El franquismo se pasó 30 años, de 1945 hasta 1975, intentando ocultar su colaboración con la Alemania nazi y la Italia fascista. Pero de 1939 a 1945 las calles y los edificios públicos de Catalunya vivieron una auténtica invasión de símbolos nazis y fascistas. La ocupación del espacio público era una forma simbólica de depurar una ciudad considerada siempre rebelde por el franquismo. Ahora, la exposición Nazis y fascistas. La ocupación simbólica de Barcelona (1939-1945) muestra esta realidad en el Castillo de Montjuïc. Se trata de una muestra organizada por el Instituto de Cultura de Barcelona, y comisariada por L'Avenç y la Fundació Pi i Sunyer, y que se inspira en el libro Nazis a Barcelona. El esplendor feixista de postguerra (1939-1945), de Mireia Capdevila y Francesc Vilanova, publicado este año por L'Avenç, la Fundació Carles Pi i Sunyer y el Ayuntamiento de Barcelona. La exposición se podrá ver hasta el 23 de febrero.

Imágenes que dicen mucho

La principal fuerza de esta exposición radica, sobre todo, en las 60 imágenes que nos muestran la apoteosis del fascismo y del nazismo en la capital guineana, en su mayoría procedentes del Fondo Brangulí (del Arxiu Nacional de Catalunya) y del fondo Pérez de Rozas (del Archivo Fotográfico de Barcelona). Imágenes de impacto que nos muestran cómo el franquismo quiso llevar la simbología y las visitas nazis al corazón de la catalanidad: al Palacio de la Generalitat (en aquel momento Diputación Provincial), al Ayuntamiento de Barcelona, al Palau de la Música, al edificio del Parlament, a la Universitat de Barcelona... Las autoridades franquistas percibían estos actos como un tipo de expiación colectiva a través del cual se depuraba la ciudad (de la misma forma que en las prisiones y campos de concentración se depuraba a sus ciudadanos). Había que borrar todas las huellas del pasado republicano y catalanista de Barcelona. En aquella Catalunya servil con el Eje incluso se trasplantaron las cerimonias típicas de la Alemania nazi, desde las celebraciones del cumpleaños de Hitler, hasta el Día de Acción de Gracias a Dios por la Cosecha. Barcelona, fue durante una temporada, una prolongación del peor Berlín, con desfiles marciales, espectáculos de gimnasia colectiva de carácter nazi y conciertos de música fascista.

Vista del Paraninfo de la Universitat de Barcelona, sede de la Exposición del Libro Alemán. La sala era presidida por dos bustos de los dictadores, Franco y Hitler, y una esvástica enorme. Foto: Colección Merletti, IEFC.

Complicidades

Pero las imágenes que se presentan en Montjuïc también nos dicen mucho sobre las complicidades de algunos sectores de la sociedad catalana con el fascismo y el nazismo. Ciano visitó Barcelona en olor de multitudes, y no falltó nunca el público para los conciertos de las Juventudes Hitlerianas o para las despedidas de la División Azul. Las autoridades locales anhelaban hacerse fotografías con los jerarcas nazis o con los miembros de las organizaciones fascistas y siempre estaban en la primera fila, en todos los actos. Y no faltaron los intelectuales dispuestos a estar presentes en la llegada de Himmler, el responsable de la muerte de tantos y tantos inocentes.

El día clave

A finales de 1940, cuando los alemanes llevaban las de ganar en la Segunda Guerra Mundial, y sólo se les resistía Gran Bretaña, muchos pensaban que el conflicto duraría muy poco. Franco era uno de estos. Creía que si España entraba en guerra al lado del Eje en ese momento podría beneficiarse, al fin de la guerra, de una ampliación del imperio colonial español en África (y en especial en Marruecos, un territorio por el que sentía predilección). España pasó de ser "neutral" a considerarse "no beligerante". El 23 de octubre Franco se reunió con Hitler en Hendaya; su objetivo era prometer a Hitler la entrada de España en la guerra, a cambio de una ampliación de los territorios coloniales. La reunión no fue como Franco había previsto: Hitler no estaba interesado en la ayuda militar española y no prometió nada al dictador español. Franco salió muy irritado de la reunión. Hitler, más: aseguraba que prefería ir al dentista que volver a entrevistarse con el general español.

El hombre de las SS, en Barcelona

Aquel mismo día, mientras Hitler y Franco estaban en el sur de Francia, el jefe de las SS, Heinrich Himmler, visitaba Barcelona y Montserrat. Fue la personalidad nazi más destacada que pisó Catalunya, en una visita de contenido más simbólico que político. Pero parece ser que este viaje, más allá del especularidad de los actos, fue "tensa, con momentos desagradables". Himmler no consiguió ninguna pista para obtener el preciado Santo Grial. La relación entre Hitler y Franco se enfrió un poco, pero la colaboración política se mantendría, y continuaría bien viva en las calles y espacios públicos catalanes. En realidad, el día de la muerte de Hitler, 12.000 personas fueron a firmar el libro de pésame del consulado alemán en Barcelona. Pero de eso no se conservan muchas fotos. El régimen franquista empezaba a hacer marcha atrás a todo ritmo. No querían ser asimilados al Eje derrotado.

Celebració de l'aniversari de Hitler, el 1943, al Palau de la Música Catalana. Foto: ANC. Solidaridad Nacional – La Prensa.

Rehacer una virginidad

A partir del momento en que Franco se dio cuenta de que Alemania iba a perder la guerra, empezó a colaborar con los americanos, en contra incluso de los compromisos que comportaba la neutralidad: los vuelos americanos sobrevolaban el Sahara e incluso aterrizaban en Barajas, se permitía el paso de tropas aliadas de paisano por la Península... Y a partir de la derrota de Alemania se intentaron esconder todas las muestras de la pasada colaboración entre la Falange, y los nazis alemanes y los fascistas italianos. Paralelamente, los ideólogos del régimen intentaban difundir un discurso según el cual España siempre había mantenido una estricta neutralidad y había repudiado el nazismo como ideología "anticristiana". Como afirmó guasón el diplomático Agustín de Foxá, "Franco trataba de rehacerse una virginidad".

Demasiado lejos, quizás

Es una apuesta muy interesante del Ayuntamiento poner de relieve las complicidades de algunos sectores de la ciudad de Barcelona con los movimientos más reaccionarios. Sería bueno que los ciudadanos fueran conscientes de los momentos más turbios de nuestro pasado. La publicación con L'Avenç y la Fundació Pi i Sunyer del libro Nazis a Barcelona, de Capdevila y Vilanova, ya permitió una primera aproximación al tema. La exposición era una forma de difundir este mensaje de forma muy práctica y visual, accesible para todos los públicos. Desdichadamente, se muestra muy lejos del centro urbano, en el castillo de Montjuïc, una instalación de pago visitada más por extranjeros que por catalanes. Sin duda, a nivel ideológico, el lúgubre castillo de Montjuïc, con toda su carga simbólica, es un lugar muy adecuado para mostrar una exposición de este tipo, pero quizás sería conveniente una itinerancia para garantizar que el máximo de ciudadanos tengan acceso a ella.

 

Foto de portada: Tribuna de honor del Pueblo Español con las principales autoridades franquistas que acompañaron a Heinrich Himmler. A la derecha de Himmler, Wenceslao González Oliveros, gobernador civil de Barcelona; y a la izquierda, Luis Orgaz, capitán general de la IV Regió Militar. Foto: Pérez de Rozas, AFB.