Pocos cineastas tienen un vínculo tan estrecho, y exitoso, con el Festival de Cannes como Oliver Laxe. Nacido en París en 1982, hijo de padres gallegos y criado en A Coruña, arraigado en Navia de Suarna (Lugo), donde pasa gran parte del año, pero también residente durante algunos años en Marruecos, Laxe había pasado por el certamen más importante del mundo con cada una de sus películas. Y nunca se había marchado con las manos vacías. Esta vez con Sirât tampoco. Laxe se ha llevado el Premio del Jurado, compartiendo el galardón con Sound of Falling, de la directora alemana Mascha Schilinski.
Sirat entra en el palmarés de Cannes
En realidad, no era arriesgado pronosticar que la coproducción catalana Sirât, con la brutal experiencia que supone su visionado, ya representaba un extraordinario salto adelante. Pero entrar en el palmarés de la sección oficial de Cannes son palabras mayores. “Los cineastas creamos imágenes para que acompañen al espectador a lo largo del tiempo y trabajen en su interior”, decía Laxe durante la rueda de prensa de presentación de la película. Y creednos que no son palabras vacías, porque la apuesta visual y narrativa de Sirât es un auténtico impacto.
La apuesta visual y narrativa de Sirât es un auténtico impacto
Hace unos días, el director apuntaba que su película invitaba al espectador a “caer al abismo, con una película sobre la amistad y la familia, que acaba siendo esa comunidad llena de cicatrices”. Oliver Laxe se refiere a las mochilas emocionales y a las circunstancias que hacen que los personajes lleguen adonde llegan. En ese tránsito entre el cielo y el infierno, que un intertítulo advierte al inicio de la película, Sirât sigue la peripecia de un hombre (Sergi López) y su hijo en la búsqueda de su hija, desaparecida meses atrás: las pistas les llevan hasta una rave en medio del desierto de Mauritania. Y el trayecto les hará compartir camino con un grupo de asistentes a esa fiesta de techno, todos ellos inadaptados, marginales, una especie de piratas contemporáneos antisistema, que no se sabe muy bien si son hippies o punks, o ambas cosas, o ninguna.

Más allá del jovencísimo Bruno Núñez (La Mesías) y de un puñado de ravers reales reconvertidos en actores muy, muchísimo más que eficaces, el protagonista y único actor profesional del filme es el ilustre vilanovense SSergi López, que hablaba de la película en la entrevista publicada hoy mismo en ElNacional.cat: “Sirât es un artefacto muy potente. Una película muy arriesgada y muy contundente. Una marcianada, en muchos sentidos, que deja al espectador patas arriba. Es el relato de la colisión de dos mundos totalmente opuestos: el de un señor convencional, del que no sabemos prácticamente nada, pero que ya se ve que es un tipo de andar por casa, en contraposición al mundo tan bestia de los ravers, gente que está preparada para sobrevivir donde sea. Una subcultura marcada por una música muy potente. Por eso la película tiene esa banda sonora de música electrónica que te hace levantarte de la butaca del cine. Es una película especial. Fue un placer poder disfrutar de la proyección en aquella sala tan grande y bonita de Cannes”, comenta el actor vilanovense.
Con el Premio del Jurado en el bolsillo, estas palabras resuenan más potentes y estremecedoras, casi tanto como la música de una rave y el sonido del motor de unos camiones que atraviesan las peligrosas dunas del desierto
Volviendo a Laxe, el cineasta agradecía al Festival de Cannes que asumiera riesgos proyectando películas como la suya y por “defender un cine frágil y fuerte a la vez. Estar aquí es una prueba de que en España estamos creciendo, haciendo un cine con más alma, y es un buen momento para celebrarlo entre todos”, afirmaba. Ahora, con el Premio del Jurado en el bolsillo, esas palabras resuenan más potentes y estremecedoras, casi tanto como la música de una rave y el sonido del motor de unos camiones que cruzan las peligrosas dunas del desierto.
El cine, una forma de conocer otras vidas
Al recoger el premio, Laxe ha explicado una anécdota sobre su paso hace años por un festival de cine en Jerusalén y su conversación con un taxista palestino en torno a la posibilidad de que ambos tuvieran orígenes judíos. "Os hacemos de tribus diferentes para que os conozcáis", dijo el taxista, un pensamiento que le ha acompañado estos años y que este domingo ha ligado con el festival, porque, de alguna manera, Cannes, el cine, también "aproxima desde varias latitudes". "Viva la diferencia, viva las culturas y viva el festival de Cannes", ha reivindicado en el escenario.