La Vanguardia ha publicado este martes dos piezas donde se castiga al diario Ara a propósito de "Gaziel, La Vanguardia d'abans... i la d'ara", una reseña sobre la reedición de "Història de La Vanguardia" de Gaziel publicada el pasado sábado 17 y firmada por Ignasi Aragay, director adjunto y jefe del suplemento "Llibres". Una de esas piezas es uno de esos editoriales breves y ligeros que se editan en la página dos llamado "la mirilla". Se titula "Crisis en Ara". [N. del R.: he trabajado en ambos diarios].

La otra pieza es "Operación Cataluña", de Jordi Amat, escritor y crítico literario, colaborador regular del diario de los Godó y uno de los promotores de la recuperación reciente de Gaziel. En un estilo que quiere ser socarrón —no es el suyo habitual y se nota— caricaturiza la reseña de Aragay haciendo ver que está en crisis porque no logra escribir sobre el grupo policial organizado contra el procés soberanista desde el ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz. "¿Qué me pasa doctor Ignasi Aragay?", se pregunta, para atribuirlo con comicidad maligna a que La Vanguardia "está reencontrando su ADN anticatalanista", como afirma el periodista de Ara en su reseña.

El editorialito, sin firmar (o firmado por el diario), en cambio, explica que Ara está de mal año porque se le han marchado siete periodistas de la sección de Política en dos meses, cinco de ellos de una tacada, y porque "se debate entre la línea más independentista de sus inicios y un giro hacia posiciones más moderadas". También recuerda que "seis años después de su lanzamiento a bombo y platillo, se mantiene como cuarto diario catalán" y que "en el espacio digital ocupa la novena plaza en Catalunya".

Que gente de libros —autores, críticos, editores... — se echen los perros por cualquier argumento o se las tengan porque tú tal y yo cual no tiene nada de extraño. Todo lo contrario. Para eso son críticos. Alguien dirá que es muy injusto equiparar La Vanguardia de los años 10, 20, 30 del siglo pasado con la actual —y Aragay lo hace crudamente. Pero, per carità, se ha hecho cien veces a propósito o sobre la base de este libro de Gaziel, entre otros Josep Pla en uno de los homenots de la tercera serie. En fin, cosas de críticos, que ya se las arreglarán mientras podamos verlas desde una buena tribuna.

Liderazgo

Ahora bien, el trompazo de la nota editorial es otra cosa. Es seguramente escaso el interés que tiene para el público un mal trago en la redacción de un colega. Ara no cierra mañana.

La Vanguardia es el diario más vendido desde tiempos de Gaziel y referente informativo de Catalunya dentro y fuera del país. Inevitablemente, cualquier competidor que aparezca en el mercado se rascará con el diario de los Godó, le discutirá la influencia, el público y la publicidad y, si puede, le tocará la cara informativamente y, peor todavía, se vanagloriará de ello. Ara, contra todos los pronósticos, ha obligado a los diarios veteranos a ponerse las pilas, especialmente en el ámbito digital. Eso pica, pero no mata. Más bien reaviva y estimula. Los diarios-de-siempre tienen que saberlo sí o sí.

Si de ejercer el liderazgo se trata, quizá hay maneras de hacerlo con más autoridad. Una es explicarlo todo. Por ejemplo informando que Ara ya tiene cerrado el relevo de los periodistas que se han marchado, algo que en este gremio no es difícil de saber. También evitando sumar peras y manzanas a la hora de contar la audiencia digital. Ara "ocupa la novena plaza" en Catalunya si se cuentan los títulos en castellano. Pero en agosto era el primero en lengua catalana —la única en que se publica— según el auditor ComScore (El Nacional, por cierto, ya es el tercero). Datos por datos, en mayo, La Vanguardia contaba 13,31 millones de usuarios digitales, que caen a 13,09 en junio, a 12,66 en julio y a 12,11 en agosto. Pero si de estas cifras alguien deduce que La Vanguardia digital está en crisis, se equivoca —y mucho.

Son 135 años de historia contra seis. Quizá no había para tanto.