El Ayuntamiento de Barcelona acaba de publicar Barcelona i els seus misteris. Se trata de la traducción al catalán de un folletín del tortosino Antonio Altadill, de 1860, que se hizo tremendamente popular en la Catalunya del siglo XIX y que incluso fue llevado al cine en 1915. Uno de los personajes centrales de la obra es el negrero Pedro Blanco, uno de los personajes más oscuros de la Barcelona literaria y real del siglo XIX.

Altadill, el hombre de la pluma

Altadill fue un autor muy prolífico, que vivía de la escritura. Se dedicó al periodismo, pero también al teatro. Pero lo que lo hizo realmente popular fueron los folletines. En Barcelona y sus misterios es clara la influencia de los folletinistas franceses Alexandre Dumas y Eugène Sue. La obra de Altadill está lejos de la calidad de estos autores: la trama es simple, el ritmo se pierde... Pero eso no fue obstáculo para que la obra fuera muy leída y que Altadill fuera un personaje muy conocido en la Barcelona de la época.

Blanco, el malvado negrero

Con su folletín, Altadill denunciaba la presencia en Barcelona de un oscuro personaje, el traficante de esclavos Pedro Blanco. En la novela, Pedro Blanco no sólo se dedica al tráfico de esclavos, sino que, además, traiciona al protagonista de la obra, el barcelonés Diego Rocafort, y lo vende como esclavo a un rey negro. Cuando el tortosino escribió esta obra, Pedro Blanco ya estaba muerto, pero hasta aquel momento la presencia en Barcelona del esclavista había sido disimulada: prácticamente, ni era mencionado en la prensa local.

Blanco como exponente de la putrefacción burguesa

Antonio Altadill, a través del personaje de Pedro Blanco, hace una crítica a la sociedad barcelonesa de la época. Altadill, de simpatías republicanas, denuncia la corrupción de las élites catalanas y en su folletín hace grandes proclamas contra los males de su sociedad: el egoísmo de los ricos, la explotación infantil, la miseria de la población, los daños provocados por la especulación bursátil...

Un personaje desperdiciado

En realidad, Altadill tenía pocos conocimientos reales sobre la trayectoria de Pedro Blanco. Se limita a presentarlo como capitán de un barco negrero, cuando en realidad, Blanco además de capitán, fue propietario de muchos buques negreros y gestionó durante muchos años un gran centro de compra-venta de esclavos en Gallinas, en la actual Liberia. Vendió decenas de miles de cautivos a los barcos negreros entre 1824 y 1845. Lo llamaban "el Rothschild de la esclavitud”, aunque en los años 1840 se arruinó.

Esclavos en un barco negrero

El Pedro Blanco de Novás Calvo

En cambio, quien estaba mucho mejor documentado sobre la vida de Blanco era el escritor hispano-cubano Lino Novás Calvo, que en 1940 publicó una obra fascinante: Pedro Blanco, el negrero (reeditado hace poco tiempo por la editorial Tusquets). Novás había hecho una buena investigación histórica, y menciona detalles relevantes de la vida del personaje: cita a sus socios gaditanos, detalla a sus colaboradores africanos, informa sobre los ataques ingleses a las factorías negreras de Blanco...

Cuando la ficción supera la realidad

Pero hay que dejar claro que la obra de Lino Novás Calvo, aunque fue publicada en la colección de biografías del editorial Austral, era una novela. Y como tal, se permitía múltiples licencias literarias. No sólo inventaba diálogos, sino que atribuía a Pedro Blanco una relación incestuosa con su hermana Rosa. Además, explicaba que Rosa había muerto en África y que Blanco se había llevado el cadáver por medio mundo dentro de un gran baúl, en el que sus criados pensaban que guardaba un tesoro. Todo eso parece ser pura ficción.

El diablo de Gallinas

Los ingleses, que en la época de Blanco perseguían el tráfico de esclavos, conocían bien a Blanco. El negrero malagueño, para burlarse la vigilancia británica, había puesto muchas torres de vigía cerca de su factoría. Así podía esquivar las patrullas de los cruceros británicos. La marina inglesa en 1840 organizó un desembarco en Gallinas y le destruyó la factoría. Pero Blanco la reconstruyó y la mantuvo abierta hasta 1845.

Un hombre con buenos amigos

Blanco no hubiera podido hacer todo lo que hizo sin una extensa red de colaboradores. En África contaba con la imprescindible ayuda del rey vai Siaka; en Cuba, con la del capitán general Miguel Tacón; en la colonia británica de Sierra Leona se había asociado con miembros del tribunal de represión de la esclavitud... Y tenía agentes en Nueva York, en Matanzas, en Puerto Rico, en Trinidad de Cuba... Sus amistades en Madrid le permitieron ser nombrado, incluso, intendente de Marina.

El benefactor de la humanidad

Varios enemigos del tráfico de esclavos retrataron a Pedro Blanco como un hombre muy educado, que intentaba tratar a los esclavos con el máximo de corrección que permitían las circunstancias. Alguien incluso lo definió como un gentleman. Él se consideraba un benefactor de los negros. Aseguraba que “el comercio negrero hace más bien que todos los misioneros del África”, porque “la condición de los esclavos mejora mucho con su traslado a los países cristianos”.

Escándalos sexuales

La historiadora Lola García Cantús demostró en su tesis que Blanco sufrió un fuerte rechazo en la isla de Cuba durante una larga estancia que hizo allí. Pero Cantús destaca que no se lo discriminaba por su implicación en el tráfico de esclavos, sino por sus escándalos. Mató a un individuo en una riña tabernaria, se iba a la cama con un montón de hombres, blancos y negros, e incluso violó a su sobrino.

El enemigo de Espartero

Cuando Blanco solicitó a su mujer que contemplara cómo él iba a la cama con otros hombres, ésta lo denunció y el asunto se hizo público. Estigmatizado en Cuba, el negrero huyó, primero a Cuba y después a Málaga y Barcelona. Pero allí no se quedó inactivo: conspiró para sacar del cargo al capitán general de Cuba, el antiesclavista Jerónimo Valdés. E incluso se sospecha que participó en el pronunciamiento que derrocó al regente Bartolomé Espartero.

Y, a pesar de todo, un buen padre

Dicen que Blanco tuvo muchos hijos con un montón de mujeres diferentes. Pero en realidad su favorita siempre fue la mulata Rosa, que llevaba el nombre de su hermana. La madre de Rosa era una princesa africana, hija de Siaka, el rey vai de Gallinas. Blanco la adoraba y llegó a apelar a la Corte española para poder reconocerla legalmente. Cuando el negrero viajó a Cuba, Rosa lo acompañó. Pero los cubanos la rechazaban por su color de piel. Por eso, Blanco la envió a vivir a Barcelona y la casó con un rico sobrino suyo.

Muerte en Barcelona

La acción del folletín de Altadill se sitúa en la Barcelona de 1857. Pero era pura ficción. En realidad, en aquellas fechas Blanco ya estaba muerto. Había muerto en junio de 1856, un día de tormenta, a causa de una “congestión cerebral causada por una demencia que padecía hace mucho tiempo”.