Galaxia Gutenberg presenta, en catalán y en castellano, California, de Jordi Coca. El protagonista de esta novela, situada en los años noventa, es un profesor universitario catalán, apenas separado de su mujer, que se marcha a California a incorporarse a la Universidad de Berkeley. Aprovechará los meses previos a su incorporación para seguir la pista de los pintores paisajistas norteamericanos del siglo XIX, sobre los que quiere hacer un estudio impregnándose de sus paisajes.

Viaje iniciático

El viaje del narrador por California no es tan sólo una visita a los espacios naturales pintados por los paisajistas norteamericanos. El autor alquila un coche y se lanza a una larga travesía por Estados Unidos, solo, llevado por un claro deseo de desconectarse de su pasado y reinventarse. Es obvio que el narrador se inspira, en su aventura americana, en la generación beat, el grupo de escritores e intelectuales, liderados por Jack Kerouac y Allen Ginsberg, que después de la Segunda Guerra Mundial apostaron por liberarse de todas las convenciones, y que se convirtieron en los auténticos inspiradores del movimiento hippy. On the road, the Jack Kerouac, explica los viajes que hacen en coche varios miembros de la generación beat por Estados Unidos, y especialmente por el Oeste, justamente por los parajes que recorrerá el protagonista de California. Este quiere rendir un homenaje a sus escritores admirados lanzándose a la carretera en busca del legado de la generación beat, de los pintores paisajistas del siglo XIX, y también, de sus propias esencias.

Con retraso

Pero el protagonista llega demasiado tarde. En la California que pisa, la generación beat ya no existe. Encontrará sus últimos vestigios a través de un misterioso personaje, un poeta antisocial, agresivo y desagradable, que desaparecerá misteriosamente. Siguiendo la pista de este misterioso individuo, el narrador llega a Fallon, un pueblo perdido en una zona remota de Nevada. Allí encontrará a una pareja de ancianos que había estado en contacto con el movimiento beat. El protagonista creará vínculos de amistad con ellos, aunque constatará la insalvable diferencia entre sus mundos y la progresiva agonía del universo de ambos ancianos. El narrador, al fin, no es más que un observador, que no cree en nada de lo que creen los viejos beats. Al fin, el protagonista se convertirá, en el Death Valley, en el enterrador, en el sentido más literal del término, del movimiento beat.

Del mito a la realidad

El movimiento beat que encuentra al narrador es mucho menos fascinante y mágico que el que circula por las novelas de Kerouac (un Kerouac que, recordémoslo, ya había muerto en 1969 de una cirrosis). Su puente con el movimiento beat es un egocéntrico muy desagradable. Y la pareja que fascina al narrador tiene creencias que le suenan extrañas y sorprendentes (y, a veces, ultraconservadoras). Al fin, la heredera natural del movimiento beat quizás es Amy, la chica que el protagonista conoce en Fallon y con quien mantendrá una relación sentimental en principio plácida, pero que se irá tensando a medida que progresa la acción. Amy ha acabado en Fallon, también, huyendo. Huyendo de un Nueva York de drogas y libertad sexual, pero también de vacío y de alienación que la marcará hasta el final. Es un personaje, en buena parte, equiparable a las poetisas de la generación beato, pero que, al contrario de ellas, se siente distante de cualquier ideología y de cualquier elaboración de una filosofía de la vida. Su máxima satisfacción es jugar en las máquinas tragaperras.

Jordi Coca y el editor Joan Tarrida. Imagen cedida por Galàxia Gutemberg.

El desengaño posmoderno

El protagonista de la novela de Jordi Coca quiere dejar atrás su pasado, pero se niega a quemar los puentes. Su viaje tiene plazo de finalización: lo esperan en Berkeley para incorporarse a su nuevo trabajo. Deja atrás a su mujer, pero le sabe mal firmar los papeles del divorcio. Le gusta Amy, pero rehúye cualquier compromiso con ella. No es un aventurero como Kerouac, sino un tímido profesor catalán que se limita, en un momento de crisis personal, a explorar nuevos horitzontes. California es, pues, un viaje nada rompedor, en el que el protagonista, pasivo, se limita a esperar la llegada mágica de una renovación. Un proyecto personal con pocas posibilidades de éxito. Las experiencias del narrador a lo largo de su viaje son pocas, y poco rompedoras. El lector pasa páginas y páginas a la espera de unos hechos que tan sólo se desencadenan en la parte final de la obra. La pasividad básica del protagonista hace que su viaje interior, que corre paralelo a sus acciones, sea muy limitado. California, la obra de Coca, oscila, pues, entre una magistral descripción del viaje, de los personajes y de los estados de ánimo del protagonista, y una tremenda lentitud: la acción no acaba de fluir y deja, al acabar la lectura, un cierto regusto a expectativas incumplidas.