Lluís Llach ha dictado este lunes, en el Romea, la conferencia "La política de la música y la música de la política", en el marco de la inauguración de la temporada de la Fundació Romea. Una charla que, significativamente, ha contado con la presencia de Carme Forcadell, presidenta del Parlamento, y de Toni Comín, conseller de Sanidad. También han asistido destacadas personalidades de la vida cultural catalana, como Isabel-Clara Simó. Llach ha querido dar un tono amable e irónico a la conferencia, en la que ha repasado su vida y sus choques con el poder, y ha acabado con un coloquio con los espectadores.

La revelación

Llach se ha referido a sus orígenes: procedente de una familia conservadora, de zona rural, y educado en un internado, tardó en hacerse cuestionamiento políticos. El impacto vital lo tuvo al ingresar en la Facultad de Económicas, y al empezar a actuar con los Setze Jutges. A partir de ese momento chocó con nuevas ideas y, sobre todo, con la represión, con la censura: prohibición de recitales, persecución a los organizadores, retirada de los pasaportes a los espectadores... Asegura que eran los represores los que les dijeron que lo que hacían era política, al perseguirlos de forma tan feroz. Sin embargo, a pesar de todo, afirma que "lo más importante es que hemos sobrevivido, y eso nos da esperanzas de que volveremos a ganar".

La historia de L'estaca y de La Gallineta

Lluís Llach ha explicado anécdotas referentes a las más emblemáticas de sus canciones políticas. De L'estaca ha comentado que contó con la ayuda de Josep Maria Espinàs y Maria Aurèlia Capmany para redactar la letra, aunque Maria Aurèlia Capmany le había formulado duras críticas meses antes. Con respecto a la Gallineta ha explicado que al no aceptarle la censura la letra "¡Viva la revolución!", pasaron la censura con la letra "¡Viva la revulsión!", a pesar de que todo el mundo la entendía como "revolución".

De Catalunya a París y al mundo

Llach tuvo que salir de Barcelona y establecerse en París, huyendo de la prohibición de su música. Allí coincidió con famosos músicos perseguidos de todo el mundo, como Mikis Theodorakis... París era sitio de acogida de todos los exiliados del mundo, y allí Llach descubrió que la música era política, no sólo en nuestra casa, sino por todas partes: "Hay los que son perseguidos porque combaten el sistema, y hay los que no son perseguidos, porque hacen propaganda del sistema día a día". Llach explica que a partir de aquel momento "decidí que yo era un cantante tan político como Julio Iglesias".

De antes a ahora

Llach ha definido el fascismo como la imposición de ideas a través de la brutalidad. Cree que el franquismo cometió un error de cálculo, porque no creía que la Nova Cançó tendría el impacto que tuvo, hasta el punto que los cantantes se convirtieron en punto de referencia de todo un movimiento social. Pero cree que en el fondo las cosas no han cambiado radicalmente. Llach argumenta que la música hoy en día es una herramienta de alienación masiva, usada sistemáticamente por el poder, y que impacta de forma directa en gente en la edad de la pubertad, de la adolescencia... Argumenta que la oligarquía la usa sistemáticamente para imponer un sistema de valores, y asegura que tan político es el que defiende el sistema como lo que lo ataca. Pone como ejemplo la cuestión de las mujeres: "Las mujeres han sido víctimas durante décadas de las canciones de moda". Llach apunta que a través de la música moderna los niños y jóvenes reciben continuamente mensajes conformistas, con contenido coincidente con los de los videojuegos. El cantautor reconoce que la música no es inocente, y que lo peor es que tiene un potencial inmenso, que emociona mediante unos códigos difíciles de controlar. Esta, para Llach, es su maravilla, pero también su gran peligro.

No era això

En el turno de preguntas, uno de los asistentes ha recordado un tuit de Lluís Llach, con motivo de la comparecencia del ex conseller Homs en el Tribunal Supremo en lo que recurría al mensaje "No era eso, compañeros, no era eso por lo que murieron tantas flores". Llach asegura que el mensaje del unionismo es, justamente, la desmovilización del soberanismo, y que hoy no había entrado en el tribunal una persona, sino dos millones.