Pau (entonces reino de la Baja Navarra), 1560. Hace 462 años. Juana III, reina titular de la Baja Navarra (el territorio ultrapirenaico independiente que había escapado de las garras de la monarquía hispánica), decretaba el cambio del culto oficial del estado. Navarra, tradicionalmente católica (por lo menos sus élites, porque las clases humildes conservaban la religión ancestral euskárica) se declaraba seguidora de las tesis reformistas de Juan Calvino. Juana de Albret, que en aquel momento hacía cinco años que se sentaba en el trono del pequeño reino navarro, se convertiría en una de las grandes protagonistas de las mal llamadas Guerras de Religión francesas (1562-1598). Su heráldico, que lucía la bandera cuatribarrada, se convertiría en un símbolo de terror. Y su hijo y heredero, Enrique, se convertiría en el primer Borbón en el trono de Francia.

Mapa de los territorios navarros (alta y baja Navarra). Fuente Blog Nabarralde

¿De dónde venía Juana de Albret​?

Juana (Pau, 1528) era la primogénita y única descendiente superviviente del rey Enrique II; el que, durante su infancia, había conocido la derrota de 1512 —en manos de Fernando el Católico— y la pérdida de la Navarra peninsular. Y el que, durante su juventud, había combatido a Carlos de Gante (nieto y heredero de los Reyes Católicos) en los campos de batalla de las penínsulas Ibérica e Itálica. La trayectoria vital de Enrique II es muy ilustrativa, porque explica el posicionamiento político y religioso de su hija. Juana, cuando alcanzó la corona (1555), renunció a la política peninsular y a ser una "Grande de España" y se implicó en los asuntos continentales y actuó como una verdadera "Paire de France". Y todavía cinco años después (1560) renunciaría a la fe católica dominante en la Península y abrazaría la reforma que tenía millones de adeptos en el continente.

¿Por qué Juana de Albret tenía la bandera catalana en su heráldico?

Juana sería la tercera monarca navarra de la dinastía Albret. Pero su abuelo Juan III (1484-1516), iniciador de la estirpe, en realidad era el consorte de la reina titular Catalina I, de la casa de Foix-Castellbó, coprincesa titular de Andorra. Los Foix-Castellbó eran copríncipes de Andorra desde la promulgación del Paréage (1278). Habían llegado al trono de Pamplona con el matrimonio de Gastón IV de Foix-Castellbó con Leonor I, reina titular de Navarra (1436). El heráldico tradicional de los Foix, originarios de Occitania pero históricamente vinculados al casal de Barcelona, era muy similar a la bandera real catalana: estaba formado por tres "barras de sangre". En cambio, curiosamente, no era el caso de los Castellbó (la otra rama de aquella estirpe andorrana), originarios del valle alto del Segre y vinculados al casal de Urgell.

Leonor I y Gastón IV de Foix. Fuente Bivbliothèque Nationale de France

Los Trastámara y la senyera

Pero los Foix-Castellbó no fueron los introductores de la senyera en Pamplona. Mucho antes de la aparición de los andorranos, los Trastámara de Barcelona ya se habían colado en la historia navarra. En 1420, Juan de Trastámara, hijo de Fernando I de Catalunya-Aragón (el de Antequera) y hermano pequeño de Alfonso IV (el Magnánimo) se casó con Blanca I, reina titular de Navarra y última monarca de la estirpe Evreaux. Juan, que en aquel momento ni siquiera soñaba con sentarse en el trono de Barcelona, exigió gobernar en "iure uxoris", que quería decir que su categoría iba más allá de la de un simple consorte. En aquel exceso de testosterona, la bandera catalana se coló en el heráldico real navarro y pasó a ocupar la mitad de un cuartel, junto con las tradicionales armas castellanas (la torre y el león) de los Trastámara.

Juana de Albret y Juan Calvino

Juana de Albret no conoció nunca a Juan Calvino, el teólogo que impulsó una de las ramas de la Reforma Protestante denominada calvinismo. Pero sí que conoció las mal llamadas Guerras de Religión francesas, que fueron especialmente sangrientas en Occitania. Aquel conflicto no era más que una disputa entre las familias aristocráticas más poderosas del reino para relevar en el trono a los decrépitos Valois. Una guerra abierta que, como todos los conflictos, se vistió y maquilló oportunamente con un componente religioso. La diversidad confesional de Francia, con una larga tradición en "herejías" invitaba a ello; y muy pronto los Guisa (que tenían una raíz catalana Bellónida) se erigieron como jefes del partido católico (y candidatos a reinar); y los Borbones, como líderes del partido protestante (y, también, candidatos a reinar).

Blanca I y Juan de Trastámara. Font MNAC

Juana de Albret y Antonio de Borbón

Juana de Albret se había casado con Antonio de Borbón, duque de Vendome y jefe de la casa Borbón, mucho antes de heredar la corona navarra (o lo que quedaba de aquel reino) y mucho antes de proclamar su confesión calvinista (1548). La conversión de Juana de Albret (1560) se produjo, muy reveladoramente, en la víspera del estallido del conflicto pretendidamente religioso, mientras los combatientes "velaban armas" (1562). En una de las primeras escaramuzas del conflicto, el Borbón navarro fue herido de muerte (Normandía, 1562); y Juana pasó a ocupar la dirección política del partido protestante. Durante una década (1562-1572) Juana masacró a las clases populares católicas occitanas con una crueldad inimaginable. Las cuatro "barras de sangre" calvinistas se convirtieron en un símbolo del terror.

París bien que vale una misa

En 1569, el ejército de Juana asaltó la plaza de Tarba y exterminó a la práctica totalidad de la población católica del burgo del Canc. Un baño de sangre de 4.000 personas. Pero con la otra mano, la que no tenía mojada de sangre, ordenó la impresión y la distribución de centenares de traducciones de la Biblia calvinista al euskera (1571), en la que sería la primera edición de un libro de gran tamaño en lengua vasca. Juana murió poco después, a los cuarenta y cuatro años (1572), con la cara salpicada de sangre de sus víctimas y con los pulmones carcomidos por la tuberculosis. Y acto seguido su hijo y heredero, Enrique de Borbón, con las manos todavía más sucias, hizo acto de apostasía —físico y espiritual— y se convirtió al catolicismo a cambio del trono de París. Aquel Borbón, que reinaría como Enrique IV sería el que proclamaría. "Paris vaut bien una messe".

Antonio y Enrique de Borbón (esposo e hijo de Juana). Fuente: Castillo de Pau y Museo de Versalles

 

Imagen principal: Retrato de Juana de Albret. Fuente: Bibliothèque Nationale de France.