Juan Echanove volverá este fin de semana al Teatro Poliorama para dar vida por última vez en Barcelona a su Trujillo, figura central del espectáculo La fiesta del chivo.

Actor genial e intelectual siempre brillante, conseguimos encontrarnos con él para hablar del oficio de intérprete. Tal como tiene la agenda, un pequeño milagro. "Estoy rodando la segunda temporada de la serie Desaparecidos y tengo que estar los lunes, martes, miércoles, jueves y viernes en Madrid. Al mediodía cojo un tren y vengo hacia Barcelona, directamente al Poliorama. Hago dos funciones. El sábado dos más. Y el domingo, otra. Y el lunes por la mañana cojo otro tren hacia Madrid y de la estación al rodaje".

Cuando el viernes cojo el tren, llego a Barcelona y voy directo en el teatro a hacer la función, me siento feliz y realizado. Y cuando estoy en Madrid haciendo la serie me pasa lo mismo. No tengo tiempo libre, pero tampoco lo necesito.

Acabo de cumplir 60 años. Siempre he trabajado y vivido en concordancia con mi edad. No me pesan los años.

8013704742001
Juan Echanove da vida al dictador Trujillo en La fiesta del chivo. Foto: EFE

Para mí actuar es tan necesario como respirar. Interpreto porque es parte de mí. Lo hago con la misma naturalidad con la que respiro.

No convivo con mis personajes, pero sé dónde están. Todo su parto importante de mi vida.

No convivo con mis personajes, pero sé dónde están

Sigo aprendiendo a ser actor. Este es un oficio en constante transformación porque el mundo está en constante transformación. Un actor tiene que interpretar en consonancia a como vivimos. Actuar no es un formar eterno. Yo no soy el mismo actor de hace 5 años. Ni dentro de 5 años seré el mismo actor que soy ahora.

Me reconozco en mi yo joven, en aquel actor que hizo Bajarse al moro o Turno de oficio. Lo veo y sé que hice lo que hice porque era como era. Con todo, no soy nada nostálgico. La nostalgia me parece un lujo que no me puedo permitir.

He tenido la suerte de trabajar con los mejores. De todas ellas y de todos ellos, he aprendido muchísimo. Pero nada comparado con el placer egoísta de haberlos disfrutado en primera persona de verlos trabajar.

No disfruto el teatro como espectador. En muy pocas ocasiones consigo evadirme de todo lo que estoy pensando y analizando. Es una lástima, pero no consigo anular la parte más racional para entregarme plenamente a la pasional. Pero cuando pasa, es un tsunami. La última vez fue hace quince días en Palencia con el espectáculo Mauthausen. La voz de mí abuelo de la actriz Inma González. Pero no, desgraciadamente no soy buen espectador.

La nostalgia me parece un lujo que no me puedo permitir

Los premios son un motivo de celebración y alegría. Y si te los dan, genial, pero si no, no pasa nada. Trabajar de actor ya no es que sea un premio, es que te ha tocado el Euromillones y la Primitiva, todo el mismo día.

Los cinco minutos antes de empezar una función, intento esconderme en un rincón del teatro y escuchar las conversaciones de los espectadores que llegaron. Descubres e intuyes muchas cosas de la audiencia escuchando sus conversaciones.

8013704743001
Juan Echanove, un actor con mucha actitut. Foto: EFE

Una vez, no hace mucho, vino al teatro un espectador invidente. Lo acompañaba su perro lazarillo. Era un espectáculo en que tenía que cantar. El perro me acompañaba ladrando cada vez que cantaba. Tuve que parar y pedir una ovación para el perro. Me ha pasado de todo, sobre un escenario.

El momento más mágico del teatro es cuando notas el silencio del público. Hay un momento en que notas que es un silencio de concentración. Un silencio en el que podrías parar la función, mirar la platea dos o tres minutos sin decir nada y nadie no movería un pelo.

Hay dos personajes que me han marcado especialmente. Uno es el Quevedo del espectáculo Sueños. Cada día que subía al escenario para interpretarlo era como hacer puenting. Era como tirarme al vacío. El otro es Mark Rothko, el protagonista de la obra Rojo de John Logan. Este personaje era de una complejidad brutal. Uno de los retos más difíciles que he encarado como actor.

El teatro no puede abandonar su función de espejo social.

Actuar es una actitud.