Aldonça Roig d'Ivorra es el nombre de una mujer que tuvo una importancia primordial en el proceso de fabricación de la monarquía hispánica. Absolutamente ignorada por la historiografía española, el descubrimiento de su figura nos revela el papel más que relevante que, al margen de Isabel de Castilla, tuvieron las mujeres de los estamentos del poder en aquel proceso. Pero sobre todo nos revela el papel protagonista de las élites catalanas de la época en el proyecto de unificación dinástica hispánica. Aldonça Roig d'Ivorra, nacida en Cervera (Segarra) en 1451 en una familia de la pequeña nobleza rural catalana, fue la madre del primer hijo de Fernando de Aragón, y desde un plano discreto pero muy influyente le acompañó y le asesoró durante toda su vida. Aldonça Roig d'Ivorra, que la historiografía española renombra como Aldonza Ruiz de Ivorra, sería el álter ego del perfil político del rey Fernando y la pesadilla perpetua de Isabel de Castilla y su camarilla castellana. Nunca conseguirían desplazarla del entorno personal de Fernando.

¿Quién era y de dónde venía Aldonça?

Aldonça era la hija mayor del matrimonio formado por Pere Roig i Aldonça d'Ivorra, barones del Portell, un señorío situado en el territorio del actual pueblo de Sant Ramon (Segarra), ligeramente desnaturalizado a causa de la crisis feudal que había destapado la primera contestación campesina al régimen (1448-1449) y que conduciría a la primera revolución de los Remences (1462-1472), un señorío que remontaba a la centuria del 1000, cuando los condes independientes de Urgell y de Barcelona habían incorporado aquel territorio a sus dominios. Se trata de un origen, sin embargo, que en ningún caso certificaba que los Roig d'Ivorra fueran descendientes directos de los Cabrera y de los Cardona, las dos estirpes nobiliarias que habían liderado aquella empresa militar. Más bien lo contrario. La gran crisis que había estallado un siglo antes de la existencia de Aldonça, con la inesperada visita de la Peste Negra (1347-1351) que arrasó Europa, había provocado, entre otras cosas, el acceso de las clases mercantiles, ricas pero plebeyas, en la propiedad de los dominios señoriales.

Joan de Aragón y de Castilla y Margarida d'Habsburg. Retratos coetáneos. Fuente Wikipedia

Juan de Aragón y de Castilla y Margarita de Habsburgo. Retratos coetáneos. Fuente: Wikipedia

Un encuentro nada fortuito

Este detalle es muy importante para entender la relación entre los Roig d'Ivorra y los Trastámara catalanes. Durante la guerra civil catalana que había precedido el reinado de Fernando, la llamada revolución Remença, las clases mercantiles rurales del Principado se habían encuadrado en la alianza rey-campesinado, que tenía el objetivo de hundir el poder político y económico de la nobleza feudal. Aquello tan viejo de "los enemigos de mis enemigos son mis amigos". Un eje triangular formado por el rey, las clases mercantiles rurales y el campesinado de remença. Y aunque la tradición dice que Aldonça y Fernando se conocieron una noche nebulosa en una finca de almendros cerca del convento de Sant Francesc, a extramuros de Cervera, las fuentes documentales, escasas pero fiables, confirman que fueron presentados en el transcurso de las negociaciones secretas para la boda de los entonces previsibles herederos de las coronas catalanoaragonesa y castellanoleonesa, unas negociaciones que se llevaban a cabo en la capital de la Segarra (1468). Entonces Fernando tenía diecisiete años y Aldonça, diecinueve.

¿Cómo era Aldonça?

Otro detalle que no pasa desapercibido es su potente formación intelectual. En una sociedad dominada por la cultura patriarcal, solo algunas mujeres de —sorprendentemente— los dos extremos del paisaje social tenían la oportunidad de acceder a la cultura: las brujas, herederas de un conocimiento secular, y las judías y las conversas, herederas de una tradición de intelectualidad. Las fuentes nos revelan que los Roig d'Ivorra formaban parte de aquel corpus social de negociantes que en aquel territorio eran descendientes de las desaparecidas juderías de Cervera, Calaf, Tàrrega y Agramunt. Resulta plausible pensar que los Roig d'Ivorra eran judíos conversos, como lo eran buena parte del aparato negociador de Fernando en Cervera, o como lo fueron los financieros de la empresa americana de Colón. El extremo del origen judío de Aldonça no es ni confirmado ni desmentido por las fuentes. Las escasas fuentes destacan, sin embargo, dos aspectos de su figura: su extraordinaria inteligencia y su deslumbrante belleza. La antítesis de Isabel de Castilla.

Alfonso, el hijo secreto

De la relación entre Aldonça y Fernando salió un hijo, Alfonso, nacido en Cervera en 1469, al año siguiente de la clausura de las negociaciones secretas que conducirían a la unión dinástica de las coronas aragonesa y castellana. A partir de este hecho, la historia de Alfonso dibuja con una gran precisión la capacidad de influencia de Aldonça. Alfonso no sería un bastardo real cualquiera. Reveladoramente llevaría, desde su nacimiento, el mismo patrónimo que su padre biológico: de Aragón. Las fuentes revelan que Alfonso siempre estaría cerca de su padre Fernando y de su abuelo, el rey Juan II. Y lo más destacable: con solo siete años sería nombrado arzobispo (ausente) de Zaragoza. Para entender eso, que actualmente parece un despropósito, solo hay que consultar la nómina de prelados de la época en la archidiócesis aragonesa y nos encontraremos con dos detalles muy reveladores: las mitras diocesanas habían sido convertidas en un resorte de poder que se disputaban la corona y la Iglesia, y un antecesor reciente de Alfonso en el sitial de Zaragoza había sido Juan, hijo natural del abuelo Juan II.

Ferran de Aragón e Isabel de Castilla. Retrato coetáneo. Font Viquièdia

Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. Retrato coetáneo. Fuente: Wikipedia

¿Qué pasó con Aldonça?

En aquella misma sociedad de cultura patriarcal resultaba impensable que una mujer soltera que había tenido una relación extramatrimonial quedara libre de decidir su destino. En aquellos casos la cultura social prescindía de aspectos tan terrenales pero tan decisivos como la autonomía económica —obvia en el caso de Aldonça— y proyectaba una fuerte presión para redirigir y encuadrar a la mujer en los esquemas familiares convencionales. Y eso es lo que le pasó. Pero con matices. Aldonça fue casada por la fuerza con un elemento del estamento nobiliario del territorio, el leridano Bernat d'Olzinelles, miembro de una estirpe de altos funcionarios largamente vinculada a la corona. Y posteriormente, al enviudar, fue casada también a la fuerza con Francesc Galceran de Castro-Pinós, miembro de un viejo linaje del Rosellón que le debía mucho a la corona. Las fuentes documentales, sin embargo, revelan que Aldonça estuvo siempre físicamente en el entorno personal de Fernando. La identifican como la mujer con vestuario masculino que formaba parte de la cancillería del rey.

La proyección de Alfonso

Alfonso de Aragón, el personaje que mejor dibuja la carrera de Aldonça, sería posteriormente nombrado arzobispo de Valencia, un nombramiento que tampoco pasa desapercibido. La mitra valenciana era, al principio de la centuria de 1500, la más poderosa de la Corona de Aragón y la cuna curial de la estirpe de pontífices Borja. Era la plataforma que por primera vez en la historia había impulsado una estirpe catalanovalenciana (y muy vinculada a los intereses de Fernando) al pontificado. Alfonso fue arzobispo de Zaragoza y de Valencia simultáneamente desde 1512 hasta su muerte, en 1520. Sería no tan solo la personalidad eclesial más poderosa de la Corona de Aragón, sino también un príncipe de la Iglesia con la mirada orientada hacia el sitial de San Pedro. Solo el poder de la estirpe florentina de los Médici —cuyos tentáculos tocaban todas las cortes de Europa— le cerrarían el paso. En 1513, un año después de la concentración de mitras en manos de Alfonso, Giovanni di Lorenzo di Médici, que ejercería como León X, era coronado.

Alfons de Aragón y Ana de Gurrea. Retratos coetáneo contemporáneo. Fuente Wikimedia Commons

Alfonso de Aragón y Ana de Gurrea. Retratos coetáneo y contemporáneo. Fuente: Wikimedia Commons

La ambición de Fernando

Todas las evidencias apuntan claramente que Aldonça siempre fue consciente de que su hijo Alfonso no podría ser nunca el heredero de Fernando el Católico. La carrera eclesial, curiosa pero efectiva, que diseñó para Alfonso lo situaba, indefectiblemente, en Roma. Fernando de Aragón, con la complicidad de Aldonça, ambicionaba convertir a su hijo legítimo Juan, el primogénito que engendró con Isabel de Castilla, en rey de la monarquía hispánica. Y si la ninfomanía de Margarita de Habsburgo no lo hubiera conducido prematuramente a la tumba, probablemente también lo habría convertido en conde independiente de Flandes y de Borgoña. Los franceses lo sabían —la habían comprometido con anterioridad con el delfín de Francia— y la devolvieron a Viena con los portes pagados. Y, por otra parte, con algo más que la complicidad de Aldonça: convertir a Alfonso, el hijo que tenían mutuamente, en el creador de una estirpe de pontífices. Fernando, al margen de Isabel, ambicionaba concentrar todo el poder de Europa, tanto el político como el espiritual, en el espacio temporal de un par de generaciones.

La carta oculta de Aldonça

No deja de ser revelador que la carrera de Alfonso entrara en declive a partir de la muerte de su madre. Aldonça murió en 1513 coincidiendo con la elección del Médici al pontificado. Después de este hecho, Alfonso ya no seguiría acumulando poder. Y si bien es cierto que en 1516 a sus dignidades eclesiásticas sumó la condición de virrey del reino de Aragón, eso no dejaba de ser la recuperación de un poder que ya había ejercido con anterioridad (1485-1511) y del que se le había relevado para centrarlo en su carrera para llegar a Roma. Alfonso, sin embargo, no era un clérigo convencional. La misma ingeniería política que impulsó su carrera le ahorró profesar, entre otros votos, el de castidad. Alfonso tuvo siete hijos con la aragonesa Ana de Gurrea —un clon, en todos los sentidos, de Aldonça— entre los cuales había tres retoños masculinos: Juan, Fernando y Alfonso, también con el real patrónimo de Aragón. Era una permanente amenaza para Isabel (la reina) y después para Juana, mal llamada la Loca y heredera legítima de la católica pareja, y también para el yerno Felipe.