Un vídeo sexual colgado en Internet desvela que una profesora de instituto se acuesta con un alumno, novio de su sobrina e hijo de su mejor amiga. Como si de unas fichas de dominó se tratara, el explosivo descubrimiento pone patas arriba la vida de una apacible urbanización de clase alta, en la que todos se conocen, y provoca una frenética cadena de consecuencias. La más terrible, un asesinato. El punto de partida de Todos mienten, la serie que Movistar+ estrena mañana, nos hace pensar en un clásico whodunnit en el que los sospechosos se multiplican cada minuto que pasa, y que despierta las capacidades deductivas del espectador.

Creada por Pau Freixas (Polseres vermelles, Sé quién eres), Todos mienten navega, en sus seis episodios, por el thriller repleto de pistas falsas, cambios de punto de vista y giros argumentales. Pero también, y esa es una inesperada virtud, echa mano de un sentido del humor socarrón, sutil, juguetón, sustentado en el guion, sí, pero también en un reparto que parece pasárselo en grande en esta especie de Cluedo sin detective sabelotodo, en la que todos los personajes, como reza el título, esconden secretos y no dicen la verdad ni bajo mil amenazas.
 

Leonardo Sbaraglia (2021)Sbaraglia brilla en el casting de Todos mienten, la nueva serie de Movistar Plus. / CC

Irene Arcos, Juan Diego Botto, Ernesto Alterio, Natalia Verbeke, Eva Santolaria, Jorge Bosch, Amaia Salamanca o Miren Ibarguren encabezan un cast en el que brilla, y se divierte, Leonardo Sbaraglia. El prolífico actor argentino está en Barcelona rodando un spin-off de la apocalíptica A ciegas, aquella película en la que Sandra Bullock trataba de sobrevivir con los ojos tapados, en un trabajo para Netflix que dirigen los hermanos Pastor.

“¿Si me he divertido? Bueno, fue difícil, eh, fue difícil”, advierte el intérprete. “De pronto... Néstor es un personaje difícil, porque como actor no estás acompañado del espectador, siempre tienes más información que él, y expresivamente te obliga a ser ambiguo. Y eso hace más complicado pillarle el punto. Tiene momentos más livianos, casi de vodevil, pero otros muy duros. Es que, quizás, el mío sea el personaje más austero. La idea básica era construirlo como un buen tipo, sensible, pero también muy cerebral, porque maneja herramientas intelectuales muy potentes...”. Más vale no seguir por este camino, no contribuiremos a darle ni media pista al público, porque el personaje de Sbaraglia, como los demás, miente más que habla. Y perfectamente podría ser, como los demás, el asesino.

El precio mental de la fama temprana

Ahora bien, en Todos mienten, a Leonardo Sbaraglia (Sáenz Peña, Buenos Aires, 1970) le toca luchar contra el cliché del psicoterapeuta argentino, porque ese es el trabajo de su personaje. “Es que ellos también sufren. Me lo vas a contar a mí, que tengo un padre psicoanalista y conozco perfectamente los dimes y diretes de esa profesión”, cuenta entre carcajadas. “Creo que es un cliché para los españoles, esa idea que en todos los argentinos hay un terapeuta. Es parte de nuestra cultura, de nuestra identidad, muchísima gente acude al psicólogo, está muy normalizado: las clases medias-bajas, las medias, las altas... se psicoanalizan. Las clases más bajas desgraciadamente no tienen esa posibilidad, ese privilegio, quizá puedan hacerlo ante un problema emergente determinado, más extremo. No sé si puedo hablar por la sociedad argentina, y tampoco sé cómo se funda eso del psicoanálisis, de dónde viene, por qué está tan naturalizado en Argentina, pero, desde un punto de vista estrictamente personal, a mí me hace muy bien hablar con un profesional. Yo he cambiado mucho en lo personal, muchísimo, en los últimos diez años, y mucho lo atribuyo al proceso que he hecho como persona, y ahí me ha acompañado la terapia”, confiesa.

Creo que es un cliché para los españoles, esa idea que en todos los argentinos hay un terapeuta

¿En qué ha cambiado? “En conocerme, en enfrentarme, en ser más transparente, más honesto conmigo mismo, con lo que soy. En mostrar más de mi propia identidad, sin que eso sea un pudor. A quién le guste bien, y a quién no... A todos nos pasa, pero los actores estamos muy pendientes de la mirada del otro, del aplauso, de la aprobación. Muchas veces, mi analista me dice que un caso como el mío no se puede analizar como el de una persona normal”. Y, motivadísimo, Sbaraglia levanta la voz: “¡Porque no es normal!”

“Cuando me encuentro en una situación de intimidad, afectiva... me dicen: ¡sos renormal! Sigues siendo una persona como cualquier otra, pero está bien tener claro que mis circunstancias son distintas a las de mucha gente. Vives una vida bastante extraordinaria, en todos los sentidos. Y la terapia ayuda a mantener los pies en la tierra”, apunta. 35 años de carrera a sus espaldas, iniciados en 1985 con el rodaje de La noche de los lápices, permiten a nuestro hombre conocer de primera mano y reflexionar sobre los peligros de la fama cuando el cerebro no ha tenido tiempo de amueblarse.

Que ganes más dinero que tus propios padres... todo eso no es normal, y lógicamente te puede confundir

“Lo he visto a mi alrededor. Y también lo he visto en mí mismo. A los 17 estaba trabajando en un programa que tenía un éxito tremendo. Es cierto que no existían ni las redes sociales ni los móviles, por suerte, pero de pronto venían a verte tres mil personas al teatro: eso es tan estimulante, tan grande, que no puedes procesarlo. De pronto te empiezas a creer más de lo que eres, y a comparar con gente que está a un nivel muy superior. Tener acceso a cierto poder, a ciertas relaciones, a ciertos contactos, que te regalen la ropa, que ganes más dinero que tus propios padres... todo eso no es normal, y lógicamente te puede confundir”.

Reencontrarse con amigos para interpretar

Con interpretaciones relevantes en films como Caballos salvajes (1995), Intacto (2001, por la que ganó el Goya), Salvador Puig Antich (2006), Concursante (2007), Una pistola en cada mano (2012), Relatos salvajes (2014) o Nieve negra (2017), Sbaraglia nos recuerda su experiencia con Pedro Almodóvar en Dolor y gloria (2019): “Siempre amerita hablar sobre Pedro. Estar en esa película fue un regalo, un regalazo. Fue maravilloso trabajar con él, muy fluido, orgánico, sin un conflicto, todo se dio de una manera ideal. Hay películas, trabajos, que son un regalo. Ocurre algunas veces en la vida. Me pasó recién con Errante corazón, que es un filme que aún no llegó a España, y que es maravilloso. Pero sí, Dolor y gloria fue una grandísima experiencia, y con esa escena preciosa con Antonio Banderas que es una perla”.
 

TodosMienten NP 1024x537
En la serie, el actor argentino se reencuentra con viejos cómplices, como Natalia Verbeke o Juan Diego Botto. / Movistar Plus

Volviendo a Todos mienten, Sbaraglia se reencuentra con viejos cómplices con los que comparte amistad y orígenes. “Con Natalia Verbeke, por ejemplo, trabajamos juntos hace más de 15 años en la serie Al filo de la ley. ¡Y hemos cambiado, ahora somos otros! Estamos de vuelta. O con Ernesto Alterio y Juan Diego Botto... hemos trabajado mucho juntos. En Argentina, en España, muchas veces. Fíjate, con Ernesto hicimos Tango feroz, en 1993. ¡Hace casi 30 años! Ernesto y Juan son muy amigos y comparten historia, exilio en España... Yo los adoro, como actores y como personas, los admiro. Hemos terminado más de una vez cantando tangos después de una cena, y me encantaría compartir con ellos muchos más momentos. Al final vivimos en países diferentes, pero tenemos muchas cosas en común”.

A diferencia de Botto y Alterio, Sbaraglia continúa viviendo en Argentina. “Quizás ellos son más españoles. Me da la sensación que se sienten argentinos, y lo son, pero han vivido en España casi toda su vida. Aunque tienen muchísima relación con Argentina, un vínculo muy grande. Yo viví diez años en España y en un momento dado decidí volver. Me imaginaba más mi vida allí. Pero, del mismo modo, tengo el enorme privilegio de poder pasar aquí muchas temporadas. No sé qué hubiera decidido de no tener esa posibilidad. Siento España como mi casa, siempre estoy regresando. Y paradójicamente, aunque viva en Argentina, la relación que tengo con España es cada vez más de verdad, más auténtica”.