Dos años después de ganar el Premio Ramon Llull 2018 con La força del destí (Columna, 2018), una magnífica biografía sobre el visionario fundador de la bodega Jean Leon, el periodista y escritor Martí Gironell (Besalú, 1971) vuelve a la novela histórica con Paraula de jueu (Columna, 2020). La novela, que salió a la luz hace pocas semanas, reanuda el argumento de El puente de los judíos, el primer gran éxito de Gironell convertido con los años en uno de los best-sellers medievales más leídos de las letras catalanas. Más de una década más tarde, el puente sobre el río Fluvià vuelve a ser el punto de partida de un relato ambientado al sXIV en el cual la realidad social y religiosa de la época ocurre el telón de fondo de una fascinante aventura que recorre Besalú, Barcelona, Girona y Banyoles.
¿Podríamos decir abiertamente que Paraula de jueu es un punto y seguido de El pont dels jueus, no?
Sí, sin duda esta nueva novela bebe de aquella anterior, publicada ya hace más de una década. El pont dels jueus, tal como dice el subtítulo del libro, era una novela que explicaba la primera construcción medieval del puente de Besalú a cargo de Prim Llombart a partir del personaje real de Pere Baró, el maestro de obras de Perpinyà encargado el año 1316 de levantar un nuevo puente sobre el río Fluvià.
Baró, en aquella ocasión, era protagonista como lector de un manuscrito, de hecho.
Exacto. Es Pere Baró quien lee El pont dels jueus, por eso la novela acaba cuando el maestro de obras acaba la lectura. Y es por eso que con Paraula de jueu sigo la historia de Pere Baró y de un descendiente de Prim Llombart, el joven Kim, ya que pocos meses más tarde de haber publicado el libro, el año 2007, de forma natural ya empecé a cavilar la opción de seguir el hilo.
Paraula de jueu ve la luz después de más de una década macerando en la sombra, pues.
Hace diez u once años ya empecé a documentarme e informarme para tener un cojín providencial a la hora de escribir una nueva novela histórica.
¿Cómo ha sido este retorno a la edad media, después de obras como L'arqueòleg, La força del destí o Strappo, ambientadas en épocas más contemporáneas?
Me interesaba explicar la realidad del sXIV, una época muy convulsa y que quería explicar bien desde todos los ámbitos: económica, social y culturalmente hablando. Sólo así es posible entender el estallido de violencia contra la comunidad judía que existió en nuestro país durante aquellos años.
La novela histórica nos permite comprender cómo éramos con la excusa de un correlato de ficción que esconde mucha realidad, supongo.
Para mí, la novela histórica nos apasiona -en mi caso, tanto como narrador como a lector-porque nos sigue interesando a saber qué pasó cuando nosotros no estábamos. Paraula de jueu nace con esta premisa, por eso he estado tantos años documentándome profundamente para acercar a los lectores un relato que permita comprender una época y unos hechos concretos.
El libro describe unos tiempos de conflicto entre la comunidad cristiana y la judía. ¿Fue más fácil construir un nuevo puente sobre el Fluvià que construir vínculos de paz entre ambas comunidades religiosas?
Más que comunidades, tenemos que hablar de dos culturas o, incluso, dos mundos diferentes. El judaísmo y el cristianismo representaban -y representan- dos visiones diferentes de entender la vida, aunque tuvieran tantas cosas en común.
¿Visiones próximas pero irreconciliables?
Para construir puentes físicos hacían falta piedras, y para construir puentes de hermandad hacían falta, y hacen falta, palabras. El título de la novela pone énfasis en eso: en la importancia de la palabra como eje vertebrador del respeto entre diferentes, de nexo para acercar las visiones divergentes sobre la vida.
El libro parece dejar claro que estas divergencias son menos de las que creemos, sin embargo.
No hay que documentarse de forma demasiado extrema para darse cuenta de que los cristianos y los judíos del sXIV tenían más cosas en común de las que ellos mismos negaban tener, pero el relato de la historia ha ido haciéndonos creer que eran comunidades muy diferentes y enfrentadas entre sí, cuando en realidad tenían muchas cosas en común.
Los judíos afirman en el Libro de la creación que la palabra puede crear vida, y los cristianos afirman que "Al principio fue el verbo", hecho.
La palabra es un elemento clave en aquella época. Los judíos afirmaban, en efecto, que la palabra es capaz de crear vida, como el famoso mito del Gòlum, pero también son conscientes de que puede crear odio y muerte.
¿Se ha devaluado el poder de la palabra, con los años?
Sin duda. La utilizamos tan a menudo que pocas veces nos damos cuenta de su importancia, tanto por lo que significa de positivo como por los peligros en caso de ser mal utilizada. Reflexionando sobre el poder de las palabras descubrí, por ejemplo, la Teoría de la Palabra de Lluís Duch, monje de Montserrat, que hace referencia a eso: si las palabras no funcionan, la sociedad se deshace.
Kim, el protagonista del libro, está llamado a reconstruir el puente de Besalú... pero a reconstruir con palabras los vínculos entre judíos y cristianos.
Etimológicamente su nombre, que es Joaquín en hebreo, ya significa eso: "aquel que construirá". Su gran misión, sin embargo, empezará con la llegada de Nissim El Girondí en el pueblo, concretamente a casa su bisabuela.
¿Quién es este judío expulsado de Francia?
Nissim bien Reuben es un rabino muy reconocido que recibe el encargo de participar en la redacción del Taqanot, es decir, las leyes que rigen las relaciones entre judíos y cristianos. Es con la llegada de este personaje que Kim Llobard ve la ocasión de ver mundo, por eso abandona momentáneamente las obras del puente para ir a Barcelona al lado del rabino.
La llegada de los dos en Barcelona coincide con el inicio de la criminalización extrema hacia los judíos por parte de Guillem de Sanfeliu, lugarteniente del alcalde real de la ciudad.
Todo empieza con la aparición de un niño muerto delante de la Sinagoga mayor y la activación de una maquinaria brutal llena de falsos rumores contra la comunidad judía, extienden una capa de odio antisemita por toda la ciudad.
El poder de la palabra, en este caso para generar odio, aquello que decíamos antes. ¿Podríamos hablar de fakenews de la época?
Sí, exacto. La población cristiana sabe que los judíos son vecinos con quienes hacer negocios y establecer relaciones tranquilamente, pero sin embargo la población no tiene otras fuentes de información con el fin de contrastar aquello que dice el relato oficial, por eso la animadversión y el odio hacia la comunidad judía no tiene traba. Si la gente acaba creyendo que los judíos envenenan el agua de los pozos o hacen rituales con niños que acaban con la elaboración de pan a partir de sangre humana, por muy sorprendente que parezca hoy, es gracias a las fakenews derramadas a través del relato oficial de la época.
Un relato alimentado por la Santa Sede.
A finales del sXIII el Papa Inocencio III había iniciado ya una cruzada contra los judíos con la voluntad de aislarlos, empobrecerlos y borrarlos del mapa para siempre, en efecto. Cuando desde las esferas eclesiásticas y desde el discurso oficialista de la Corte real se empieza a señalar negativamente la comunidad judía, ni que sea con noticias falsas, el pueblo acaba creyendo que aquellos vecinos con una cultura y unas costumbres diferentes a los suyos son el enemigo.
Asistimos a este estallido de violencia a través de los ojos del joven Kim, que mientras observa el odio entre comunidades se enamora de Ester, una chica cristiana. ¿Es el amor la única herramienta para recoser conflictos?
El amor es respeto y admiración, también. A través de la relación entre Kim y Ester podemos observar los vínculos entre los dos mundos y el descubrimiento mutuo por|para la cultura del otro, pero desdichadamente no es más que una ficción: cuando en medio de tanta criminalización las autoridades judías piden al rey Pere El Cerimoniós que ponga fin al conflicto, el rey mira hacia otro lado y no hace nada con el fin de evitar la permanente violencia verbal y física contra los judíos.
¿A pesar de la misión de Kim y el objetivo de establecer puentes sea una historia del sXIV, se puede hacer una lectura trasladada a la actualidad?
Si existe voluntad de entender y conocer el otro, es muy fácil de poner, a través de las palabras, estas piedras a partir de las cuales edificar un acuerdo de diálogo. Si no hay esta voluntad inicial, sin embargo, si una de las dos partes sigue creyendo que posee la Verdad en mayúscula, hemos visto, vemos y seguiremos viendo que la única salida es un callejón sin salida.
"Voluntad", "construir puentes", "diálogo"... Ya no sé si hablamos del judaísmo y el cristianismo o de la actualidad catalana respecto del estado español.
Pasa aquí, pasa en los Estados Unidos con la cuestión racial, al Oriente Próximo entre palestinos e israelíes o al Oriente Medio entre suníes y chiíes. Todo se reduce a la voluntad de imponer la razón sobre la razón de la otra y la ineficacia para exponer argumentos o ceder, ni que sea medio palmo. Cuando el conflicto es más provechoso que la paz social, sea por|para intereses políticos, económicos o sociales, cualquier intento de construir puentes está condenado al fracaso y al dolor de alguna de las dos partes.
¿Para terminar, es utópico creer hoy día que con la palabra y no el uso de la fuerza se pueden resolver conflictos?
Personalmente creo que sí, por eso soy escritor: para entretener y hacer pasar un buen rato al lector a partir de un relato, pero también para provocar una reflexión de fondo. Y si eso significa ser utópico, me lo considero de forma orgullosa.