Siurana (Priorat), 29 de abril de 1153. Bertran de Castellet, barón a las órdenes del casal de Barcelona, ocupaba el castillo de Xibrana, la última plaza árabe del mapa de la futura Catalunya. La conquista de Xibrana culminaba una expansión territorial formidable que, en tan sólo tres décadas y media (1116-1153), había duplicado los dominios del casal de Barcelona. Aquel extenso territorio, formado por las regiones de Tarragona, Tortosa y Lleida, sería denominado la Catalunya Nova, en contraposición a la Catalunya Vella de fábrica carolingia (752-985). La conquista de aquel oeste implicó una alteración del paisaje demográfico radical: la trágica expulsión de la población islámica, seguida de una formidable colonización cristiana que reuniría todos los estamentos: desde las oligarquías del poder, hasta los elementos más marginales de aquella sociedad.

Representación de Ramon Berenguer III. Fuente Rollo de Poblet

Representación de Ramón Berenguer III / Fuente: Rollo de Poblet

¿Barcelona o Catalunya?

La empresa conquistadora y colonizadora fue impulsada por los condes independientes de Barcelona, Ramón Berenguer III y Ramón Berenguer IV. Con la destacada participación de los barones militares y los obispos y los abades eclesiales, imprescindibles en cualquier dibujo de aquel régimen feudal. Incluso —en el caso de Lleida— con la participación de las huestes de Armengol VI, conde del pequeño condado independiente de Urgell, en la órbita política, militar y familiar del casal de Barcelona. Sin embargo, poco antes de esta etapa conquistadora, aparece documentado —por primera vez— el sustantivo Catalunya y el adjetivo catalanes (1113). Incluso, es muy probable que este nombre y este gentilicio tuvieran una historia anterior. Por lo tanto, si bien la empresa conquistadora y colonizadora es obra del poder de Barcelona, aquella sociedad ya se denominaba a sí misma Catalunya.

La conquista militar

En aquella época, las fronteras eran espacios de intersección donde se difuminaban los poderes de una y otra parte, y podían tener docenas de kilómetros de ancho. El Camp de Tarragona y la Plana d'Urgell eran tierra de nadie y estaban casi despobladas. Eso explica el rápido avance inicial que, en pocos años, condujo a los catalanes hasta las puertas de Tortosa y de Lleida. Pero en este punto, la cosa se complicó, porque la población árabe estaba concentrada y fortificada en los valles bajos del Segre y del Ebro. Según el genovés Caffaro di Rustico da Caschifellone (1080-1166), cronista coetáneo de aquellas campañas, las tropas de Ramón Berenguer IV tardaron seis meses en saltar las murallas de Turtusha (1148) y siete en romper las de Lérida (1149). Después de Tortosa y Lleida, sólo quedarían pequeños reductos como Xibrana (1153).

Mapa de los condados de la Catalunya vieja. Font EnciclopediaMapa de los condados de la Catalunya Vella / Fuente: Enciclopedia

Después de la conquista militar

Los modelos colonizadores de la Catalunya Vella (siglos IX a XI) y de la Catalunya Nova (siglo XII) fueron radicalmente diferentes. Mientras que, en el primer caso, se tardaron tres siglos en conquistar y repoblar el Penedès, la Segarra y la Noguera (que representaban un incremento del 20% del dominio condal); en el segundo caso, en poco menos de cien años se hizo lo mismo duplicando territorio. Y, mientras que en el primer caso (la Catalunya Vella), los nuevos "establecimientos" se crearon sobre tierra prácticamente despoblada; en el segundo caso —particularmente en los valles bajos del Segre y del Ebro—, la conquista militar vino seguida de una expulsión masiva. Sólo en la Turtusha árabe (que el año 1148 era una importante ciudad que, con 10.000 habitantes, duplicaba Barcelona), se produjo el éxodo forzado del 95% de su población.

¿Adónde fueron los árabes de la Catalunya Nova?

Aquel éxodo monumental se dirigió hacia el sur, principalmente hacia los dominios islámicos de Balansiya (la actual València). En este punto, es importante aclarar que aquel éxodo estaba formado, mayoritariamente, por una población que, exceptuando la lengua y la religión, no era diferente de la conquistadora. Los musulmanes de Turtusha y de Lérida eran, básicamente, descendientes de la población autóctona que se había islamizado durante y después de la conquista árabe (714-717). Tortosa y Lleida fueron "depuradas" a fondo y sus casas (las construidas y las destruidas, según mencionan las "Capitulaciones") fueron asignadas a los colonos cristianos. Sólo, en algunos casos excepcionales, el nuevo poder toleró la existencia de pequeños pueblos moriscos (generalmente en el arenal del Segre y del Ebro) y de "barrios verdes", guetos urbanos que concentraban la vieja población morisca.

Mapa del territorio de la Catalunya nueva. Font Enciclopedia

Mapa del territorio de la Catalunya Nova / Fuente: Enciclopedia

El 'far west' de los condes de Barcelona

La obra repobladora de la Catalunya Nova fue un fenómeno de una magnitud extraordinaria. Fue la primera gran expansión genuinamente catalana, y el laboratorio de pruebas de las posteriores empresas conquistadoras y colonizadoras de Mallorca (1229-1231) y del País Valencià (1232-1246). La empresa de la Catalunya Nova había sido alimentada con todos los elementos de la ideología del poder de la época: la expansión de la civilización cristiana y europea hasta todos los confines del continente; y reunió todos los estamentos de aquella sociedad, desde las clases más poderosas hasta las más marginales. La financiación de la empresa fue a cargo de las poderosas clases mercantiles de Barcelona y la conquista militar precipitó una formidable corriente migratoria procedente la Catalunya Vella, del Languedoc, de la Provenza y de la Liguria.

El perfil de aquellos pioneros

El modelo expansivo de la Catalunya Nova contenía otro elemento que la diferenciaba radicalmente de todas las experiencias anteriores. La Catalunya de la centuria de 1100 (a diferencia de la de los siglos anteriores) era una sociedad con un importante potencial demográfico que, paradójicamente, aventuraba grandes conflictos sociales. La escasez de tierras para alimentar una masa poblacional en permanente crecimiento, pero, sobre todo, la plena consolidación de la institución de la herencia (las figuras del heredero y de la pubilla) provocaron una huida masiva de desheredados de todo tipo de pelaje hacia las nuevas tierras. La colonización de la Catalunya Nova (la que aseguró el éxito de la empresa militar que la había precedido) fue posible gracias a la participación de gente que no tenía espacio para progresar en sus sociedades de origen.

Representación de Ramon Berenguer IV. Fuente Rollo de Poblet

Representación de Ramón Berenguer IV / Fuente: Rollo de Poblet

Una Catalunya realmente nueva

La Catalunya Nova nació como una especie de tierra prometida que articuló una sociedad nueva y diferenciada con respecto a la Catalunya Vella. El régimen feudal, instaurado en el país primigenio a caballo entre el año 1000 y a golpe de hacha, y que había sido tan agresivo con las clases populares, en la Catalunya Nova quedó frenado por las Cartas de Poblamiento, los "estatutos" municipales que promovían la colonización con "libertades y franquezas". En pocas décadas (1150-1230), los pesos demográficos se inclinaron a favor del nuevo país. Hasta el extremo que no se puede explicar la fuerza expansiva (militar y colonizadora) de la Catalunya de los siglos XIII y XIV (Mallorca, País Valencià, Malta, Sicilia, Cerdeña), es decir, el imperio catalán del Mediterráneo, sin la decisiva aportación de la Catalunya Nova, el far west de los condes de Barcelona, y el granero alimentario y demográfico del país.

 

Imagen principal: Mapa de los condados catalanes (siglos IX en XII) / Fuente: Enciclopedia