La obra de Joan Miró es icónica. Todos tenemos muy presentes algunas de sus imágenes más emblemáticas, porque su estilo fue único e irrepetible. ¿Sin embargo, por qué fue tan importante?
🖌️¿Por qué no celebramos que hace 50 años, Joan Miró asesinó el arte (y no invitó a Franco)?
Miró baila el siglo XX
Hay muchos factores que hacen de Joan Miró uno de los artistas más determinantes, relevantes e influyentes del arte contemporáneo. Su visión poética de la naturaleza es uno de ellos. Su idea de "arraigo a la tierra" se refleja en obras como La Masia (1921–22), donde muestra un vínculo casi telúrico con la tierra, simbolizado en la idea de que "se tiene que pintar con los pies descalzos, para dejar que la energía de la tierra entre por la planta de los pies". Este cuadro, actualmente en la National Gallery of Art de Washington D.C., muestra un detallismo casi espectral y supone la culminación de una época de observación directa de la realidad.

Otro aspecto clave fue su espíritu transgresor y experimental, influido por los círculos dadá y surrealistas parisinos, que le llevó más allá, hasta el punto de querer "asesinar la pintura". Siempre manifestó su deseo de abandonar los métodos convencionales para dar paso a una expresión artística radicalmente contemporánea. No se dobló nunca a ninguna corriente estética, ni siquiera a sus compromisos con los surrealistas. Su integridad artística permaneció intacta toda la vida. En los años setenta quemaba telas con el mismo espíritu anarco-dadá que en los años veinte.
Siempre manifestó su deseo de abandonar los métodos convencionales para dar paso a una expresión artística radicalmente contemporánea. No se dobló nunca a ninguna corriente estética, ni siquiera a sus compromisos con los surrealistas
También hay que destacar su compromiso político con Catalunya y su espíritu antifascista, reflejado en obras como El segador (1937), expuesta junto al Guernica de Picasso en el Pabellón de la República a la Exposición Universal de París, proyectado por Sert y Lacasa. Pero la admiración pública no hizo disminuir su espíritu crítico.

En 1968, Barcelona se reconcilió oficialmente con Miró organizando una gran retrospectiva en el Hospital de la Santa Creu para celebrar su 75 aniversario. Miró, sin embargo, no asistió a la inauguración para no coincidir con el ministro franquista Manuel Fraga
En 1968, Barcelona se reconcilió oficialmente con Miró organizando una gran retrospectiva en el Hospital de la Santa Creu para celebrar su 75 aniversario. Miró, sin embargo, no asistió a la inauguración para no coincidir con el ministro franquista Manuel Fraga. En 1969 presentó Miró, l'altre en el Col·legi d’Arquitectes de Cataluny, donde pintó los cristales de la fachada y, acto seguido, destruyó su propia obra con disolvente. Fue una de las primeras afirmaciones de la naturaleza efímera en el arte contemporáneo en Catalunya, y una crítica a la ignorancia cultural del régimen. La acción fue aplaudida por los artistas emergentes que empezaban a asimilar las nuevas tendencias conceptuales.
El artista cósmico
Otra contribución clave de Miró fue al surrealismo, especialmente con sus investigaciones sobre el automatismo y una poética naif que André Breton admiraba profundamente. Al principio de los años veinte, durante su primera estancia en París, Miró se acercó al grupo surrealista, aunque nunca formó parte oficialmente. A partir de 1925, sin embargo, participó en la mayoría de sus exposiciones. Ciertamente, Miró se sentía más próximo a los poetas que a los pintores. Hizo amistad con figuras como Desnos, Éluard, Aragon y Leiris, y se aficionó a leer Rimbaud, Lautréamont, Baudelaire o Apollinaire. Su obra bebe de esta conexión poética y espiritual. También hay que destacar su habilidad para fusionar el juicio y el arrebato catalanes con la espiritualidad japonesa, con la naturaleza como eje vertebrador de buena parte de su obra.

El año 1925 finalizó El carnaval del arlequín, donde abandona definitivamente el paisaje como fuente de inspiración y empieza a explorar los estados mentales, como las alucinaciones provocadas por el hambre. Las obras entre 1925 y 1927 —las llamadas pinturas de sueños y paisajes imaginarios— muestran fondos monocromos muy planos, con signos casi jeroglíficos y, a veces, inscripciones que parecen poemas automáticos. Su obra culminante, la serie Les constel·lacions (1940–41), es un escape hacia el mundo interior para trascender el drama de la guerra. Poco después, viajó a los Estados Unidos, donde, en plena época del bebop, se adentró en la "cosmología" jazzística de Nueva York. Llegó a ser muy amigo de Duke Ellington, e incluso Dave Brubeck utilizó una obra suya como portada de su disco seminal Time Further Out (Miró Reflections).
Visión rupturista y de aproximación del arte contemporáneo a todo el mundo que alcanzó su máxima plenitud con la creación de la Fundació Joan Miró de Barcelona, aventura que inició su singladura el 10 de junio de 1975, ahora hace justo 50 años. Experiencia que arrancó con una inauguración oficiosa de carácter popular con que Miró evitó y rehuyó invitar a las autoridades franquistas. Aniversario, este medio siglo vida, que la Fundació celebrará a lo largo de todo el curso, empezando este mismo domingo 15 de junio con una jornada de puertas abiertas llena de actividades: talleres, visitas gratuitas comentadas, performances... y propuestas únicas, como la posibilidad de visitar las instalaciones de Montjuïc durante el solsticio de verano. Una visita excepcional de madrugada (de 6 a 10 h) bautizada con el nombre de Solstici Sert, para contemplar la arquitectura del museo con luz natural. Una jornada especial que culminará con un concierto, organizado en colaboración con el festival Sónar, en las terrazas del edificio del guitarrista flamenco Yerai Cortés. Además, como primicia, se podrá ver como se está ultimando la gran exposición que rendirá homenaje al primer medio siglo de vida de la Fundación, y que llevará por título La poesia no ha fet més que començar. 50 anys de Miró. La Fundación Joan Miró conserva algunas de las obras más representativas de este artista universal, con un fondo de 104.000 piezas, entre pinturas, esculturas y tapices. Miró concibió un espacio pionero en la Catalunya de la época. Según sus propias palabras, quería que fuera "un lugar vivo, donde el arte se pudiera ver, pero también pensar y hacer". Definitivamente, Joan Miró fue el artista que hizo bailar el siglo XX.