico, clausuraba las Cortes de Castilla que, entre otras cosas, proyectaban con una claridad meridiana las líneas maestras de la política represiva borbónica que, más adelante, se desplegaría en el Principat y en las Illes. Y, además, introdujo una ley que podía parecer absurda e innecesaria, pero que, en cambio, pretendía blindar Felipe V y el régimen borbónico español: la ley sálica, que impedía a las mujeres ocupar el trono español como reinas titulares. ¿Qué sentido tenía que aquellas cortes promulgaran una ley de aquella naturaleza?

El contexto
Cuando Felipe V cerró las "Cortes de mis reinos de la Corona de Castilla y a los a ella unidos" (a sangre y fuego), la cancillería de su abuelo y valedor Luis XIV de Francia había firmado —en nombre de las dos coronas— los Tratados de Utrecht (marzo-abril, 1713), que tenían que poner fin al conflicto sucesorio hispánico. En aquellos tratados el régimen borbónico español, entre otras cosas, reconocía la soberanía británica sobre Gibraltar y Menorca; y cedía el Asiento de Negros, la parte del león del negocio colonial en la América hispánica, a un consorcio británico. Y, al otro lado de la mesa negociadora, Carlos de Habsburgo, que a la muerte de su hermano José I, había ocupado su lugar(1711), entre otras cosas renunciaba, personalmente, a la corona hispánica.
¿La candidata Isabel Cristina?
Entonces, si todos los actores de aquel conflicto, excepto Catalunya y las Mallorques, habían acordado que Borbón sería el "rey desnudo" de las Españas; ¿qué sentido tenía que aquellas cortes de Madrid promulgaran la ley sálica? ¿Era porque, después del abandono de Carlos de Habsburgo (1711), los catalanes y los mallorquines (y la oposición clandestina valenciana) tenían una candidata en la recámara? ¿Quizás Isabel Cristina de Brunswick, la esposa de Carlos de Habsburgo, que se había quedado en Barcelona como prenda del compromiso del austríaco con los catalanes, era una amenaza para el Borbón? ¿La cancillería borbónica temió una estrategia del Habsburgo consistente en colocar a su esposa en el disparador para reemplazarlo?

El entresijo de Viena
La inesperada muerte de José I había situado a Carlos de Habsburgo en el trono de Viena (1711). ¿Pero por qué razón Carles había relevado a su hermano mayor? ¿José I no tenía descendencia? Pues sí que la tenía. Pero era descendencia femenina: las princesas María Josefa (Viena, 1699) y María Amalia (1701). Y el orden sucesorio en el trono de Viena, que estaba dominado por una ley sálica promulgada siglos antes, habría impedido que las hijas del difunto José I lo pudieran relevar. Pero curiosamente, un par de años más tarde (19 de abril de 1713), Carlos de Habsburgo, que ya reinaba como Carles VI de Austria-Hungría-Bohemia, convencido de que sus sobrinas ya no representaban una amenaza a su posición, derogó la ley sálica austríaca.
¿Por qué Carlos de Habsburgo derogó la ley sálica?
La secuencia de los hechos nos revela que, casi de forma simultánea, en Viena y en Madrid —y con el Tratado de Paz de Utrecht como telón de fondo— se producían movimientos totalmente opuestos. Pero eran hechos que respondían a un mismo combate que se libraba en el campo de la diplomacia. Carlos de Habsburgo, al derogar la ley sálica austríaca (¡¡¡tan solo ocho días después de la firma del primer tratado de paz de Utrecht!!!) habilitaba a sus sobrinas Josefa y Amalia tanto al trono de Viena como al de Barcelona. Carlos había renunciado, personalmente, a ser soberano de Catalunya y rey de las Españas; pero en ningún caso había limitado los derechos de la casa de Habsburgo en Barcelona y en Madrid. Este flequillo no se resolvería hasta el Tratado de Viena de 1725.

¿Por qué Felipe V promulgó la ley sálica?
Veintiún días después de que Viena derogara la ley sálica austríaca (19 de abril de 1713); Madrid la ponía en vigor. En las Españas, esta ley —curiosamente— había formado parte de la cultura política bajo-medieval catalana y, en cambio, casi que no tenía ninguna tradición en la historia castellana. Tanto es así que la existencia de una figura política con poder real como Isabel I —la Católica— (que gobernaría Castilla a caballo entre los siglos XV y XVI) habría sido impensable en Barcelona. Pero para el régimen borbónico de 1713 eso no representó ningún inconveniente. El objetivo era claro: la ley sálica borbónica se promulgaba para que si las Corts de Catalunya nombraban a Josefa o Amalia condesa de Barcelona, esta proclama no tuviera validez para ser reina de las Españas.
¿Josefa o Amalia de Habsburgo tenían derechos dinásticos para ser condesas de Barcelona?
Los mismos que su tío Carlos de Habsburgo. O que las hermanas de Carlos de Habsburgo y del difunto José I: Isabel, Ana y Magdalena. O incluso que Isabel, la esposa de Carlos, que se quedó en Barcelona hasta la evacuación de los ejércitos de la alianza internacional austriacista (30 de junio de 1713) y que, aunque no era una Habsburgo, era la candidata preferida por los estamentos de poder catalanes. Por lo tanto, la ley sálica española se promulgó por la existencia de cinco mujeres Habsburgo y una Brunswick, con perfil político y dotes de gobierno que Felipe V y su régimen contemplaban como una verdadera amenaza. Isabel había sido regente en Catalunya; Ana en Portugal; e Isabel sería gobernadora en los Países Bajos católicos (la actual Bélgica).

¿Qué habría pasado si Josefa, la sobrina mayor de Carlos de Habsburgo, hubiera sido nombrada condesa de Barcelona?
No lo sabremos nunca. Pero podemos especular que, muy probablemente, por la misma dinámica bélica y diplomática del conflicto sucesorio hispánico, no habría podido proyectar su cargo hacia el trono de Madrid. Y la historia nacional catalana y personal de Josefa de Habsburgo habrían sido muy diferentes. También, muy probablemente, su gobierno se habría desarrollado en el escenario de un Estado independiente formado por Catalunya y las Mallorques. Y ella, también muy probablemente, nunca habría sido casada con el futuro rey Augusto III de Polonia y de Sajonia. O sí. Y Catalunya y las Mallorques habrían pasado a formar parte del conglomerado centroeuropeo de los Habsburgo, una opción que, mucho antes, había estado encima de la mesa de negociaciones de paz de Utrecht (1713).
Portada: "Isabel Cristina de Brunsvic / Fuente: Kunsthistoriches Museum, Viena"