La diseñadora Marta Cerdà (Vilafranca del Penedès, 1980) no pensaba que la habían llamado para escribir un libro. Cuando la contactaron desde la editorial para colaborar en la colección Nuevos Cuadernos Agrama, imaginó que sería para un encargo habitual: una portada, quizá algún proyecto gráfico. Pero Isabel Oriols, la editora, tenía otra propuesta: un libro, una especie de ensayo personal sobre el diseño. Con el impacto de la inteligencia artificial alterando los fundamentos de la profesión, le explicó Obiols, era un buen momento para ponerse a escribir y ayudarnos a entender qué es el diseño, qué implica y qué aporta a nuestro día a día.

Entrevista Marta Cerdà, escritora / Foto: Carlos Baglietto
La diseñadora Marta Cerdà acaba de publicar el ensayo Sobrevivir al diseño / Foto: Carlos Baglietto

Con un estilo inconfundible, luminoso, colorido, que se balancea entre la ilustración y la tipografía, hace años que destaca como una de las diseñadoras gráficas más geniales (y universales) de nuestro país: suyo es el diseño del logo de Ceràmiques Guzmán, la discográfica de Manel; los carteles (maravillosos) de los conciertos de Navidad de Mishima; el logo que usa el futbolista noruego del Manchester City, Erling Haaland, para su línea de productos con Nike; los diseños de algunas portadas para publicaciones tan icónicas como The Guardian, Fortune, The New York Times, Los Angeles Times o Vogue. Tenía que ser ella, Marta Cerdà, quien nos explicara qué es eso tan presente en nuestras vidas, pero a la vez tan etéreo, difuso y confuso.

Así nació Sobrevivir al diseño, un libro que, planteando constantemente disyuntivas —forma y función, arte u oficio, orden o aventura... —, Cerdà escribió casi "a chorro", dejando que una idea la llevara a la siguiente, como una especie de flujo creativo muy cercano a su método habitual de trabajo. “Cuando diseño, no hago bocetos previos. Tomo las decisiones mientras trabajo. Y aquí fue igual”, explica. Cada capítulo se abre con un detalle personal —como un recuerdo de su madre hablando del orden— y, a partir de ahí, comienzan a desplegarse reflexiones que mezclan la profesión con la vida. Porque, como reconoce ella misma, el libro no solo habla de diseño, sino también de ella: “Soy otra persona después de escribirlo”.

VOGUE marta cerda
Portada de la revista Vogue diseñada por Marta Cerdà

El diseño es como la política: todo es diseño y el diseño está en todas partes.
Es un tópico, pero el diseño, sí, está en todas partes. Todo lo que puedes tocar y mirar está pensado para que sea de una manera concreta. No pensarlo bien tiene consecuencias. Una señal de tráfico mal hecha puede provocar accidentes, un periódico mal diseñado supone una mala experiencia de lectura...

Todo lo que puedes tocar y mirar está pensado para que sea de una manera concreta. No pensarlo bien tiene consecuencias

El libro es una reflexión sobre tu oficio muy libre de dogmas, como cuando hablas de una tipografía tan denostada como la Comic Sans.
La Comic Sans es una tipografía maravillosa, pero se ha abusado de ella en contextos donde no debería haberse utilizado. Pero eso no es culpa de la tipografía, sino del diseñador que ha tomado una mala decisión. Por ejemplo, en un anuncio de la policía, donde explicas algo serio, no uses la Comic Sans. Tampoco la uses en un libro, porque, de nuevo, la experiencia lectora será terrible.

¿Por qué tenemos esa visión del diseño como algo elitista, si en realidad siempre estamos rodeados de diseño y nos facilita la vida?
Ese es uno de los objetivos, pero sí es verdad que siempre ha existido ese falso rumor de que el diseño funcional es para los pobres y lo bello es para los ricos.

Ikea o Vinçon.
Todo debería ser funcional y bonito. Necesitamos cosas bellas para todos, porque nos afectan profundamente. Cuando vas a tu pueblo y es feo, y los edificios son feos, y nada termina de funcionar, y entras en la web del ayuntamiento para hacer un trámite y no entiendes nada porque está mal hecha, mal diseñada, y no encuentras nada... Todo eso te afecta en el día a día.

Lamentablemente, no todo el mundo puede permitirse tener una lámpara diseñada por Miguel Milá.
Lamentablemente, no. Pero Miguel Milá también diseñó los bancos NeoRomántico que hay en muchos de nuestros parques, y no lo valoramos.

Entrevista Marta Cerdà, escritora / Foto: Carlos Baglietto
Entrevistamos a la diseñadora Marta Cerdà / Foto: Carlos Baglietto

Todo debería ser funcional y bonito. Necesitamos cosas bellas para todos, porque nos afectan profundamente

Tú eras una niña en esos años 80 en que en Barcelona o se estudiaba o se diseñaba.
Mis hermanos son mucho mayores que yo. Uno de ellos, Pau —que aparece en el libro—, tenía una novia que era diseñadora gráfica. Trabajaba en el estudio de Enric Satué, uno de los grandes del diseño en nuestro país. A mí se me daba muy bien el dibujo, y el trabajo final de bachillerato lo hice sobre Andy Warhol. Fue entonces cuando empecé a entender cuál es la barrera entre el arte y el diseño gráfico. No pasó mucho tiempo hasta que supe que, definitivamente, quería ser diseñadora gráfica. Pero no fui consciente de ese gran legado del diseño catalán hasta que llegué a la universidad. Allí, por ejemplo, coincidí con Álex Trochut. Su abuelo ideó una cosa llamada Super Tipo Veloz, una innovación brutal en el diseño tipográfico que dio la vuelta al mundo. O venían a darnos conferencias personas de la magnitud de Yves Zimmermann y alucinabas. Sus diseños los ves cada día, desde que has nacido, forman parte del paisaje. Era como si de repente conocieras al diseñador de los árboles. Fui tomando conciencia de todo ese legado a medida que crecía profesionalmente.

Nuestro legado social y cultural influye en nuestro diseño. Una de las teorías que expones en el libro es que una tipografía tan neutral como la Helvética solo podía haberse creado en Suiza.
Barcelona sigue siendo muy importante en el mundo del diseño. Cuando voy a conferencias en el extranjero, la gente me pregunta por lo que pasa aquí. Desde el modernismo, hay una herencia palpable en la calle que imagino que va calando en los que nos dedicamos al diseño. Luego está el carácter: somos una nación del sur de Europa. En Barcelona, como diseñadores, hemos bebido mucho del diseño europeo, que es algo analítico. Todo se basa en la retícula, en la razón. Es un diseño empírico y científico. Pero también tenemos la herencia mediterránea. Somos latinos y tenemos ese punto espontáneo y desenfadado. Vamos, que nos movemos entre la razón y la intuición. Eso nos hace ser diferentes.

Otro de los apartados más interesantes del ensayo: el ornamento y la mujer...
Al hablar del papel de la mujer en el mundo del diseño, no quería caer en el tópico de que solo un porcentaje muy reducido de mujeres ocupan cargos directivos. No es un problema menor, aunque desde que empecé hasta ahora, todo ha cambiado mucho y para mejor. Pero quería hacer una lectura más profunda. Me ha pasado muchas veces que me han pedido “diseños femeninos”, que es un eufemismo para pedirme un diseño ornamentado, vacío, con poco contenido, que no llame mucho la atención.

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Cartel de los conciertos de Nadal de Mishima diseñado por Marta Cerdà

Me ha pasado muchas veces que me han pedido “diseños femeninos”, que es un eufemismo para pedirme un diseño ornamentado, vacío, con poco contenido, que no llame mucho la atención. Eso me revienta profundamente

Banal.
Eso me revienta profundamente. Me indigna que se vincule la parte más técnica y científica del oficio con los hombres, y la más artesanal y ornamental con las mujeres. El libro es un canto a la artesanía y es un canto al ornamento. Tenemos que volver a abrazar el ornamento, pero entre todos, sin esa división que hace creer que el ornamento y la artesanía son cosas de mujeres y de clases bajas.

¿Todavía fumas?
No, hace mucho tiempo que no fumo.

En el libro hablas de las líneas rojas. De los dilemas éticos y morales que tuviste haciendo una campaña para una marca de tabaco (aunque entonces fumabas un cigarro tras otro).
Tengo muy claras mis líneas rojas, pero tengo mucho más claro que ahora tengo un hijo y, si nos falta comida, me las saltaré. Ese capítulo sobre las contradicciones lo quería titular La culpa, porque es una realidad que todos los diseñadores vivimos muy mal. La nuestra es una profesión profundamente contradictoria: es un oficio muy vinculado al arte, pero a la vez tenemos una profunda relación de trabajo con el sistema capitalista. Esta disyuntiva, la mayoría de libros de diseño la tratan desde la culpa. Hacen un llamado a no trabajar para determinados clientes o productos. Yo he intentado huir de eso. He querido tocar un poco de pies al suelo, porque la realidad es que no todo el mundo puede decir que no. Es más, siendo una profesión bastante precaria, la mayoría de diseñadores no se pueden permitir el lujo de decir que no. Me parecía más interesante ponerlo sobre la mesa y explicar diferentes maneras de cómo podemos lidiar con las cosas que no nos gustan: haciéndolas, no haciéndolas, qué significa no hacerlas, ¿se puede aceptar un proyecto e intentar aportar tus principios desde dentro? Siento mucha rabia ante ese sentimiento de culpa. No vivimos en el planeta Piruleta, somos diseñadores y formamos parte del engranaje del sistema capitalista. Hay muchos libros que dicen que solo debemos trabajar para clientes locales, nada de multinacionales... Pero si no hacemos nosotros ese trabajo para multinacionales, ¿quién lo hará? Porque alguien lo hará. Está muy bien que tomemos conciencia, porque hay que hacerlo, pero no por eso debemos dejar de ser realistas.

¿En qué te fijas cuando caminas por la calle?
En el diseño de las cosas, claro. Pero me pasa en la calle, en las librerías, en las tiendas de discos, en los supermercados... Hay diseños anónimos espectaculares. O los rótulos que hacía el señor Francisco Espelde, del colmado Quílez de Barcelona. Mucha gente ha copiado sus letterings. Incluso, América Sánchez diseñó el cartel de La Mercè de 2001 inspirándose en los rótulos que hacía el señor Espelde para marcar los precios. Cuando yo estudiaba eran superpopulares, pero en cambio, él, como diseñador —aunque lo era de forma anónima e involuntaria, por necesidad de su trabajo—, ha tenido cero reconocimiento. Lo he intentado buscar muchas veces, pero no lo he encontrado. De hecho, lamentablemente, creo que falleció. O casos como el de Margaret Calvert. Ella sí era diseñadora profesional y su obra es de una importancia capital para la sociedad, porque diseñó las señales de tráfico que usamos en casi todo el mundo. En cambio, a nivel popular, es una absoluta desconocida.

Entrevista Marta Cerdà, escritora / Foto: Carlos Baglietto

Entrevistamos a la diseñadora Marta Cerdà / Foto: Carlos Baglietto

La nuestra es una profesión profundamente contradictoria: es un oficio muy vinculado al arte, pero a la vez tenemos una profunda relación de trabajo con el sistema capitalista. Esta disyuntiva, la mayoría de libros de diseño la tratan desde la culpa. Hacen un llamado a no trabajar para determinados clientes o productos. Yo he intentado huir de eso. He querido tocar un poco de pies al suelo, porque la realidad es que no todo el mundo puede decir que no

¿Cómo te gustaría ser recordada como diseñadora, como Margaret Calvert, que hizo una gran aportación a la sociedad, o como Javier Mariscal, un diseñador mucho más cercano a la figura del artista?
De entrada, eso no se puede elegir. Como diseñador eres de una manera o de otra. Ya me gustaría poder estar encerrada en mi estudio trabajando en una nueva tipografía durante tres años. Pero siempre me he visto como una diseñadora más expresiva, más del lado de Mariscal. Tampoco es una pregunta que me haya planteado. En ese sentido, pienso más en el día a día. Aunque, también debo admitir que, en un oficio tan solitario, que alguien te diga que le gusta lo que haces o que te reconozcan con un premio, siempre hace ilusión.

¿Cuál es el halago más bonito que te han hecho?
Una vez me escribió un correo Paula Scher (una de las diseñadoras más importantes del siglo XX, autora de los logos, entre otros, de Windows y de la joyería Tiffany). Pero no recuerdo qué me dijo (risas).

Volviendo al origen del ensayo: ¿la irrupción de la IA pone en peligro el oficio de diseñadora?
La IA puede ser una herramienta interesante en la automatización de procesos, en la parte más funcional, pero un buen diseño siempre requiere del factor humano. Más allá de que parte del trabajo que hacemos es entender al cliente, sus necesidades... Es una tarea casi de psicólogo para ayudarle a entender que lo que quiere no es exactamente lo que necesita. Empiezo a tener la impresión de que muchos de los que difunden ese rumor son, de hecho, los principales interesados en que nos bajemos del carro.