Estrenada la segunda parte de la cuarta y última temporada de Ozark en Netflix, parece mentida que el final no sea el tema de conversación en boca de todo el mundo seriéfilo, porque, sin ningún tipo de duda, estamos hablando del cierre de una de las mejores ficciones de la década. Una serie que continuamente ha flirteado con la perfección a través de unos guiones absolutamente brillantes, unos personajes llenos de complejidad y unas interpretaciones estelares. Y quizás el final no ha sido tan redondo como la “O” que da el pistoletazo de salida a cada uno de los episodios de la serie, pero sí que ha estado coherente con el viaje casi perfecto por el que nos ha llevado.

 

Fidel a la serie

Si el final de Ozark no es completamente satisfactorio es porque no llega a ser tan apoteósico como habríamos podido pensar. Es un cierre que resuelve la gran mayoría de interrogantes, pero no todos; que tiene algunos giros bastante impactantes, pero cabe excesivamente sorprendente; y que da la sensación de final, pero también de que podríamos ver más. Es, al fin y al cabo, una conclusión de serie que podría ser una conclusión de temporada, porque no hay grandes fuegos artificiales para despedirse, lo cual no deja de ser fiel a lo que ha sido la serie.

Porque la historia de Ozark siempre se ha mantenido arraigada a la realidad a pesar de mostrarnos complicadas tramas de cárteles, casinos y asesinatos, y eso tiene un mérito increíble. Situaciones realmente inverosímiles parecían creíbles por|para la forma en cómo se llegaba. La serie nos ha llevado de la mano hasta un punto donde, como espectadores, vemos lógico que la mejor solución a un problema sea eliminar una persona. ¿Cómo es posible? Gracias a la construcción de sus personajes.

Relato de empoderamiento femenino

Al inicio de la serie, la voluntad de Marty Byrde de empezar a blanquear dinero para traficantes de drogas para salvar a su familia parecía indicar un viaje del personaje al estilo Breaking Bad. Pero a pesar de la sangre y las actividades ilegales, el personaje no ha dejado de tener buen corazón, generando empatía en el espectador incluso cuando en estos últimos capítulos se ha convertido, por momentos, en líder del cártel. Gran mérito aquí del trabajo de Jason Bateman, que brilla tanto desde la interpretación como desde la dirección de algunos episodios.

El arco de transformación de la fragilidad a la pura maldad, en cambio, lo hemos visto Wendy Byrde, que ha acabado siendo el personaje más complejo de toda la serie, interpretada por una Laura Linney que se tiene que llevar todos los premios habidos y por haber. Quien también se los merece es Julia Garner en el papel de Ruth, potentísimo personaje que ha ido ganando peso para reafirmar que lo que parecía una serie masculina (drogas, armas, dinero...) se ha acabado convirtiendo en un fascinante relato de empoderamiento femenino. Uno de los muchos giros que nos ha ofrecido Ozark, que ahora ha dejado de girar para siempre con un final que no es perfecto, pero que sí que deja un mensaje claro y contundente: que aquí no ganan los buenos, sino quien está dispuesto a todo.