Barcelona, 1 de mayo de 1844. Hace 179 años. Los comerciantes Josep Maria Serra y Muñoz, Josep Rafael Plandolit i Matamoros y Manuel Girona i Agrafel, obtenían autorización del gobierno del liberal de Luis González Bravo, para la creación de una entidad financiera que recibiría el nombre de Banco de Barcelona, el primer banco comercial e industrial de la historia peninsular. A partir de este hecho, que se produciría en plena primera Revolución Industrial, Manuel Girona alcanzaría una extraordinaria relevancia. Su espíritu emprendedor y su trayectoria exitosa, lo convertirían en un personaje prestigioso que le permitiría estar presente en todas las grandes iniciativas empresariales y políticas de su época: banquero, industrial, constructor, mecenas, alcalde y presidente de la Cámara. El hombre-orquesta de la Revolución Industrial catalana.
¿De dónde vendía Manuel Girona?
Poco después de la guerra de Sucesión (primer cuarto del siglo XVIII) los bisabuelos de Manuel Girona, abrieron una tienda textil en Tàrrega que tuvo mucho éxito y que les facilitó el ascenso social. Ignasi, el padre de Manuel, ya era fruto de una alianza matrimonial entre dos estirpes relevantes de comerciantes locales de Tàrrega que, haciendo gala de su poder económico, lo habían enviado a Barcelona a cursar estudios de comercio en la Casa de la Llotja y a concertar matrimonio. Primero con Antonia Agrafel, con quién tendría tres hijos, y al enviudar, con la hermana de la difunta, Rita. Manuel Girona i Agrafel, nacido en Barcelona en 1817, era el primogénito de la pareja formada por Ignasi Girona (Tàrrega, 1761 – Barcelona, 1867), comerciante, y Rita Agrafel (Barcelona, siglo XIX), hija de un relojero suizo establecido en la capital catalana.

El Banco de Barcelona
Cuando Manuel Girona (Barcelona, 1817 – 1905) y sus socios crearon aquella entidad financiera pionera, Catalunya vivía un gran proceso de transformación económica y social: la primera Revolución Industrial. Pero aquel formidable impulso no disponía de un aparato financiero de apoyo. Los únicos bancos operativos (San Fernando, Isabel II y Cádiz), que eran de titularidad pública y no tenían estructura para dar respuesta al reto industrial. Ni concedían préstamos, ni descontaban letras, ni negociaban pagarés. Las fábricas catalanas terminaban cayendo en manos de usureros privados que las asfixiaban. El Banco de Barcelona nació con el objetivo de favorecer el acceso al crédito de comerciantes y de industriales, de ofrecer tipos de interés razonables y, sobre todo, de generalizar el uso de las cuentas corrientes bancarias.

El Canal d'Urgell
El Canal d'Urgell sería la obra civil más importante de la Catalunya del siglo XIX. Después de dos siglos largos de proyectos que se morían en un cajón de la administración, en 1853, Manuel Girona, director de la empresa constructora Girona Hermanos, Clavé y Compañia, asumía la construcción de una red hidráulica que cambiaría, para siempre, la fisonomía del territorio. Entre 1853 y 1861, se construyó un canal principal de 144 kilómetros de longitud, y canales y acequias secundarias que sumaban más de 200 kilómetros de longitud. Aquella infraestructura gigantesca convertiría un inmenso secano en la zona irrigada más extensa de Catalunya. El Canal d'Urgell rompería las tendencias demográfica y económica negativas que ahogaban las tierras de Lleida desde finales de la Edad Media y transportaría el territorio a la modernidad.

La alcaldía
Después del golpe de estado del general Martínez-Campos (1873) que puso fin a la Primera República Española, los monárquicos forzaron el retorno de los Borbones. Pero no en la persona de Isabel II, que estaba muy desprestigiada, sino en la de su hijo y heredero Alfonso XII. Manuel Girona, como miembro del monárquico y pintoresco Partido Liberal-Conservador, de Antonio Cánovas del Castillo, inventor del "turnismo" (el pacto de la alternancia liberales-conservadores que era la columna vertebral del fenómeno del caciquismo), ocupó la alcaldía de Barcelona entre mayo de 1876 y marzo de 1877. Un efímero mandato que el alcalde Girona no desperdiciaría: con el alcalde Rius i Taulet (que lo precedió y lo sucedió), pondría los fundamentos de la organización de la Exposición Universal de 1888, el gran acontecimiento de la Barcelona del XIX.
La Compañía General de Tabacos de Filipinas
El talento empresarial de Manuel Girona se pone de manifiesto cuando, con tan solo dieciséis años (1833), consigue la representación para Catalunya de una fábrica andaluza de cañerías de plomo, que eran una gran novedad para el negocio constructivo de la época. Sin embargo, la experiencia empresarial que mejor explica su perfil inversor es su participación en la Compañía General de Tabacos de Filipinas. El año 1881 se asoció con un grupo de inversores (entre ellos el esclavista Antonio López) y crearon la Compañía de Tabacos, con sede en Barcelona, que se dedicaría a la plantación y recolección de tabaco, y a la fabricación, exportación y comercialización de cigarros. Más adelante, ampliaría su oferta con los jabones, las fibras vegetales, el azúcar y el alcohol.

La Cambra de Comerç
El año 1847, el gobierno liberal del general Narváez usurpaba la fuente de financiación de la Junta de Comerç de Catalunya, institución creada en 1758 para restaurar la institución del Consulat de Mar, fundado por el estamento mercantil de Barcelona en 1258 y liquidado por el régimen borbónico en 1714. La Junta de Comerç, saqueada, había perdido su red de enseñanzas técnicas, tan útiles mientras Barcelona tuvo la Universidad secuestrada (1714-1834), y había perdido su sede: la Casa de la Llotja. El año 1886, Manuel Girona lideró la creación de la Cambra de Comerç de Barcelona, que se declaraba heredera del Consulat de Mar y de la Junta de Comerç. Fue su primer presidente (1886-1901) y recuperó la sede histórica de la Casa de la Llotja.
