Esta mañana, en la plaza Lluís Millet, ante el Palau de la Música, todavía se podía contemplar la escultura Carmela, de Jaume Plensa, un inmenso rostro, de 4,5 metros de alto, que da una gran impresión de relieve, a pesar de ser prácticamente plana. En principio tendría que haber sido retirada ayer. El hecho de que todavía esté allí, es el resultado de las presiones de algunos vecinos.

El éxito de Plensa

Es difícil hacer una fotografía sin interferencias a Carmela. Muchos turistas hacen cola ante la obra con el fin de hacerse una fotografía sentados en sus pies. Todo el mundo quiere tocar el rostro de la chica. A su alrededor siempre hay gente mirándola. La obra, que llegó en abril, sólo tendría que haberse expuesto durante unos meses, pero algunos vecinos se organizaron para reclamar que se quedara en Barcelona, argumentando que muchas otras ciudades tienen grandes obras de Plensa y que sería justo que la capital catalana tuviera una. Una petición de mantenimiento de la figura, tramitada a través de www.change.org, ha llegado a los 1.666 firmantes. El Ayuntamiento, satisfecho por el impacto positivo de la obra en el paisaje urbano, intenta llegar a un compromiso con el artista para quedarse con la escultura definitivamente.

'Carmela', de Jaume Plena. Fotografia: Mar Sánchez.

Compromiso difícil

Jaume Collboni, teniente de alcalde de Empresa, Cultura e Innovación, ha informado de que el Ajuntament desearía que la obra acabara integrándose al patrimonio de la ciudad, y ha iniciado conversaciones con el artista. El problema es que estaba previsto que la obra se acabara exponiendo en los Estados Unidos. De todas formas, no está claro que la estatua, en caso de quedarse en la ciudad, se exponga ante el Palau, aunque parece que ésta es la ubicación deseada por el mismo Plensa. De momento, el Ajuntament negociará con el artista hasta el 29 de octubre y, durante estas fechas, Carmela seguirá estando junto al Palau.

Un genio barcelonés

Jaume Plensa nació en Barcelona en 1955 y estudió arte en la Escuela de la Llotja y en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi. Tiene su taller en Sant Feliu de Llobregat, pero trabaja entre Barcelona y París. Es muy conocido como escenógrafo: ha realizado destacados escenarios para teatro y ópera, algunos de ellos con la compañía La Fura dels Baus. Muchas de sus obras se caracterizan por la monumentalidad, y están pensadas para integrarse en espacios públicos urbanos. Son muy características sus grandes caras, como las expuestas en el Madison Square Park de Nova York, ante el Palazzo Cavalli-Franchetti de Venecia, o en la playa de Botafogo en Río de Janeiro. Ha obtenido la Creu de Sant Jordi y el Premio Ciutat de Barcelona por su contribución a la proyección internacional de la ciudad.