Imagen superior: Roger II, primer rey normando de Sicilia / Wikipedia

 

En el imaginario colectivo mencionar el nombre de Sicilia remite, desgraciadamente, a la mafia -o cosa nostra-, la tristemente célebre organización del crimen que desde medio siglo XIX ha teñido la isla de sangre y mala reputación. Ahora bien, la isla mayor del Mediterráneo, con sus 25.000 kilómetros cuadrados -Catalunya, por comparar, cuenta con unos 32.000- tiene una historia que no se puede resumir, ni mucho menos, en el legado de cuatro pistoleros.

Sí, de legados de Sicilia queremos hablar, porque desde el matemático y físico Arquímedes de Siracusa -Eureka! ¡Eureka!- hasta el autor de Il Gattopardo, Giuseppe Tomasi di Lampedusa -en catalán, El Gattopardo (Proa, 2019)-, la isla tiene una historia que compendia de hecho buena parte de la historia de Europa, con huella dejada por, atención: griegos, cartagineses, romanos, vándalos, ostrogodos, bizantinos, árabes y normandos, para pasar después bajo dominio del imperio germánico, de aquí a la casa de Anjou y después a la corona de Aragón, a los Habsburgos y a los Borbones, y todavía a los napoleónicos antes de convertirse, finalmente, en italianos. Ah, y escenario de la Segunda Guerra Mundial. ¡En la isla hay de todo!

IMG 8944En Sicilia hay templos griegos más imponentes que el Partenón de Atenas / P.M.

De todo ello habla el libro de reciente aparición Sicilia. Una breve historia desde los griegos hasta la Cosa Nostra, del inglés John Julius Norwich (Ático de los Libros, 2019) con traducción al castellano de Joan Eloi Roca. De Norwich, muerto en el 2018, podemos decir que fue un enamorado de la isla que después de varios libros sobre la historia de Europa y el Mediterráneo quiso dedicar todo un volumen completo a este territorio fascinado por la herencia multicultural que contiene. Y que lo explica con pedagogía, claridad expositiva y con un interés que llega con la mismo intensidad al lector.

Una parte de Grecia

A simple vista en el mapa, Sicilia aparece como un añadido de la península Itálica, quizás la pelota que chuta la bota que define la configuración peninsular. Muy próxima a Túnez, que le queda al oeste y no al sur, y separada del continente europeo por el estrecho de Mesina -tres kilómetros de anchura en el punto más próximo-, de hecho la isla formó parte del mundo griego desde la antigüedad. De la Magna Grecia, es decir, aquel territorio colonizado por gentes de habla griega que ha dejado templosde factura helénica en Sicilia, como los del valle de Selinunte o el de Segesta, que es quizás tanto o más perfecto que el Partenón de Atenas. Y de su principal ciudad de entonces, Siracusa, nos queda para la historia universal el legado de Arquímedes, ya saben, aquel que dijo que ''un cuerpo insoluble total o parcialmente sumergido en un fluido (líquido o gas) en reposo recibe una fuerza de abajo hacia arriba igual al peso del volumen del fluido que desaloja".

Arquimedes Siracusa Sicilia wikipèdia

Arquímedes de Siracusa / Wikipèdia

Pero si los griegos colonizaron la isla con su modelo de ciudades-estado en el primer milenio antes de Cristo, los siguientes al llegar fueron los cartagineses, que convirtieron la isla en escenario de sus guerras con la siguiente potencia a establecerse, los romanos. Cabe decir que cuando los romanos señorearon la isla, ya hacia el siglo III antes de Cristo, estos no consideraron a los sicilianos como iguales, por que estos hablaban griego y por lo tanto, eran extranjeros. Sin embargo, la cosa se fue suavizando con el tiempo y cuando llegaron los bárbaros, vándalos y ostrogodos, ya se encontraron con ciudadanos romanos de pleno derecho.

Tierra del Islam

A menudo se olvida que los musulmanes no sólo conquistaron la orilla sur del Mediterráneo y la península ibérica y, ya en tiempo de los turcos, los Balcanes hasta las puertas de Viena. Sicilia también pasó a formar parte de la tierra del Islam. Pero antes pasaron los bizantinos, que dominaron la isla entre el 535 y el 878 y de hecho, durante cinco años a partir del 663 fue capital del imperio y residencia de Constante II.

Volvemos pero a los árabes, que se instalaron y aplicaron un régimen de tolerancia religiosa que los cristianos -en aquel momento, mayoritariamente de rito griego-, apreciaron. Además, aportaron sus conocimientos en agricultura e introdujeron el algodón, el papiro, el melón, el pistacho, el dátil, los cítricos y la caña de azúcar. Por primera vez Sicilia adquiere la capacidad de exportar productos agrícolas, cosa que redunda en un progreso colectivo.

Llegan los vikingos

Pero eso no podía durar para siempre y los bizantinos, ansiosos de recuperar la isla llevaron a los normandos, es decir, los vikingos asentados en la actual Normandía. De mercenarios, los normandos pasaron a ser señores, y el Papa de Roma, siempre pendiente de controlar espiritualmente y si podía, también terrenalmente todo el territorio al alcance, nombró al normando Robert Guiscard como Duque de Sicilia en 1059 y uno de sus descendientes suyos, Roger II, se convirtió en 1130 en Rey de Sicilia, con lo que la isla se convierte en un territorio independiente y, según el autor, en el tercer reino mayor de Europa en aquel momento, porque también comprendía Apulia y Calabria, en el sur de la península.

Para resumir y no recargar más del necesario las sucesiones a la corona, será suficiente de explicar que en el año 1194 la corona pasó a Constanza de Sicilia -hay al menos cuatro Constanzas importantes en la historia de la isla-, casada con el emperador Enrique IV del Sacro Imperi Romanogermánico, de manera que la corona pasa de los Hauteville -la casa de Roger II-, a los Hohenstaufen alemanes.

Turno para los catalanes

El dominio de los reyes alemanes duró hasta 1265, con detalles como que durante el reinado de Federico I se impuso, por primera vez a la historia, la obligación a los judíos de llevar una ropa determinada que los identificara como tales. Asimismo, se procedió a deportar a lo que quedaba de la población musulmana. Evidentemente, los tiempos de la tolerancia ya eran cosa del pasado.

Pero he aquí que la dinastía alemana llegó a su fin con la muerte de Manfredo I, hijo bastardo de Federico II. El Papa otorgó la corona a los Anjou y eso provocó que estos nobles franceses se convirtieran en enemigos históricos de los catalanes. Pedro el Grande, rey de Aragón y conde de Barcelona, estaba casado con otra Constanza, hija de Manfredo y heredera de la corona aunque Roma no lo veía nada claro.

vísperas sicilianas Francesco Hayez 023wikimedia commonsLas Vísperas sicilianas según Francesco Hayez / Wikipèdia

Entre una cosa y la otra, el lunes de Pascua de 1282 tuvieron lugar las Vísperas Sicilianas, que es una manera diplomática de enmascarar una matanza generalizada de franceses, cosa que comportó que se ofreciera la corona a Pedro el Grande. El reino queda dividido -las dos Sicilias-. La isla para la corona de Aragón y Nápoles y todo el sur de la península para los Anjou.

El reino de Sicilia pasa así ha ser dirigido por una rama del casal de Barcelona a partir de Federico II, hermano de Jaime el Conquistador pero retornará a la rama principal en tiempo de Martín el Joven -con la paradoja de que lo sucederá su padre a su muerte, Martí el Humano. La llegada de los Trastàmara tendría como hecho primordial al conquista de Nápoles por parte de Alfonso el Magnánimo, con lo cual se reunificaría el reino. El mismo Alfonso sin embargo, volvería a dividir el reino en su testamento.

Habsburgos y Borbones

Como muchos otros territorios regentados por los reyes Católicos, Sicilia pasará en manos de Carles de Gante y a sus descendientes, pero el primero de los borbones, Felipe V, perderá la isla en virtud del tratado de Utrecht, pero un tejemaneje de canje de territorios devolverá la isla al borbón Carlos III -para hacerlo corto, la 1713 Sicilia fue a parar a Víctor Amadeo de Saboya que la cambió al emperador Carlos VI -nuestro archiduque Carles- por Cerdeña, que la perdió a raíz de la invasión borbónica de 1735.

Como ya había pasado en tiempo de la corona de Aragón, el reino de las Dos Sicilias, nuevamente reunificado, pasó en una rama menor de los borbones, los Borbones-Dos Sicilias, los descendientes de la cual todavía figuran como pretendientes a un trono que sobrevivió a dos reyes napoleónicos en Nápoles -José I y Joaquín I- y que llegó a su fin en 1860, cuando Giuseppe Garibaldi conquista la isla en el contexto de la unificación italiana.

¿Italianos? ¿Mafiosos?

El libro sin embargo, no acaba aquí, porque como dijo el primer ministro Massimo d'Azeglio una vez culminada al unificación, L'Italia è fatta: restano da fare gli italiani (Italia está hecha, ahora tenemos que hacer los italianos). Los sicilianos no fueron unos entusiastas de la unificación, y los nuevos reyes de la casa de Piamonte tuvieron la misma acogida que los Borbones, es decir, odio y menosprecio.

Todavía más, los nuevos funcionarios enviados desde Turín se encontraron con "otro mundo, que hablaba otra lengua [las diferencias entre el piamontés y el siciliano eran insalvables en aquel momento] y operaba de acuerdo a un sistema totalmente diferente". El nepotismo era considerado un valor social y en este ambiente es donde tomó consistencia la trama de crimen organizado que hoy conocemos como mafia.

El nombre apareció por primera vez en una obra de teatro estrenada en Palermo en 1863, y Mafiusi della vicaria y fue tomando fuerza a lo largo de las siguientes décadas además de extender sus tentáculos entre la comunidad italoamericana de los Estados Unidos.

Fascistas, aliados y... separatistas

De hecho, fue el fascismo de Mussolini el primero que intentó poner orden y reprimir el movimiento mafioso. La paradoja subsiguiente es que, ya en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, los estados Unidos no tuvieron muchos problemas al pactar un acuerdo tácito con la Cosa Nostra para favorecer el esfuerzo de guerra y cuando en julio de 1943 los aliados invadieron Sicilia, la mafia colaboró con ellos intensamente, facilitando información de inteligencia y asegurando el apoyo popular a los recién llegados.

Invasión aliada sicilia segunda guerra mundial 1943 wikipediaInvasión aliada de Sicilia durante la Segunda Guerra Mundial / Wikipèdia

Fue en el momento de la liberación que surgió un breve movimiento separatista que anhelaba la instauración de una Sicilia independiente. La petición llegó incluso a la Conferencia de San Francisco que puso las bases de la ONU justo acabada la guerra en Europa.

Con todo, el nuevo gobierno italiano tuvo bastante cintura como para otorgar un régimen de autonomía que convertiría los sicilianos en los gestores de su propio gobierno, un hecho que llevó a la práctica desaparición del partido independentista a partir de 1950.

Desde entonces, Sicilia forma parte de la república italiana y vive, más o menos, las mismas vicisitudes que el resto del país, suficientemente conocidas en la actualidad. Eso sí, conserva en su legado una historia tan intensa y variada, que, cómo decíamos al inicio, se parece mucho a una historia de Europa en miniatura. Explicar Sicilia es pues una manera de explicar Europa.