Curs de feminisme per microones, de Natza Farré (Ara Llibres) hace una encendida defensa de las mujeres, partiendo de la base que nuestra sociedad está muy lejos de alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. Por su parte, Fanbooks ha publicado Tothom hauria de ser feminista (en castellano, Todos deberíamos ser feministas, en Traficantes de Sueños), de Chimamanda Ngozi Adichie, una de las más destacadas escritoras africanas actuales. Un librito en el que la autora africana realiza una denuncia de la situación de las mujeres, a nivel mundial. Dos obras que ofrecen dos visiones complementarias del feminismo actual; en realidad, la obra de Adichie es uno de los referentes que usa Farré en su libro.

Un país que no es el que tendría que ser

Natza Farré, en Curs de feminisme per microones, emplea continuas anécdotas de su día a día para denunciar que vivimos en una sociedad sexista, que está muy lejos de alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. Por ejemplo, reflexiona: "Si la mayoría de hombres se quejaran de que los cambiadores de bebés de los lavabos públicos están siempre en el lavabo de las mujeres, estad bien seguras de que habría cambiadores de bebés en todos los lavabos públicos". Pero los cambiadores de bebés sólo son uno de los elementos que analiza Farré, a partir de lo que cualquiera puede ver por las calles de Catalunya. También se fija en los juguetes diferentes para niños y niñas, las revistas "femeninas" que refuerzan los estereotipos sexuales, las preguntas sobre la vida privada a las mujeres profesionales en los medios de comunicación, los chistes machistas, las letras sexistas de las canciones de moda, las definiciones discriminatorias del diccionario... Es un libro escrito con rabia, y que reivindica la rabia que produce la injusticia como herramienta para cambiar el mundo.

Coloquial

El libro de Farré se dirige directamente al lector, en segunda persona, con un lenguaje extremadamente sencillo, con mucha ironía y dirigido a la búsqueda de complicidades. Incluye, incluso, un cuestionario para el lector, en el que quiere obligarle a reflexionar sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Por ejemplo: "¿Te has aprovechado alguna vez, como mujer, de la tetosterona masculina para meterte una buena cena? ¿Te has sentido mal por hacerlo?"; "¿Podemos escoger entre cuidar a nuestros hijos y nuestra vida laboral y personal?"... Farré trata de hacer un libro muy ágil, y por eso combina el discurso más general, con una serie de cuadros sobre casos concretos, en su mayoría muy sugerentes. Toda una reivindicación de que, en nuestra sociedad, todavía hay mucho por hacer en relación con los derechos de las mujeres.

Feminismo por todas partes

Chimamanda Ngozi Adichie es una escritora nigeriana residente en Estados Unidos, que se hizo muy famosa con sus novelas Purple Ibiscus (La flor púrpura, 2003) y Half a Yellow Sun (Medio sol amarillo, 2006). En 2012 publicó en inglés Todos deberíamos ser feministas, la obra que ahora aparece en catalán. Se trata, en realidad, de la adaptación de una charla TEDx, y por lo tanto sigue el formato de estas charlas: muy breve y conciss, con ejemplos personales y con el objetivo de seducir a un gran público. Adichie pues, se muestra más conciliadora que Farré, evita los ejemplor provocadores, y destaca, sobre todo, el hecho que el machismo acaba perjudicando, también, a los hombres: "La masculinidad es una jaula dura y pequeña y nosotros metemos en ella a los chicos. Enseñamos a los chicos a temer el miedo, la debilidad, la vulnerabilidad. Los enseñamos a esconder su verdadera identidad"; "Cuanto más duro se obliga a un hombre a ser, más débil es su ego. Y entonces, hacemos un gran daño a las chicas porque las educamos para que satisfagan el ego frágil de los machos". El feminismo, pues, es presentado como una solución colectiva: "Imaginémonos que felices seríamos, que libres, si fuéramos nosotros de verdad y no tuviéramos que responder a las expectativas de género". Un discurso con el que también flirtea Natza Farré, cuando afirma que "las desigualdades que sufrimos las mujeres no favorecen a nadie". Este argumento sin duda intenta ganar grandes públicos, pero obvia el hecho que, en una situación como esta, hay explotadores y explotados, y los primeros habitualmente no están muy predispuestos a perder sus privilegios.