Paul Auster se ha ido a los 77 años en su ciudad fetiche, Nueva York, víctima de un cáncer de pulmón, según ha informado The New York Times. El escritor norteamericano ha muerto en su casa, en Brooklyn, rodeado de su familia, su mujer, la también escritora Siri Hustvedt, su hija y su nieto. Brooklyn fue su hogar, pero también el escenario de sus novelas, entre las cuales destaca Trilogía de Nueva York, Brooklyn Follies, La invención de la soledad o Ciudad de Cristal. Auster está considerado como uno de los novelistas más influyentes del mundo literario actual, y sus libros han sido traducidos además de 40 idiomas. Su muerte se produce meses después de la publicación de su último libro, Baumgartner, una novela que se ha convertido en su testamento literario, y que repasa cinco décadas como escritor.

Una enfermedad conocida y seguida

La muerte de Auster no ha sido una sorpresa por la mayoría de sus incondicionales seguidores, que se cuentan por millones. Su esposa anunció su enfermedad hace un año, y ha ido informando periódicamente de la evolución de la salud de Auster a través de las redes sociales. Sin embargo, su muerte ha supuesto una conmoción por el mundo literario por la pérdida de un escritor único, convertido en un icono en la década de los 80, y que a lo largo de su carrera ha sido reconocido como uno de los grandes novelistas, al que, sin embargo, se le ha resistido el premio Nobel. Entre otros reconocimientos, Auster fue nombrado en 1992 Caballero de la orden de las Artes y las Letras de Francia y en 2006 fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias de las Letras. "Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que nunca conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento", dijo en su discurso. Además de novela, su obra incluye poesía, relatos, ensayos o guiones de teatro y de cine, algunos incluso dirigidos por él, como Blue in the Face, secuela de su novela Smoke.

Su prolífica obra destaca por estar construida como laberintos literarios, a modo de muñecas rusas o matrioskas o también como una especie de videojuego, en la que mezcla ficción, realidad y autobiografía, y con la que atrapó a millones de lectores en todo el mundo. Auster debutó como escritor en 1982 con La invención de la soledad, que gira en torno a la muerte súbita de su padre, pero la verdadera fama le llegaría con Trilogía de Nueva York, una serie de novelas que agrupa a Ciudad de cristal.  Fantasmas y La habitación cerrada, una obra que The New York Times consideró como una de las 25 novelas neoyorquinas más significativas de los últimos cien años. Pero su obra también destaca por otros títulos como 4 3 2 1, El libro de las ilusiones, el Palacio de la Luna y The Brooklyn Follies, o  La llama inmortal de Stephen Crane, reivindicación de la vida y obra de Stephen Crane. Su última obra, Baumgartner, que se ha publicado este mismo año, es una novela de 200 páginas que publicó cuando se le diagnosticó el cáncer, y que es un relato sobre la vejez, a través de la mirada de Sy Baumgartner, un escritor y profesor de filosofía a punto de jubilarse que perdió a su esposa, Anna, en un accidente hace diez años y que está sumido en el dolor por la pérdida de su gran amor.

Una vida afectada por la tragedia

El duelo y el dolor también ha estado muy presente en la vida personal de Paul Auster. Aunque Nueva York ha sido un personaje más de sus novelas, Auster no nació en la Gran Manzana, sino en Newark, en el estado vecino de Nueva Jersey, en el seno de una familia judía de ascendencia austríaca en 1947. Auster estudió en la Universidad de Columbia -epicentro de las actuales protestas estudiantiles pro palestinas y contra la guerra en Israel- y participó en las manifestaciones de 1968 en contra de la guerra de Vietnam. Tras terminar la universidad se instaló en París, donde según el New York Magazine el escritor neoyorquino se convirtió en una 'estrella del rock'. Sin embargo, su vida se vio marcada por la trágica muerte de su hijo Daniel Auster, que murió por una sobredosis a los 44 años. Daniel Auster había sido imputado por la muerte de su hija Ruby, de diez meses, y según él mismo reconoció, había consumido heroína cuando se quedó dormido y, al despertar, encontró a la pequeña nieta de Paul Auster muerta por intoxicación de fentanilo y heroína.