Sant Feliu de Guíxols es famoso como un destino turísitco de playa y descanso. Pero en un lugar destacado de la ciudad, en la Rambla Vidal, en un edificio magnífico reformato a finales del siglo XIX, Can Vilaret, desde el año 2000 hay un delicioso museo, consagrado a la historia del juguete. Se trata de una amplia colección, repartida por los cuatro pisos del edificio, que ha intentado mantener su encanto original combinándolo con su nueva función. El Museo de Historia del Juguete reúne más de 6.500 juguetes, en su mayoría del periodo 1870-1985. No son trastos en mal estado, sino juguetes en magnífico estado, que parecen recién regalados a algún niño. Cada vitrina es un universo de fantasía a descubrir.

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Primera entrada

La visita a Can Vilaret impresiona a cualquiera, no sólo por la cantidad de juguetes, sino también por la originalidad de muchos de elloss. Niños y adultos se dejan vencer por el atractivo de algunas piezas de gran belleza: muñecas, juguetes de cuerda, trenes, coches, juegos de mesa, bicicletas, soldaditos de plomo y de plástico... También hay algunos juguetes míticos de todos los tiempos, los muñecos Madelman, el Cinexin (lejano antepasado del vídeo), la muñeca Mariquita Pérez, los trenes Märklin, las construcciones metálicas Mecano o los juguetes de hojalata de la marca Payá. Pero junto a estos juguetes muy conocidos hay pequeñas maravillas de gran belleza, hechos quizás por marcas locales, que nunca se hicieron muy populares, pero que seguro que encantaron a algún niño hace muchos años.

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Una colección de lujo

El Museo de Sant Feliu de Guíxols pretende exhibir una muestra de lo que fue el juguete industrial, desde que apareció a nuestro país, hasta el último cuarto del siglo XX. Es fruto de la afición por los juguetes de Tomàs Pla, que lleva 20 años coleccionándolos. Y ha conseguido algunas piezas fantásticas: desde el dragón que hacía de anuncio de la Calle del Terror del Parque de Atracciones de Montjuïc, y que está en el patio, hasta los cotizadísimos helicópteros del Madelman, todavía con su caja original. Los juguetes no es presentan de forma aislada sino organizadas en colecciones, que a veces ocupan salas completas. Es espectacular la reproducción de una habitación infantil de principios de siglo XX con sus juguetes, pero también hay una maqueta de trenes, un espectacular fondo de casas de muñecas... Pero quizá la colección más completa, y la que más convencerá a los aficionados al tema (aunque quizá no al público en general), es la consagrada a los juguetes de lata.

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De miedo

El Museo combina un esquema cronológico con uno temático. En principio en los pisos inferiores encontramos los juguetes más antiguos y a medida que subimos vamos encontrando productos más modernos. Pero, al mismo tiempo, se intenta presentar los juguetes en grupos coherentes, de un mismo tipo y periodo. Los mayores, pues, encontrarán en los últimos pisos juguetes con las que habían jugado hace unas décadas. No son los juguetes que han visto en las películas, sino piezas que despertaron sus ilusiones y que, sin duda, les provocarán un montón de recuerdos. La última sala, impresionante, aprovecha la donación de la Calle del Terror del Parque de Atracciones de Montjuïc hecha por el Ayuntamiento de Barcelona. El llamado "Cementerio de las Momias" transmite todo el miedo, de cartón-piedra, pero efectivo, de los viejos parques de atracciones. Y no son pocos los niños actuales, acostumbrados a otros tipos de terror, más televisivo, que se aterrorizarán al pasar por estas salas.

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Tentación final

El mismo edificio donde se encuentra el museo, esmeradamente restaurado para su función, es una atracción en sí. Contiene numerosos elementos modernistas: baldosas, vitrales, esgrafiados... Pero no todo es modernista: hay elementos anteriores; incluso se conserva un pozo del siglo XV. Algunas estancias son fascinantes: el invernadero con gran tragaluz de cristal soportada con columnas de hierro colado, el patio, un baño de época esmeradamente restaurado... Y junto a todo eso, una sala que se ha querido preservar tal como era en la casa original: la biblioteca, ahora repleta de libros infantiles y de publicaciones sobre el mundo del juguete. Y al acabar la visita, se retorna a la entrada, donde hay una espectacular tienda, donde se venden fantásticos juguetes, algunos de los cuales recrean los juegos de los niños del pasado. Una visita que a los niños les encantará, pero que a los mayores les hará volver, maravillados, a su pasado más lejano.