Tordesillas (Corona castellanoleonesa), 1537. Juana de Aragón y de Castilla, hija de Fernando el Católico, viuda de Felipe Habsburgo, madre de Carlos de Gante y reina recluida por obra y gracia de su padre y de su hijo, firmaba unas capitulaciones a favor del navegante barcelonés Gabriel Socarrats, para la conquista, colonización y explotación de la isla de San Borondón, que las cartas náuticas de la época situaban a ciento cincuenta millas marinas al oeste del archipiélago canario. Socarrats partió inmediatamente y, durante semanas, con su nave deambuló infructuosamente por aquel cuadrante marítimo buscando la isla que señalaban las cartas. Pero nunca la encontró. De hecho, la isla de San Borondón seguiría figurando en las cartas náuticas hasta bien entrado el siglo XIX. Pero ni Socarrats ni ningún otro navegante llegarían nunca a alcanzar sus costas.

Fragmento de una carta náutica de Guillaume Le Teste (1545). Fuente Bibliothèque Nationale de France

Fragmento de una carta náutica de Guillaume le Teste (1545) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France

¿Quién era Gabriel Socarrats?

Según la investigación historiográfica, Gabriel Socarrats era un potente armador de Barcelona, hijo de una familia que poseía una larga tradición en el comercio marítimo. Sus padres, Antoni y Brígida Socarrats, formaban parte de las élites urbanas de la Barcelona de principios del siglo XVI. Algunas fuentes apuntan que los Socarrats ―originarios, remotamente, de Sant Joan de les Abadesses (Ripollès)― durante la Guerra Civil catalana (1462-1472) habían tomado partido a favor de la Generalitat, entonces controlada por las oligarquías del país y enfrentada con la Corona (el conde-rey Juan II, padre de Fernando el Católico) y con el campesinado de remensa. Pero las mismas fuentes sugieren que, concluido el conflicto a favor de la Corona, se habrían acogido al perdón general y se habrían situado en el entorno personal y político de Fernando el Católico.

¿Qué más era Gabriel Socarrats?

Gabriel Socarrats formó parte de una potente clase mercantil catalana que desde mediados del siglo XIV ya exploraba las costas atlánticas africanas. El viaje exploratorio de Jaume Ferrer (1343) a las Canarias y Río de Oro, y el Atlas Catalán de Abraham Cresques (1375), cartografiado sobre las experiencias de los navegantes catalanes de la época, lo testimonian. Pero que, una vez superados los estragos del conflicto civil catalán (1472), se habían lanzado, definitivamente, a la conquista de las rutas marítimas atlánticas. Socarrats formaba parte de una élite comercial catalana que, a principios del siglo XVI, tenía un protagonismo destacado en aquellas nuevas rutas. Dispersa sobre el territorio (Barcelona, València, Sevilla, Cádiz, La Palma, Santo Domingo), pero que conservaba una identidad nacional y cultural: su documentación se redactaba siempre en catalán.

Fragmento del Atlas Catalán de Crezcas (1375). Fuente Bibliothèque Nationale de France

Fragmento del Atlas Catalán de Cresques (1375) / Fuente Bibliothèque Nationale de France

¿Qué buscaba Socarrats en San Borondón?

Desde mediados del siglo XV, el azúcar procedente de la caña se había convertido en uno de los productos comercialmente más rentables. Las explotaciones de caña de azúcar se habían multiplicado, sobre todo, en las primeras islas atlánticas que habían colonizado los europeos (Canarias y Madeira). Por lo tanto, la empresa de Socarrats tenía un objetivo clarísimo: San Borondón, situada en la misma latitud que las islas Canarias del Hierro y de La Palma, tenía que ser convertida en una gigantesca plantación de caña y una potente factoría de extracción de azúcar. Un negocio donde los catalanes ya tenían mucha experiencia: las grandes plantaciones de caña de La Palma o de la Española estaban en manos de catalanes. De hecho, la primera explotación azucarera de la historia americana (1504) había sido creada por el tarraconense Miquel de Ballester, amigo personal de Colón.

¿Por qué Socarrats no encontró la isla de San Borondón?

Cuando Socarrats inicia su empresa colonizadora, nunca nadie había pisado la isla de San Borondón; pero, sorprendentemente, el perfil de sus costas había sido dibujado en varias cartas náuticas inglesas, alemanas y genovesas de los siglos XIII y XIV. Y el relieve de sus costas se había detallado con extraordinaria precisión en algunos cuadernos de bitácora de expediciones marítimas portuguesas y castellanas del siglo XV y principios del XVI. Incluso, ciertos documentos de la época explican que algunos testigos habrían asistido a la desaparición repentina de la isla, engullida por el océano. Y otros, como el portugués Pedro Vello, que juraron y perjuraron que habían conseguido desembarcar en la isla, pero que la habían abandonado en el momento en que se hundía en el océano. Cartografías, anotaciones y testimonios que, únicamente, servían para alimentar el misterio de San Borondón.

Fragmento de una carta náutica de la costa atlántica africana (1707), Font Library of Congres of United States

Fragmento de una carta náutica de la costa atlántica africana (1707) / Fuente: Library of Congres of United States

¿Por qué Juana, reina loca y recluida, firmó la capitulación de San Borondón?

Resulta sorprendente que Juana, mal llamada "la Loca" a causa de una supuesta enfermedad mental que la incapacitaba para gobernar y recluida y maltratada, firmara una capitulación de aquellas características. Primero, por su propia situación ―en cautividad y sin poder―. Y segundo, porque la isla de San Borondón estaba al este del meridiano de Tordesillas (1497), y por lo tanto en zona asignada a la corona portuguesa. Todo parece una broma macabra, con unos inductores (los enemigos políticos de Juana) y unas víctimas (la misma Juana y el navegante Socarrats). Pero lo cierto es que aquella capitulación tuvo fuerza legal e impulsó una empresa importante. No sería hasta pasados tres siglos (medios del XIX) que se aceptaría la posibilidad de que San Borondón no había estado nunca nada más que una ilusión óptica creada por una curiosa y extraña formación de nubes al horizonte.

 

Imagen principal: fragmento del Atlas Miller (1505) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France