Mientras esperamos que nos traigan los caracoles, Plàcid desliza un libro a través de la mesa y me dice: “Tienes que leer esto, parece que hable de hoy”. El volumen es una selección de artículos que Armand Obiols publicó en la prensa provincial entre la primavera y el verano de 1932, durante los debates del Estatut de Núria en Madrid. 

Obiols es una de las figuras más inteligentes de la cultura catalana de entreguerras. Tenía algunos problemas de catolicismo mal entendido que le impidieron acostarse tranquilamente con Mercè Rodoreda, pero su inteligencia estaba a años luz de la media del país.

La descripción que hizo del president Companys, publicada en Bordeus 45, es la más afinada, la mejor que he leído. El volumen que me pasa Plàcid, Hores decisives, también tiene hallazgos buenos, pero no me dice nada que no sepa. Escribí una biografía de Companys coincidiendo con los debates del último Estatut y quedé vacunado para siempre.

La situación tiene similitudes con los años de entreguerras y el final parece cantado, si nada cambia. La concepción fascista de la soberanía que impera en Castilla; la utilización partidista de la fuerza catalana por parte de la izquierda y del liberalismo más cretino; la euforia fingida de los intelectuales y los políticos sin personalidad; las miserables luchas por las migajas del poder; el libro de Obiols es un retrato muy actual.

Aun así, una cosa ha cambiado. Hoy el motor de la política no es la desigualdad, por mucho que los periódicos insistan. En Nou Barris no hay violencia okupa y, en cambio, hay desahucios diarios. El problema ya no es que la gente pase hambre, sino que el Estado español necesita expulsar a Catalunya de la globalización para sobrevivir: sólo hay que ver como Arrimadas ha pasado a vestir como una monja y como el clan del Cobi vuelve a hablar de la sabiduria del payés. 

En España hay una lucha por el poder entre las oligarquías y los intelectuales liberales de siempre, pero el pueblo ya no se muere de hambre y los únicos que toman la calle son los hijos traumatizados de la Catalunya antifranquista. Por eso las izquierdas españolas ya no tienen bastante con las izquierdas catalanas y necesitan a los partidos independentistas para asaltar el poder. A diferencia de los años treinta, los anhelos de libertad y democracia ya no van asociados a los ideales republicanos, sino a la idea del derecho a la autodeterminación y a la independencia de Catalunya.

Cuando el sistema político se colapse, que se colapsará, esta vez no habrá derechas e izquierdas, sino españoles en un lado y catalanes en el otro, como a principios del siglo XVIII. Con el 24 por ciento de las democracias fallidas en el mundo, y el ascenso de estados autocráticos tan potentes como China o Rusia, es normal que Estados Unidos se plantee animar la democracia en los territorios de influencia. Si el 9-N Mas hubiera ido al grano, nos hubiera costado una base americana; en cambio ahora nos costará mucho más. Garganté y los Mossos ya se pueden ir entrenando.