Angelika Schrobsdorff, desde que era muy jovencita, tuvo claro que el mundo estaba dominado por los hombres. Y decidió que más que intentar revertir la situación, lo que le resultaría más provechoso sería seducir a los hombres y dominarles para sacar el máximo provecho de ellos. Ahora La Campana en catalán y Errata Naturae en castellano publican una novela, que inequívocamente tiene un regusto de autobiografía. Se titula, simplemente Los hombres. Y la versión catalana no es una traducción cualquiera; esta edición de Albert Vitó y Anna Puente es una reproducción íntegra del texto de la autora, sin las múltiples censuras que sufrió a lo largo del tiempo y que acabaron con la mutilación de dos capítulos enteros...

Angelika Schrobsdorff Getty Images

Angelika Schrobsdorff. Foto: Getty Images.

La hija de la madre...

Angelika Schrobsdorff (1927-2016) se dio a conocer en Catalunya con su éxito Tú no eres como otras madres, un relato novelado de la vida de su madre, una judía que acabó por sufrir las consecuencias de la persecución nazi pese a haber intentado siempre vivir con la mayor frivolidad posible. También en su Alemania natal, Tú no eres como otras madres, una obra de 1992, fue el libro que dio a conocer a Schrobsdorff, pero en realidad esta escritora había empezado a escribir mucho antes. Su primer libro, publicado en 1961, fue, Los hombres, y también exploraba los límites entre la autobiografía y la novela. La protagonista, en teoría, es un personaje de ficción, pero parece evidente que no es otra que la propia autora. Las semejanzas entre sus biografías, por ejemplo, parecen ir mucho más allá de la simple coincidencia. Ahora bien, en este caso, Angelika iba más allá que en Tu no eres como otras madres, y de forma provocativa, explicaba su relación con el sexo masculino, sin ahorrarse detalles.

Dejarse llevarse por la corriente

Angelika Schrobsdorff no fue una mujer con una estrategia sentimental a largo plazo. Se limita a dejarse llevar por los beneficios del momento. Si durante la Segunda Guerra Mundial flirtea con un oficial alemán, cuando acaba la guerra decide acercarse a un inglés de las fuerzas de ocupación; y cuando se da cuenta de que los americanos están mejor provistos que los británicos, empezará a acercarse a ellos, e irá subiendo con el escalafón; pasará de un sargento al coronel. Y más tarde no dudará con flirtear con un empresario, aunque siente una absoluta repugnancia física hacia él... El repertorio de admiradores y amantes de la protagonista nos lleva por todo tipo de hombres: desde aventureros sin principios hasta hombres de una gran rigidez... Hay jóvenes y viejos, guapos y feos, intelectuales y militares... En el fondo en Los hombres se nos presenta, también, todo un catálogo de personajes masculinos y de diferentes de visiones de la masculinidad.

Las vías de la dependencia

No se sabe exactamente qué daba Angelika Schrobsdorff a sus admiradores, pero lo cierto es que conseguía manipular a los hombres como ella quería. Le ofrecían lo que pedía, hacían lo que ella les decía, se dejaban engañar de forma pueril... La dependencia que generaba la protagonista en sus conocidos era absoluta. Pero lo más paradójico es que al fin, es Angelika el que acaba dependiendo, no de un hombre, porque cambia continuamente, sino de los hombres en general. Las cosas tampoco le fueron muy bien, pese a sus encantos: en algún caso fue violada, vivió con un hombre que era un absoluto incompetente, otros individuos la maltrataron... Y pese a todo, Angelika no se planteaba en ningún momento la posibilidad de hacer nada por sí misma, sino que sencillamente, lo máximo que hacía, cuando su situación empeoraba, era cambiar de hombre. Sólo hacia el fin del libro empieza a reflexionar en las posibilidades de librarse de esta dependencia. Y lo reflexiona impulsada, paradójicamente, por un hombre, quizás el que menos depende de ella.

Sin pudor

Angelika Schrobsdorff, mientras vive con un soldado norteamericano en la Alemania de la posguerra lo engaña yéndose a la cama con otro; y no tiene problema en acabar en el bar charlando con los dos o en escaparse de la habitación de hotel para encontrarse con su amante en el baño de su piso. Reconoce que sueña en uno de sus amantes "después de un día especialmente melancólico en que no se me había ocurrido nada para escribir y no me había llamado ninguno de los hombres que me iban detrás". Pero por otra parte, tampoco tiene el menor complejo en explicar que la mayoría de hombres con quien ha ido no la han satisfecho sexualmente, o que ha engañado a un hombre, prometiéndole amor, aunque estaba decidida a no irse a la cama con él. La protagonista no tiene pelos en la lengua, y explica, por ejemplo: "Stephen demostró que era un buen amante. Poco imaginativo, quizás, pero como yo era joven y tenía poca experiencia, valoraba más la cantidad que la calidad, de manera que siempre quedaba satisfecha".

La censura

Las diferentes ediciones de Los hombres fueron severamente mutiladas. Lo fue la edición original alemana, pero también algunas de las principales traducciones. La obra se vio inundada de recortes, desde algunos de unas pocas líneas, hasta la mutilación de los dos últimos capítulos, enteros. No se trataba de un recorte inocente destinado a acortar la obra. Los cortes son claramente intencionales, y van claramente orientados a ocultar los planteamientos más atrevidos de la protagonista. Se recorta por ejemplo, un fragmento en que ella explica su sexualidad: "Después de comer, nos apresuramos a cambiar la mesa por la cama. Yo había descubierto el amor enseguida y consideraba que era un pasatiempo excelente, una de las mejores cosas que se pueden hacer a la vida". La decisión de La Campana de hacer una traducción entera de la obra, a diferencia de lo que ha pasado con otras ediciones, entre ellas la castellana, es un completo acierto, ya que el contenido recortado afecta al conjunto de la obra; al censurarla queda considerablemente edulcorada.

Directa

Los hombres es una obra de una gran contundencia, que no dejará a nadie indiferente. Es una historia admirable, sobre todo, por la inmensa sinceridad de la autora, por su voluntad de no dejar de explicar nada. Sin embargo, al mismo tiempo, es una historia que nos ayuda a entender una determinada forma de vivir la feminidad, entre la asunción de la dominación masculina, y el intento de sobrevivir a través de la seducción y, si hace falta, del engaño. Schrobsdorff tiene una voz potente y provocativa, y su escritura es ágil e hipnótica. El que disfrutó de Tú no eres como otras madres, no quedará decepcionado con Los hombres. Y los que todavía no han leído Angelika Schrobsdorff, tienen una ocasión de oro de encontrar a una autora tan interesante en su literatura como en sus vivencias.