La felicidad es el deseo de repetir, escribía Milan Kundera. Solo el deseo, puntualiza, y no la repetición. A menudo, la repetición no está a la altura de nuestras expectativas. Magnificamos el recuerdo: siempre es más bonito, más apasionado, más teatral… que la realidad. La realidad, esa definición teórica que hemos contrapuesto a la ficción, es el material con el que trabajan los periodistas. Los escritores tienen otra paralela o complementaria que es la ficción. Josep Lluís Micó es un periodista incansable que persigue con honestidad la excelencia con historias humanas difíciles. Muy humanas y muy difíciles. Cultiva en lengua catalana el periodismo literario, esa manera de explicar cosas reales pero en libros y no con el formato de los artículos breves y caducos. Saldonar le ha ofrecido la plataforma ideal para esta experimentación.

En un libro, mientras el autor explica un hecho que tiene interés periodístico —es impactante, aporta, tiene interés público...— también vierte su percepción de la realidad, sin manipularla pero enriqueciéndola, porque la gracia de la realidad es que no es de nadie. Tú respiras, pero yo estoy al lado del aire que tú inhalas. Tú has vivido unos hechos, pero yo como persona que los escucho —periodista que te entrevisto, periodista que te escucho— también comparto las coordenadas de tiempo y espacio. Y puedo, mientras lo relato, mientras lo cocino, mientras lo escribo, añadir matices, colores, olores, que intensifican aquella realidad. El periodismo literario es periodismo, explica unos hechos y los hace llegar a un público, pero tiene la suerte de no sentirse encorsetado por las estructuras de titular, subtítulo, entradilla, cuerpo, conclusión. Las normas del periodismo son aquí más éticas que estructurales. En una historia en forma de libro tienes más espacio, puedes incluir más adjetivos, más adverbios. Puedes estar tú, también aunque no enturbies nada. Allíi estás.

Josep Lluís Micó, que viene de una tierra de frontera, ubicada en el País Valencià pero muy próxima a otros territorios y maneras de hablar y entender la vida, tiene un imán para que la gente le confiese historias tremendas

En el libro La profundidad de los bolsillos, título con reminiscencias en De Profundis de Oscar Wilde pero también en el Salmo por los difuntos 129/130 (De profundis clamavi ad te, Domine; Domine, exaudi vocem meam), Micó recorre dos historias punzantes, la confesión amorosa clandestina de un catedrático de universidad y un reencuentro femenino en el marco de la Ruta del Bakalao, donde se combina la ruta y todo lo que comporta de ruptura de límites y vivencias en el extremo, con la vejez y sus límites que ya no puedes calcular. El periodista Josep Lluís Micó, que viene de una tierra de frontera, ubicada en el mapa en el País Valencià pero muy próxima a otros territorios y maneras de hablar y entender la vida, tiene un imán para que la gente le confiese historias tremendas. Gente normal y corriente, diría él, aunque el concepto normal lo utiliza poco y diría que le provoca una cierta alergia. Micó sostiene que todo el mundo tiene vidas más interesantes que la que vemos. Que la superficialidad de nuestras existencias cotidianas esconde, como la profundidad de los bolsillos, historias que tienen bastante entidad como para ser explicadas. Y que por sórdidas o complejas que sean, el hecho de exponerlas puede servir para hacer pensar, para dar recursos, para empatizar.

Así es como encuentras en sus historias (en este nuevo volumen explica dos más, pero este es el tercer libro de una trilogía) con personajes con quien empatizas mientras te horrorizas porque, de entrada, no dirías nunca que puedes sentirte como los protagonistas, o antagonistas, pero te pasa. Los grandes narradores nos hacen penetrar en historias donde no habríamos querido ir a parar y él es un hábil maestro en esta técnica. Leer a Micó es escandalizarte un momento y consolarte en el siguiente, y así ir tirando en una montaña rusa donde siempre aprendes y te revuelves hasta acabar un poco mareado pero sin perder el conocimiento. Ruedas mientras te inoculan dosis de moda, de música, de arquitectura, de arte, de tecnología, de religión. Micó es un hombre del Renacimiento, observador, completo y exquisito, que ha tenido la suerte de tener una de las profesiones más privilegiadas del mundo: es periodista. Y los periodistas forman parte de un grupo de gente que tiene acceso a realidades (y a muchas de sus capas) y ejercen sin serlo como confesores, acompañantes espirituales, psicólogos, confidentes. Porque nada es más fuerte y potente que la realidad y él lo sabe y no se lo queda para su disfrute. Escribir no es solo un acto introspectivo, ni es solo un servicio a la sociedad. Escribir tiene una vertiente exterior muy potente y es, también, una herramienta para exorcizar.