Sergi Belbel vuelve al Lliure, ahora sólo como director, con una adaptación de Maria Estuard, de Friedrich von Schiller. Una representación que recrea magistralmente el enfrentamiento entre Isabel Tudor, reina de Inglaterra, y su prima María Estuardo, reina de Escocia, encarcelada por orden de la primera. Una obra que vale la pena no perderse.

Reina contra reina

Míriam Alamany (Isabel I) y Sílvia Bel (María Estuardo) son las estrellas absolutas de este duelo, que enfrenta visiones enfrentadas: protestantes contra católicos, racionales contra pasionales, ganadores contra perdedores, reprimidos contra sensuales... A pesar de todo, el duelo acaba siendo desigual: el texto se inclina claramente por María Estuardo, un personaje mucho más perfilado por Belbel que Isabel I, un poco desdibujada. La victoria en la realidad de Isabel I, con la ejecución de María Estuardo, se convierte en la victoria póstuma de María Estuardo, representada con gran solidez por Sílvia Bel. Un canto a la espontaneidad frente al cálculo, a la pasión sobre la política. Míriam Alamany es una contrincante digna de Sílvia Bel, como lo demuestra en una de las escenas finales, cuando las dos reina finalmente se encuentran y el drama estalla. Muy adecuada, también la actuación de los otros actores.

Una adaptación magistral

Belbel hace todo el posible para adaptar el texto de Schiller para hacerlo más accesible a los tiempos modernos. Reduce sustancialmente el número de personajes, pero respeta las frases. Además, acorta los tiempos y lo deja en dos horas. Una forma muy correcta de respetar el texto original y hacerlo atractivo. Belbel sabe poner en primer plano el enfrentamiento de las reinas, y diluir los complejos aspectos históricos de la obra, de tal forma que no hay que tener un gran conocimiento de los personajes históricos para disfrutar del espectáculo.

Escenografía sobria

La escenografía, de Max Glaezbel, está muy conseguida. Extremadamente simple, pero imponente. Ayuda magníficamente a recrear el ambiente, desde la severidad de la reclusión de María Estuardo, hasta la naturaleza inquietante del parque en que se encuentran las dos reinas. El vestuario, a cargo de Mercè Paloma, era muy arriesgado: las dos reinas van vestidas con ropa de época, espectacular, y el resto de personajes con ropa actual de corte clásico, discreto. Los resultados de esta apuesta son plenamente satisfactorios. Contribuye a hacer destacar a las dos reinas sobre los otros actores y las coloca en un plano de igualdad entre ellas.